I
La única familia como tal, porque ha sostenido y sostiene los fundamentos antropológicos de la historia de la Humanidad, la familia natural y el matrimonio natural, mujer y hombre e hijos, hombre y mujer e hijos, vienen siendo denigrados y diluidos por la neomarxista y neoliberal ideología de género, la ideología del relativismo pansexual, diversificado al gusto del consumidor y del productor ideológico.
(…)
Ahora en este siglo XXI, el neoliberalismo y el neomarxismo socialista y comunista, se han apropiado y desvirtuado de los conceptos históricos y filosóficos de lafamilia natural y el matrimonio natural, al convertirlos en constructos ideológicos de la dictadura del relativismo sociocultural y del cientificismo neopositivista que los consensos parlamentarios de las democracias tecnocráticas y decadentes, han concretado en las inicuas y jurídicamente leyes materialistas pansexuales de la ideología de género.
Estas leyes materialistas y ambiguas, denominan familia o matrimonio a cualquier cosificación pansexual de las relaciones humanas afectivo-instintivas, sin compromiso ni responsabilidad para permitir la formación de la comunidad familiar de carácter universal que se sustenta en la identidad y la dignidad de la ley moral natural de las personas que Dios nos ha dado y que es la que articula los derechos y deberes universalesla Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), pero que el Nuevo Orden Mundial(NOM), el nomunacionalismo promovido por la Organización de las Naciones Unidas(ONU), trata de desvirtuar y sustituir por las experimentaciones ideológicas del relativismo deshumanizador de la ideología de género.
Hasta algunos pensadores no cristianos católicos, algunos pensadores marxistas de mediados del siglo XX como el alemán (perteneciente al movimiento de la dialéctica o utopía negativa y crítica hegeliana, nietzscheana, marxista y freudiana de la sociedad capitalista, la Escuela de Frankfurt) Theodor W. Adorno (1903-1969), denunciaron y rechazaron el control y destrucción de la unidad y la identidad familiar y matrimonial mujer-hombre-hijos (…):
"(…)Si el matrimonio ofrece una de las últimas posibilidades de formar células humanas dentro de lo general inhumano, éste se venga con su desintegración apoderándose de la aparente excepción, sometiéndola a las alienadas ordenaciones del derecho de propiedad y burlándose de los que se creían a salvo.
Justamente lo más protegido se convierte en cruel requisito del abandono. Cuanto más "desinteresada" haya sido originariamente la relación entre los cónyuges, cuanto menos hayan pensado en la propiedad y en la obligación, más odiosa resultará la degradación.
Porque es en el ámbito de lo jurídicamente indefinido donde prosperan la disputa, la difamación y el incesante conflicto de los intereses (…)".
Esto es en lo que han convertido las ideologías de izquierda y derecha con la ideología de género, a lo que ya no se llama propiamente familia ni matrimonio, mujer- hombre-hijos. La ideología de género, un "ámbito de lo jurídicamente indefinido", de lo jurídicamente relativista que desprecia la ley moral natural, la conciencia moral o ética, que ha dado lugar, a que penetre en el medio natural y ecológico, en la ecología del hombre, la familia y el matrimonio, el principio de la destrucción de la civilización, como indicaba el pensador germano de la dialéctica o utopía negativa y distanciado del marxismo ortodoxo, arriba referido. La jurídicamente relativista y promiscua ideología de género, lo vemos con ya demasiada frecuencia en la vida cotidiana de las sociedades occidentales del siglo XXI, ha dado entrada al terrorismo de la violencia de género en los hogares:
"(…) Donde la civilización como autoconservación no le compromete con la civilización como humanidad, da rienda suelta a su furor contra ésta contradiciendo su ideología del hogar, la familia y la comunidad. La moral micrológicamente ofuscada arremete contra esa ideología. En el ambiente distendidamente familiar, informal, halla el pretexto para la violencia, la ocasión para, al ser ahí buenos unos con otros, poder ser malo a discreción. Somete lo íntimo a una exigencia crítica porque las intimidades enajenan, mancillan el aura delicada y sutil del otro, que es lo único que puede coronarlo como sujeto. Sólo admitiendo lo lejano en lo próximo se mitiga la ajenidad; esto es, incorporándola a la conciencia (…)".
