Las instituciones históricas, como la Iglesia Católica, son tales por la inmensa riqueza simbólica que conforma su identidad teológica en la Historia de la Humanidad.
la Iglesia como La Barca de San Pedro( la Barca que ahora navega por los periplos del Tercer Milenio de la Historia de la Humanidad, guiada por la gracia santificante del Espíritu Santo, que, es quien nos propiciará un nuevo Sumo Pontífice, el nuevo Obispo de Roma, al Vicario de Cristo en la Tierra, el Sucesor de San Pedro) es uno de los símbolos más relevantes, aunque el símbolo por antonomasia es la Cruz de Cristo, porque al ser el Árbol de la Vida, se convierte en el palo mayor que aguanta las velas de las Sagradas Escrituras y de la Tradición para que no se hunda la Barca de San Pedro con los diluvios y en las tempestades de los mares y océanos, durante su peregrinación por la Tierra hacia el Cielo Eterno.
La Barca de San Pedro, ya estaba prefigurada en el Antiguo Testamento en el Arca de Noé. De este modo la Revelación definitiva de Dios en Cristo y su Iglesia, une el Antiguo con el Nuevo Testamento, para perfeccionarlo y entenderlo con la clarividencia de la Palabra Eterna.
El símbolo del Arca, se entiende como referencia a la Iglesia, y dentro de ella, la diferenciación entre la vida activa yla contemplativa, siendo ésta superior a la primera, pero ambas, han sostenido a la Iglesia a través de los avatares de la Historia de la Humanidad. El Arca de Noé, prefiguración de la Barca de San Pedro, viene a ser un símbolo ascensional.[1]
La milenaria Iglesia Católica, inserta en el devenir de la Historia de la Humanidad, sufre los desafíos de la misma y contribuye a su progreso espiritual, con sus virtudes y defectos. Con los defectos, porque forma parte de las debilidades y miserias humanas, pero aun son más y mayores las virtudes morales y religiosas, que mantiene imperecederas con el Evangelio, porque por medio de ellas se ha convertido en el centro histórico de la Civilización Occidental. Si no hubiera sido así, habría desaparecido hace siglos, como han desaparecido las pseudo-religiones, herejías y sectas, porque han falsificado e instrumentalizado a Dios y al hombre, o las instituciones políticas e ideologías, por haber ensangrentado la Historia con guerras y miserias, terror y revoluciones.
Podemos trasladarnos hacia varios siglos atrás en la Historia de Europa, el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna, para entender lo que significa y representa la Iglesia. Una época parecida a la actual en cuanto ya estamos acabando el tránsito de un siglo convulsivo a otro, el tránsito de los terroríficos totalitarismos de estado y de un gran progreso científico-tecnológico, con beneficios pero también con peligros, del Siglo XX, a la dictadura del relativismo, el laicismo radical, el secularismo, la descristianización de Occidente, el anticristianismo, el fundamentalismo terrorista islámico e hinduista, del presente Siglo XXI.
Para ayudarnos traigamos el testimonio espiritual de uno de sus santos, el que es considerado como un clásico de la espiritualidad del primer Renacimiento, cuya vida se extiende por los pontificadosde Eugenio IV(1431-1447), último Papa de la Edad Media, y Nicolás V (1447-1455),el primer Papa de la Edad Moderna, que puso fin el Cisma de Occidente(1378-1417), provocado por lasreciprocas y conflictivas injerencias del poder espiritual de Roma y del poder temporal de las monarquías de Europa, Cisma de Occidente que la Iglesia empezó a neutralizar con la elección como Papa a Martín V (1417-1431), pues, con él se acaban los antipapas del Cisma de Occidente, y se inicia la reconstrucción y reforma de Iglesia. La identidad histórica de la Iglesia, se ha ido formando junto a las identidades históricas de las patrias y naciones europeas, cuando eran monarquías o feudos, y cuando se inician como estados modernos, el primero de ellos fue España, luego le seguirían Francia, Alemania, Inglaterra, Portugal, Italia…
Se trata de un santo y escritor, tratadista místico, y también de un reformador que plantea una reforma eclesiástica, en la que se preludia ya la reforma del Concilio de Trento (1545-1563). En su obra De institutione et regimine praelatorum señala la necesidad de una reforma del episcopado: es el italiano San Lorenzo Justiniano[2] (1381-1456). Fue el fundador en 1404 de la Congregación de los Canónigos Regulares de San Jorge de Alga, comunidad que conjugaba el método de Santo Domingo de Guzmán (1170-1221) de vida mixta, de una vida religiosa de síntesis histórica y espiritual, la vida activa o ascética y la vida contemplativa. Fue también Patriarca de su ciudad natal, Venecia, y canonizado en 1690 por al Papa Alejandro VIII (1689-1691). En su tratado místico de influencia de la escuela franciscana, sobre la oración y la contemplación sapiencial, El Árbol de la vida (Lignum vitae (1419), nos dice lo que representa la Iglesia en todas las circunstancias históricas, como la que ha atravesado con el breve, pero fructífero en la consolidación y clarificación teológico-doctrinal, del Pontificado de Benedicto XVI (2005-2013):
"Brilla también la vida contemplativa sobre la activa, porque es más valiosa, y esto porque son menos los que la abrazan. La vida activa la siguen muchos, la contemplativa, pocos.
