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Portada:: Habla el Obispo:: Cardenal Carlos Osoro Sierra:: "SANTA MARÍA, EN EL ITINERARIO DIOCESANO DE RENOVACIÓN"

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"SANTA MARÍA, EN EL ITINERARIO DIOCESANO DE RENOVACIÓN"

Mon, 10 Oct 2011 10:01:00
 

CAMINEO.INFO -Valencia/ESPAÑA- Como nos decía el Beato Juan Pablo II: “Los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo hablar de Cristo sino, en cierto modo, hacérselo ver… Nuestro testimonio sería, además, enormemente deficiente si nosotros no fuésemos los primeros contempladores de su rostro” (NMI 16). Pero, ¿quién mejor nos puede enseñar a encontrarnos con Él que su propia Madre, Santa María? Al comenzar este nuevo curso el Itinerario Diocesano de Renovación, os propongo que acojáis en vuestra vida a Santa María. Ella es el ser humano que conoce mejor a Jesucristo. Y, por tanto, en su cercanía podemos nosotros aprender a ser “contempladores de su rostro”, del Verbo de Dios que se hizo carne, con el estilo y a la manera que Ella lo hizo. Aquellas palabras de Jesús a los discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”, siguen siendo pronunciadas por el Señor para nosotros. Podemos hablar y hacer ver al Señor si es que conocemos la profundidad de su Persona.

“Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos le dijeron: Unos, que Juan Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas. Y él les preguntaba: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Pedro le contesta: Tú eres el Cristo. Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él.” (Mc 8, 27-30).

¿Cómo hablar y hacer ver a Cristo si no sabemos responder quién es? Pedro, en nombre de todos, supo contestar: “Tú eres el Cristo”, porque habían convivido y entrado en comunión con Él. No sólo hay que hablar de Cristo a los hombres de nuestro tiempo, hay que hacérselo ver. Esto, necesariamente, nos lleva a los cristianos a contemplar al Señor. Hacer esta contemplación acompañados y ayudados por María se convierte en una necesidad. Y se convierte en una necesidad porque ya desde el inicio quiso Jesús que su Madre estuviera al lado de los hombres. En aquel joven san Juan, estaban todos los hombres y mujeres de la humanidad de todos los tiempos. Y para todos nosotros fueron aquellas palabras “ahí tienes a tu Madre”. Nos dice el Evangelio, “desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa”. Desde entonces, para todos los cristianos existe un compromiso: han de acoger en su casa, es decir en su vida, a María.

Santa María Madre tiene que convertirse: 1) En espejo y escuela de todos los creyentes que quieren acoger en sus vidas a Jesucristo. 2) En espejo y escuela porque supo poner toda su persona al servicio de una gran causa: Jesucristo. 3) En espejo y escuela que puso su vida desde el mismo inicio al servicio de la Iglesia. 4) En espejo y escuela que dialoga constantemente con la actualidad, porque mantiene una relación permanente con Dios. Para esto te propongo que, como Ella, te conviertas en testigo y apóstol. Ella ciertamente fue el primer testigo y el primer apóstol. María con su “sí” a Dios prestó la vida para dar rostro humano a Dios y en presencia de Jesús dijo a los hombres: “Haced lo que Él os diga”. Sé como María “testigo y apóstol”.

Se necesita para este “nuevo milenio” comunidades de “testigos y de apóstoles”, imitando a la primer testigo y apóstol. ¿Por qué no comenzar? Creo que la fidelidad en comunicaros que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida me da pie para decir que debéis ser vosotros los primeros en promover esto. Haced como hicieron los primeros cristianos con la práctica de la contemplación. De una contemplación realizada con la mística, la fuerza, el compromiso y el estilo de ellos. La contemplación consiste en “revivir en nuestro interior las escenas de la vida, pasión y muerte de Jesús, viendo, oyendo y atendiendo a todos los detalles, como si fueras a dar testimonio de ello a su Madre” (Ludolfo de Sajonia). Se trata de contemplar a una Persona presente a la que te acercas en la fe por medio del afecto; es convivir cercanamente con Jesús y revivir desde dentro de Él lo que siente cuando vive entre la gente o ante su Padre o cuando habla o actúa. Y todo ello en presencia de María, tal y como lo hizo aquel joven al que tanto quiso Jesús, san Juan.

Los primeros cristianos se identificaban entre ellos, se pasaban señales y con ellas se decían que tenían una misma pertenencia: discípulos de Cristo y miembros de la Iglesia. Los que hacemos el Itinerario Diocesano de Renovación tenemos la gracia de pasar también una señal. Es una estampa con la imagen de la Anunciación. Algunos ya la tenéis en vuestras manos. Se han hecho muchas. Es para vosotros una señal del misterio en el que vosotros queréis envolver vuestra vida y manifestar en medio del mundo una manera de ser y hacer: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Regaládsela a otros que no están haciendo el Itinerario Diocesano de Renovación e invitadles a hacer este camino con vosotros. Regalar esa estampa será señal de que, como san Juan, acogéis el deseo del Señor y deseáis que otros acojan a María en su vida como maestra a la hora de ser “testigos y apóstoles”. Ante esa estampa de Santa María en el silencio y en soledad, todos los que la tenéis, orad, meditad y asumid el compromiso de un discípulo de Jesús que, al estilo de María, entra en el misterio de Nuestro Señor Jesucristo. Y, por ello, asume el compromiso de celebrar todos los domingos la Eucaristía, haciéndote contemporáneo del Señor, precisamente donde vive la experiencia de la presencia real de Jesucristo, el Hijo de María, entre los hombres. También, asume que su vida la tiene que vivir en verdad y, por ello, celebra con frecuencia el sacramento de la penitencia, mediante el cual ponemos la verdad de nuestras vidas en presencia del Señor y recibimos su perdón.

El Beato Juan Pablo II, nos dice que “no se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en Él la vida trinitaria y transformar con Él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste” (NMI 29). Acoge, pues, a Santa María y junto a Ella:

1.- Busca sentido de la vida y de orientación en Jesucristo: se necesita para crearla, sentirla, defenderla, disfrutarla y multiplicarla.

2.- Mira, ve, juzga y decide junto a Jesucristo: se necesita cultivar el corazón, es decir, la bondad, el calor humano, las relaciones amplias, abiertas y positivas. No se pueden dejar espacios a la envidia, al rencor, a los prejuicios y negativismos.

3.- Toma opciones inequívocamente evangélicas junto a Jesucristo: Si para Dios nada hay imposible, tampoco para los creyentes si contamos con Él.



Con gran afecto, os bendice

+ Carlos, Arzobispo de Valencia







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