Los nacionalismos en Europa y España, han ocasionado guerras y crisis sociales, morales, culturas, económicas y financieras, desde que explotan en los siglos XIX y XX, tras una gestación que viene de finales de la Edad Media, cuando Europa rompe con la Cristiandad universal católica, que durante siglos le había dado el sentido de una comunidad histórica unida en unos mismos proyectos e ideales humanos y transcendentes: Dios y el ser humano en armonía para llevar a las naciones de Europa a la libertad y a la justicia.
Los nacionalismos estallan en los siglos XIX y XX, en el primero con crisis y guerras civiles e internacionales, y en el segundo también con crisis que traen dos guerras mundiales, la I Guerra Mundial (1914-1918) y la II Guerra Mundial (1939-9145). Fueron impulsadas por las ideologías de izquierdas y de derechas, por el liberalismo capitalista, primero, y luego, por imitación y eliminación de éste, por el socialismo, el comunismo, el fascismo y el nazismo.
De ellos no se libró España, donde las ideologías arriba indicadas entraron para desvincularla cada vez más de su identidad cristiana católica universal. Recordemos que las ideologías señaladas vienen a invadir a España de las naciones que siglos atrás fueron cristianas católicas, y que a partir de los siglos XVI y XVII, con el anticatolicismo de los cismas y las herejías dan lugar a las iglesias auto-reformadas a su antojo: del Reino Unido con su imposición del Anglicanismo controlado por el poder político, se exporta la masonería junto al liberalismo del economicismo librecambista; del centro Europa y de Rusia, con el Imperio Austro-Húngaro y Alemania, las del protestantismo luterano y calvinista, también controlado por el poder político, nacerá el materialismo ateo del marxismo filosófico del cual proceden el socialismo, el comunismo o el anarquismo bolchevique soviético, terrorista-revolucionario.
Cuando llegan a España siembran los nacionalismos guerracivilistas como otro medio de alcanzar el poder, fuera como fuera, a costa de revoluciones, de persecuciones sanguinarias contra sus oponentes, y siempre, contra los cristianos católicos, contra la milenaria presencia de la Iglesia Católica en España. Las anticatólicas y antieclesiales persecuciones, las revoluciones y las guerras civiles del liberalismo, del socialismo, del comunismo y del pseudo-fascismo franquista, en los siglos XIX y XX, son un ejemplo historiográfico indiscutible.
En España, en este siglo XXI, aún perduran estos nacionalismos, el del vasco-conservadurismo extremo y secesionista, y el secesionista terrorista vasco-etarra de tintes leninistas marxistoides; junto a ellos, el nacionalismo secesionista catalanista de tintes y mezcla del conservadurismo extremo y de la extrema izquierda. Mientras perduren, mientras las partidocracias que se alternan en el poder del Estado, sigan teniendo una actitud de permitírseles absolutamente todo para mantener sus ideologías de izquierda y de derecha el control de las instituciones de un Estado de Derecho en declive, los nacionalismos, como la corrupción política y la degradación social, moral, cultural, constitucional y democrática de España, nos seguirán impidiendo "la formación de un mundo más justo y más estructurado dentro de una solidaridad universal
En España, seguimos sufriendo el costosísimo desprecio de los nacionalismos, ya que la empobrecen en todos los sentidos, impidiéndole progresar en plenitud. Recordemos las sabias orientaciones de la Iglesia Católica de la prudente mano del reformador e incomprendido Santo Padre Pablo VI (1897-1978), en su Carta Encíclica Populorum Progressio (1967):
"El nacionalismo aísla los pueblos en contra de lo que es su verdadero bien. Sería particularmente nocivo allí en donde la debilidad de las economías nacionales exige por el contrario la puesta en común de los esfuerzos, de los conocimientos y de los medios financieros, para realizar los programas de desarrollo e incrementar los intercambios comerciales y culturales
Nunca se ha repetido y tergiversado tanto en España, por parte de las partidocracias y de los nacionalismos secesionistas y terroristas, el principio moral y ético de solidaridad. La solidaridad, como la igualdad, se ha entendido para el propio beneficio de las ideologías de partido. Cada una busca la solidaridad dentro de lo suyo, y no en el sentido verdadero y universal de solidaridad como la unión fraternal y comunitaria para el bien común, y no para el interés y el beneficio particularista. De ahí, que sea necesario, que en España, como en Europa, y por todo el mundo, alcanzar el verdadero camino:
"Hacia un mundo solidario.
Una tal situación, tan cargada de amenazas para el porvenir, Nos aflige profundamente. Abrigamos, con todo, la esperanza de que una necesidad más sentida de colaboración y un sentido más agudo de la solidaridad, acabarán por prevalecer sobre las incomprensiones y los egoísmos
Las identidades históricas de todas las regiones de España, que, desde la Constitución Española de 1978 se englobaron de forma irracional en el Estado de las Autonomías, ya no son tales, sino autocráticos micro- estados de prepotentes competencias legislativas y administrativas, hiperburocratizadas, tanto, que han impedido la intercomunicación, la convivencia y la comprensión entre los españoles de los cuatro puntos cardinales.
La responsabilidad de cambiar esta situación corresponde a todos los españoles, y son ellos los que han de exigir a las autoridades políticas que les gobiernan a que la realicen de forma honrada, y sin las mismas y continuadas traiciones. Para ello, es prioritario, no justificar sus fracasos políticos con una hipotética y pseudo-federalista reforma de la traicionada e incumplida Constitución Española(1978), sino llevar a término la reforma moral y democrática de los dirigentes políticos que hasta ahora solo han pensado más en ellos y sus ideologías partidocráticas, que en el bien común de España.
_________________________________________
[1]
Pablo VI: CARTA ENCÍCLICA POPULORUM PROGRESSIO: A LOS OBISPOS, SACERDOTES, RELIGIOSOSY FIELES DE TODO EL MUNDO Y A TODOS LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD SOBRE LA NECESIDAD DE PROMOVER EL DESARROLLO DE LOS PUEBLOS: Nº 63. En “Sumos Pontífices”, www.vatican.va.