II
La evangélica Doctrina Social de la Iglesia Católica, en la sabia palabra teológica y filosófica del santo padre y papa emérito, Benedicto XVI (1927) nos advierte y recuerda la corresponsabilidad bioética de creyentes y no creyentes que tienen sobre la familia y el matrimonio natural:
"Dios confía a la mujer y al hombre, según sus peculiaridades propias, una específica vocación y misión en la Iglesia y en el mundo. Pienso aquí en la familia, comunidad de amor abierto a la vida, célula fundamental de la sociedad.
En ella la mujer y el hombre, gracias al don de la maternidad y de la paternidad, desempeñan juntos un papel insustituible con respecto a la vida. Desde su concepción, los hijos tienen el derecho de poder contar con el padre y con la madre, que los cuiden y los acompañen en su crecimiento.
Por su parte, el Estado debe apoyar con adecuadas políticas sociales todo lo que promueve la estabilidad y la unidad del matrimonio, la dignidad y la responsabilidad de los esposos, su derecho y su tarea insustituible de educadores de los hijos. Además, es necesario que también la mujer tenga la posibilidad de colaborar en la construcción de la sociedad, valorando su típico "genio femenino".
En la familia, en el matrimonio mujer-hombre-hijos,se han de tener en consideración tanto la identidad femenina como la identidad masculina, para evitar que unas y otras sean falsificadas y despreciadas por la ideología de género, como lo hacen algunas tendencias de ésta, el feminismo radical o el homosexualismo radical:
"(…)Ante corrientes culturales y políticas que tratan de eliminar o, al menos, ofuscar y confundir las diferencias sexuales inscritas en la naturaleza humana, considerándolas una construcción cultural, es necesario recordar el designio de Dios, que ha creado el ser humano varón y mujer, con una unidad y al mismo tiempo con una diferencia originaria y complementaria. La naturaleza humana y la dimensión cultural se integran en un proceso amplio y complejo, que constituye la formación de la propia identidad, en la que ambas dimensiones, la femenina y la masculina, se corresponden y se completan".
El santo padre, el papa actual, Francisco (1936) en su carta encíclica Laudato si´ (Sobreel cuidado de la casa común), insiste en la Doctrina social de la Iglesia Católica en lo relativo al irrenunciable y principal sentido antropológico y bioético de la familia como el bien común histórico-ecológico, como la ecología del hombre con sentido transcendente para la Humanidad, pero que se encuentra en crisis global y total:
"Pero quiero destacar la importancia central de la familia, porque "es el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano. Contra la llamada cultura de la muerte, la familia constituye la sede de la cultura de la vida" [Juan Pablo II, Carta encíclica Centesimus annus(1991) ]. En la familia se cultivan los primeros hábitos de amor y cuidado de la vida, como por ejemplo el uso correcto de las cosas, el orden y la limpieza, el respeto al ecosistema local y la protección de todos los seres creados. La familia es el lugar de la formación integral, donde se desenvuelven los distintos aspectos, íntimamente relacionados entre sí, de la maduración personal. En la familia se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir « gracias » como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y a pedir perdón cuando hacemos algún daño. Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea".
Las ideologías de la ideología de género, si han llegado hasta donde han llegado, a la falsificación y control de la comunidad familiar antropológicamente fundamentada en la dignidad y la unidad de la familia y el matrimonio mujer- hombre-hijos, es porque se lo han permitido las sociedades occidentales del posmodernismo decadentista y relativista. Los cristianos católicos que en ellas aún tienen una presencia histórica, deben cumplir con el derecho y el deber de decirles que el Cristianismo reconoce y defiende la misma dignidad y responsabilidad familiar tanto de la mujer como la del hombre y de los hijos: ¡Las ideologías de la ideología de género, no!