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Esta terrible pandemia, este estado de alarma sanitaria que parece no tener fin, nos ha privado de muchas cosas, aunque solo una sea importante de verdad. Y es que la vida de un solo ser humano vale más que todo el coste económico provocado por esta inactividad comercial. Y ya superamos con creces los veinte mil fallecidos y son cientos de miles los contagiados. Después viene todo lo demás: el confinamiento obligatorio, la pérdida del empleo, el cierre de los comercios, la suspensión de las clases, la cancelación de todos los actos festivos y religiosos…
Y ahora, como no podía ser de otro modo, ha llegado también el momento de la “no celebración” del Día del Libro. Porque este 2020 también va a significar un antes y un después para muchas librerías. Y más todavía para aquéllas que carecen de una página web que les permita vender algún libro durante el confinamiento obligatorio.
Quizás sea una paradoja, pero justo ahora que la gente tiene más tiempo para leer, y realmente lo está aprovechando para devorar un libro tras otro, va a ser el momento en que muchas librerías echen el cierre definitivo. Y todo porque, como nunca encontrábamos un momento para dedicarlo a la lectura, los libros se amontonaban ya en nuestra mesita de noche y en la estantería del salón. Y todo porque ahora leemos más libros, pero no compramos ninguno.
Algunos afirmarán que es ley de vida, que son innumerables los oficios que han ido desapareciendo a lo largo de la historia y que otros nuevos aún están por llegar. Eso está claro, pero esto no quita que a uno, antiguo librero, le cause una profunda tristeza esta cruda realidad: el cierre definitivo de muchas librerías tradicionales. Y sí, por supuesto que las echaremos de menos. ¿No creen?