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Portada:: Reflexión en libertad:: Diego Quiñones Estévez:: Los nacionalismos secesionistas son contrarios a la Doctrina Social de la Iglesia Católica.

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Los nacionalismos secesionistas son contrarios a la Doctrina Social de la Iglesia Católica.

Fri, 25 May 2018 21:57:00
 

Resulta anacrónico y demencial volver por España y Europa, al nacionalismo clerical antieclesiástico que va de la mano del nacionalismo político, supremacista y populista- totalitario, que alcanzó su apogeo en el siglo XVI después de la ruptura de la unidad secular del Cristianismo católico en toda Europa, con el contrarreformismo antievangélico de un clérigo católico alemán, quien, manipulado y luego arrinconado por los intereses geopolíticos de los nacionalismos secesionistas de los reyes y príncipes de Centroeuropa, enemigos del Imperio Español y de la sagrada autoridad papal, el alemán, teólogo y fraile agustino Martín Lutero(1483-1546), nos trajo guerras civiles por todo el viejo continente.

 

En nuestra maltratada España de los siglos XX y XXI, tras cuarenta años de democracia monárquico parlamentaria fallida, los dictatoriales, anacrónicos y nefastos nacionalismos secesionistas y terroristas, contrarios al bien común de nuestra Patria, Nación y Estado, siguen perviviendo de forma irracional e inadmisible, porque las partidocracias del bipartidismo los han permitido con el fin de mantener en el poder a sus  respectivas ideologías políticas, la partidocracia neomarxista socialdemócrata corrupto-laicista del Partido Socialista Obrero Español(PSOE) y la partidocracia corrupto-laicista neoliberal socialdemócrata del Partido Popular(PP).

 

No es de recibo, porque así lo determina y aconseja la secular experiencia sabiduría de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, que el pseudocatólico clero nacionalista secesionista catalanista, como antes el vasco-etarra-navarro, olvidándose de los principios morales de la Doctrina Social de la Iglesia, por boca de una Conferencia Episcopal Tarraconense, felicite a quien contradice y persigue los principios del Evangelio de Cristo, felicite a un representante político que promueve el odio cainita contra los españoles en nombre de un nacionalismo supremacista, racista e hispanófobo, etnolátrico y violento, totalmente opuesto al nacionalismo responsable de las naciones históricas como España.

 

La resucitación de anacrónicos nacionalismos secesionistas y populistas de izquierdas y derechas, confabulados para destruir las identidades históricas de Europa, y de España, coinciden en pretender la imposición (contra el estado de derecho democrático y constitucional y contra el orden moral) de un nacionalismo supremacista totalitario, que, como nos indica la Doctrina Social de la Iglesia Católica, se sustenta en:

 

Un nacionalismo inviable, inadmisible:

(…) el sentimiento desmedido de orgullo nacional, con el subsiguiente desprecio hacia las demás naciones, o hacia una parte de ellas, es, indiscutiblemente, un obstáculo grave en la ordenación de las relaciones internacionales” [1].

 

Sólo es viable y sostenible:

(…) un nacionalismo responsable que proporciona el impulso necesario a los pueblos en desarrollo para acceder a su identidad” [2].

 

El nacionalismo responsable de las naciones históricas como España, mantiene la identidad milenaria con el conjunto de las identidades de las diversas regiones que la han originado y conformado a través de la Historia. Lo contrapuesto es el supremacismo de los nacionalismos secesionistas y terroristas, hispanófobos, xenófobos y racistas, etnolátricos y etnocentristas, populistas y totalitarios, contrarios a la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) y tergiversadores y malversadores de la Constitución Española de 1978, y, que se han dedicado a impedir que España tenga una democracia parlamentaria representativa. Estos nacionalismos buscan someter a las naciones de Europa, como España, a un neocolonialismo esclavizador y destructor del bien común.

 

El Catecismo de la Iglesia Católica (1992)[3] señala cómo debe ser el comportamiento, según el orden moral, de la autoridad política en sus disposiciones legislativas y gubernativas;

 

“(…) Si los dirigentes políticos proclamasen leyes injustas o tomasen medidas contrarias al orden moral, estas disposiciones no pueden obligar en conciencia”. Y recoge lo que señalaba el papa San Juan XIII (1881-1963) en la encíclica Pacem in Terris (1963: 51)); “En semejante situación, la propia autoridad se desmorona por completo y se origina una iniquidad espantosa”.  Y remata con lo que apuntaba el papa San Juan Pablo II (1920-2005) en la encíclica Centesimus Annus (1991: 44):

Es preferible que un poder esté equilibrado por otros poderes y otras esferas de competencia que lo mantengan en su justo límite. Es este el principio del “Estado de derecho” en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres”.

 

(…) Pero, a causa del pecado (cf. Rm 1, 18-25), el politeísmo, así como la idolatría de la nación y de su jefe son una amenaza constante de vuelta al paganismo…[4].

 

Paganismo totalitario-idolátrico nacionalista, que, destruye:

 

(…) el principio de la Economía divina con las “naciones”, es decir, con los hombres agrupados “según sus países, cada uno según su lengua, y según sus clanes”[5]  ,

 

El Pontificio Consejo <>, matiza aún más;

 

En particular, es moralmente inaceptable cualquier teoría o comportamiento inspirados en el racismo y en la discriminación racial [6]. 

 

 

 

La nota del clero nacionalista secesionista catalanista, contraria a la buena noticia del evangelio de Cristo y su Iglesia Católica, de encomendar a una autoridad nacionalista independentista a la Virgen de Monserrat para que lo iluminara en sus separatistas “decisiones de gobierno, y para “gobernar con justicia y firmeza buscando siempre el bien común de todos los catalanes y el diálogo con las otras instituciones del Estado”, resulta un tanto saduceo-farisaica, impropia del verdadero clero eclesial católico, que nunca debe apartarse de la verdad y la justicia, de la libertad y la equidad, de la solidaridad y la moral, de la ética y el derecho, de la identidad y la unidad histórica de España y de Europa.

 



[1] Pontificio Consejo <>, en Compendio de la doctrina social de la Iglesia, “La comunidad internacional”, Edit. Planeta-Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2005, p. 779, C. 32.

[2] Ídem.

[4] Santa Sede, Catecismo de la Iglesia Católica, “La profesión de fe”, op. Cit., ps 25-26, , Nºs 56 y 57, Cap. Segundo.

[5][5] Ídem, p. 25.









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