Esto fue prefigurado en el arca de Noé, del que se dice que la parte inferior era ancha, y la superior(o techo, o cubierta) se alzaba en un codo (cfr.Gn, 6, 16). Vemos cómo en la Iglesia hay muchos soberbios, lascivos, iracundos por las cosas de la tierra, pendencieros y lascivos de los derechos del prójimo; mas como la Iglesia los tolera, parece como si hubieran sido metidos en la anchura del arca de las bestias. En cambio, vemos cómo otros respetan lo ajeno, perdonan ecuánimamente las injurias que se les hacen, se conforman con lo que tienen, viven humildemente y cumplen con solicitud los preceptos divinos; pero como son pocos, el arca se estrecha.
Contemplamos también a algunos que dejan lo que tienen, que no se afanan nada por las cosas de la tierra, que aman a los enemigos, mortifican su carne, dominan con su razón los movimientos pasionales y movidos por el deseo de lo celestial, se elevan con las alas de la contemplación. Más éstos son muy pocos, y el arca se va estrechando hasta terminar el techo o cubierta en un codo, donde estaban los hombres y las aves."
Otra vez, en este Siglo XXI, como en los anteriores siglos de la Historia, la Iglesia se dispone al relevo de la Sede Vacante de San Pedro por la renuncia del Santo y Sabio Papa Emérito, Benedicto XVI. Es el primer Papa que renuncia con la plena libertad de la conciencia cristiana que se ha alimentado con los dones y los frutos del Espíritu Santo, los siete dones y los doce frutos o las doce virtudes[3], las cuales nacen en la Iglesia del Árbol de la Cruz, el Árbol de la Vida, que es quien sostiene a la Barcade Pedro, dones y virtudes que en él perviven y crecen en todos los siglos. Los siete dones: sabiduría, entendimiento o inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Y las doce virtudes: amor, alegría, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fe, modestia o humildad, continencia y castidad.
Durante su Pontificado, Benedicto XVI ha sabido compaginar la vita activa o ascética y la vida contemplativa de oración, siendo ésta última su definitiva opción, la opción de los grandes tratadistas místicos de la Edad Media como los franceses Hugo de Balma(1289-1304) o Guillermo de St. Thierry(1085-1148), o los místicos flamencos y alemanes comoJuan Ruysbroeck (1293-1381), John Taulero(1300-1361), Enrique Suso(1295-1366), Eckhart(1260-1327), Tomás de Kempis (1380-1471), Enrique Herp o Harphius (c. 1405-1477), o como los propiamente místicos que beben de los anteriores para alcanzar por medio de las tres vías o estados, la perfección espiritual[4], la vía purgativa, la iluminativa y la unitiva de la beatitud, de la plenitud mística de unión con Dios: San Juan de la Cruz (1542-1591) en la poesía, o Santa Teresa de Jesús(1515-1582)en la prosa.
En su sapiencial teología, que ha hecho frente a la dictadura del relativismo, Benedicto XVI ha sabido compaginar la sabiduría de Dios y del hombre en sus textos teológicos y filosóficos, que en buena medida son tratados místicos que se entroncan con la Tradición Espiritual cristiana católica, para dar a entender al mundo, que la Iglesia de Cristo, con él, como Papa Emérito, y con el futuro papa, la vida activa o ascética y la vida contemplativa, forman parte de la mística cristiana, ya que es una mística de la comunidad donde "todo debe estar al servicio de la acción del Espíritu"[5]. El hombre se acerca a Dios no como individuo aislado sino como miembro de un cuerpo, el Cuerpo Místico de Cristo. La Iglesia, "en cuanto Cuerpo de Cristo, es decir, los muchos que llegan a ser un solo cuerpo, es obra del Espíritu Santo: es, el misterio de la unidad entre el <> (Cristo) y los <>(los creyentes, sus miembros), y esta unidad es la Iglesia."[6]
Es Cristo quien da la gracia del Espíritu Santo a la Iglesia, El Espíritu Santo es quien guía a la fe y la razón en la unidad del Amor y de la Verdad.
Diego Quiñones Estévez: artículo basado en el ensayo filológico (en preparación): Llama de conciencia mística (San Lorenzo Justiniano y San Juan de la Cruz).
[1] Jean Chevalier y Alain Gheerbrant, Diccionario de los símbolos, op. cit., pág. 131.
[2] San Lorenzo Justiniano, "La oración", El Árbol de la vida, Edit. EDICEP, Valencia, 1994, T.2, p. 324.
[3] Asociación de Editores del Catecismo, "Formulas de la doctrina católica", Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio, Madrid, 2005, p. 230.
[4] Royo Marín, Antonio, "El organismo sobrenatural y la perfección mística", Teología de la Perfección cristiana, Ed. B.A.C. Madrid, 19685, pág. 273.
[5] Horts Balz y Gerhard Scheneider, Diccionario Exegético del Nuevo Testamento, Edic. Sígueme,
Salamanca, 1998, Vol I, págs. 1250-1267.
[6] Comité para el Jubileo del año 2000, "El Espíritu Santo y la Iglesia", El Espíritu del Señor, Edit.
B.A.C., Madrid, 19973, Cap. V, pág. 71y 78.