Ante la situación de hundimiento socioeconómico de España y de Europa, los responsables políticos junto a sus ideólogos de izquierda o derecha, suelen culparse entre ellos, y cuando se cansan de esto juego pactado, le echan la culpa a una crisis internacional provocada por los intereses espurios de los mercados que ellos manejan, y que sin querer explicarnos exactamente cómo ni cuándo surgió, se ha instalado en las economías de cada nación para provocar una gravísima situación de quiebra económica y financiera.
La crisis económica y financiera internacional, es la suma de las crisis particulares de cada estado, provocadas por las economicistas e intervencionistas leyes del estado de bienestar social-materialista de las llamadas democracias occidentales, que son incapaces de realizar una reforma global del sistema financiero que fundamente la actividad económica y productiva de los mercados y las finanzas en unos comportamientos o actuaciones cuyo fin primordial sea el bien común universal, pues, la economía, la producción, la distribución y el consumo de los bienes y servicios han de estar orientados a la justicia, la solidaridad, la igualdad, la verdad, la dignidad y la unidad del bien común de las personas[1].
Las democracias del estado del bienestar social-materialista, han centrado sus políticas en el poder absolutista del dinero y el consumismo desaforado y sin sentido, olvidándose conscientemente, que, el centro de la vida social, cultural, jurídica, moral y económica, son las personas y las sociedades que conforman las naciones y los estados. Y más aún en este siglo XXI, donde la globalización de los mercados, de la economía y de las finanzas, ha de salvaguardar y garantizar los Derechos Humanos de las personas y de las naciones con una justa, solidaria y equitativa distribución de la riqueza y los recursos[2], ya que la interdependencia entre las personas y las naciones es cada vez mayor y más compleja, pero ello no debe impedir alcanzar un progreso material y espiritual pleno de la humanidad que destierre las desigualdades sociales, económicas, políticas y culturales.
Los poderes políticos que gobiernan en las sociedades del utilitarista estado del bienestar social-materialista, han convertido a las personas en objetos de explotación económica, no en sujetos morales y éticos que tienen el derecho y el deber de construir sus propias vidas personales en relación comunitaria con los demás, donde la ley moralque está inserta en la conciencia de la humanidad, y la ley civil, vayan juntas para propiciar los valores morales y éticos que contribuyan al bien común universal.
Estas sociedades del utilitarista y pragmático estado del bienestar social-materialista, cuyos orígenes y desarrollo se remontan a los siglos XIX y XX de la mano de las ideologías del liberalismo revolucionario individualista y de las revoluciones del marxismo-socialismo colectivista, nos han conducido en el presente Siglo XXI a una crisis, que es una crisis de vacío de la conciencia moral tanto personal como colectiva.
El caso de España es palmario, porque la crisis ha sido motivada por las coacciones ideológicas del poder político y las avaricias usureras del poder financiero, que, han conseguido el vacío de la conciencia moral de la sociedad, la cual ha permitido, durante decenios y decenios de simulacro de democracia monárquico- parlamentaria: el terrorismo y el aborto, la corrupción y el nepotismo, la perversión del Estado de Derecho, la deuda pública y privada, el latrocinio y la ruptura social que nos han traído un paro crónico y unas enormes desigualdades antisociales entre pobres y ricos, entre los ciudadanos españoles y una clase política privilegiada, intocable e inmutable, la de la izquierda de la socialdemocracia progre-relativista y la del centro derecha del conservadurismo progre-relativista.
Al hombre de este Siglo XXI, le han oscurecido la conciencia moral para reconocer por sí mismo, que es él y no las ideologías intervencionistas, quien tiene el poder para configurar su propia vida personal y comunitaria de acuerdo con unos derechos y unos deberes, derechos y deberes que se definieron en el Siglo XX con la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), los cuales no surgieron por mera casualidad sino que fueron el resultado de una toma de conciencia moral después de las terroríficas y sangrientas guerras sufridas en ese siglo, la I Guerra Mundial(1914-1918) y la II Guerra Mundial(1939-1945) y de otros conflictos bélicos ocurridos tiempos atrás con las revoluciones que violentaron los derechos humanos. En los Derechos Humanos es donde con más plenitud se manifiesta la conciencia moral del ser humano, ya que al centrarse en el hombre mismo y en Dios, su Creador[3], se nos muestran como derechos universales inviolables, inalienables e indivisibles.
Los Derechos Humanos, no han sido el resultado del poder político y económico de los estados y las ideologías.
Sin embargo, los derechos y deberes fundamentales de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, desde fines del Siglo XX y durante estos primeros decenios del Siglo XXI, están siendo desmembrados, desnaturalizados por las injerencias ideológicas de lo que algunos llaman Nuevo Orden Mundial, que de nuevo tiene poco, ya que nos impone un reaccionario orden intervencionista que busca controlarlo todo, pues, esas injerencias actúan bajo el dictamen de las ideologías de los siglos XIX y XX, aunque maquilladas con las falsedades del neoliberalismo progre-radical-individualista y del neosocialismo y del neocomunismo progre-radical colectivista.
Tanto uno como otro, y a veces en sibilino consenso, se han dedicado a la destrucción de los valores y las leyes morales objetivas del derecho natural y del derecho positivo más humanizante, con legislaciones ideócratas cuyo punto de partida es el mismo: la neomarxista y ya también neoliberal ideología de género y la dictadura del relativismo. Con estos dos instrumentos sutiles de intervencionismo ideológico que generan leyes inicuas, se intenta suplantar la conciencia moral por el subjetivismo de una conciencia inmanentista y laxa, que sólo se guía por el relativismo de los sentimientos irracionales y no por el conocimiento o el juicio racional de las acciones morales que nos muestran las verdades palpables del ser humano, ya sean objetivas u ónticas, ya sean transcendentales y universales verdades morales.
En este Siglo XXI, por España, por Europa, en América, en más de medio mundo, el vaciamiento de la conciencia moral, tanto personal como comunitaria, ha dejado al hombre de las utilitaristas sociedades del estado del bienestar social-materialista, sin identidad y dignidad porque se le ha impedido saber, que en el conocimiento de los valores y leyes de la conciencia moral reside la realización del destino de la naturaleza humana en la Historia, un destino donde el sentido pleno de la existencia se relaciona con Dios y con el ser humano.
[1]Pontificio Consejo <>, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, B.A.C., Madrid, 2055, Nºs 164; 331-332.
[2]Ibídem, Nºs 366 y 373.
[3]Ibídem, Nºs 152 y 153.