Celebramos la Solemnidad de la Sagrada
Familia, que nos lleva a poner el foco en la familia. La familia es un gran
invento. Es algo tan genial que el Hijo de Dios quiso nacer en el seno de una
familia…
De las muchísimas cosas que se podrían
destacar de la familia, yo, hoy, destaco una: el amor incondicional. En la
familia hay un amor que no está condicionado por nada: mientras que el mundo te
dice: te amo si eres guapo, inteligente, tienes salud, dinero, un buen trabajo,
unos buenos contactos,... en la familia el amor no pone condiciones, no está
condicionado: si sacas malas notas te siguen amando, si eres feo o fea te
siguen amando, si no triunfas te siguen amando, si no tienes salud te siguen
amando. En la familia, el otro siempre es digno de ser amado.
La familia es el ámbito del amor
incondicional... y, por tanto, del amor verdadero. Por tanto, es en la familia
que aprendemos a amar de verdad... No el amor condicionado del mundo, sino el
amor incondicional de la familia.
En este sentido se expresaba la primera
lectura: “Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones
mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras
vivas”.
¿Y si el otro es un impresentable,
también lo he de amar? ¡¡Sí!! ¡¡Es más, los impresentables los hemos de ver
como una oportunidad para amar de verdad!! Me explico: es muy fácil amar a los
buenos, a los guapos, a los amables, a los serviciales, pero, quien nos hace
crecer en el amor son los impresentables. Los que nos hacen avanzar en el
camino del amor verdadero son los que son difíciles de amar... Los hemos de ver
como una oportunidad para crecer en la única cosa que nos hará felices: amar de
verdad.
Decía San Pablo en la segunda lectura: “Sobrellevaos
mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha
perdonado: haced vosotros lo mismo”.
Llevemos a la oración nuestras
dificultades para amar…dialoguémoslas con Jesús… y él siempre nos dirá: “ama, ama, perdona,
perdona”.
Seguimos hablando de la familia, de la
Sagrada familia…
María y José han recibido un don, a
Jesús, y con ese don un encargo, una misión: educar a Jesús. Este encargo, esta
misión, comporta una autoridad para educar a Jesús, o sea, reciben las gracias
necesarias para educarlo. “Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su
autoridad”. Jesús ya sabe quién es su padre, pero, también reconoce la
misión, la autoridad, que María y José han recibido.
También vosotros padres (y también los
abuelos que hacen de abuelos/padres), al recibir el don de un hijo (nieto),
estáis recibiendo la autoridad para educarlo. La autoridad significa que en
unión con Cristo tenéis el auxilio de la gracia de Dios para desarrollar esa
tarea.
Si los padres/abuelos no creen en su
autoridad para educar no podrán educar.
Es esencial que los padres/abuelos crean
que unidos a Cristo, tendrán la fuerza y la sabiduría necesarias para educar a
los niños día a día, superando dificultades de toda clase…
Esto es una gran liberación para los
padres. Me he encontrado con muchos padres con dudas ante el futuro educativo
de sus hijos… ”¿cómo lo haremos? ¿y si hace esto, y las amistades y la
adolescencia y si...?“ Yo les digo: “¡¡No tengáis miedo!! Dios os irá mostrando
el camino!!
Muchas veces la crisis de obediencia es
primero una crisis de autoridad. Los padres no se creen con la gracia, la
fuerza, el don, la sabiduría, para educar.
Hay una expresión que es la “gracia de
estado”: quiere decir que cada función comporta unas gracias para desarrollar
la función, la tarea: el obispo tiene la gracia de estado para hacer de obispo,
el sacerdote tiene la gracia de estado para… y los padres tienen la gracia de
estado para hacer de padres…
Esta consciencia de la gracia de estado
abre al padre y a la madre a una confianza y esperanza en la acción de Dios por
encima de ellos…
Dos cosas que dificultan todo esto: a)
tener poco presente en la oración esta dimensión. b) Tener poco tiempo
disponible. El Papa Francisco en Evangelii Gaudium en el n.º. 70, cuando habla
de las dificultades para educar y transmitir la fe y valores, dice: “Algunas causas de esta ruptura son: la falta de espacios
de diálogo familiar”. Atención, primer motivo: “la falta de espacios de
diálogo familiar”, es necesario pensarlo, ¿qué espacios de diálogo familiar de
calidad tenemos?, ¿qué espacios de diálogo padres-hijos? ¿qué espacios de
diálogo entre los esposos? Pienso que nos hace falta apagar la tele, el
ordenador, el móvil, y hablar... Sin diálogo de calidad no es posible la
educación...