Esta terrible pandemia está provocando una amnesia consentida en algunos de nuestros gobernantes, que nos vuelven a ofrecer soluciones progresistas, que para nada lo son, como única opción para salir de la crisis económica que ya nos oprime.
Por eso, viene bien recordar este reproche que un famoso escritor publicó hace algún tiempo: “No existe ningún programa práctico, excepto la propuesta de un salario mínimo universal que, según se dice, haría innecesaria la expropiación de la tierra y de los bienes. Imagino que esto supondría una subida de impuestos al empleador, probablemente hasta convertirlo en demasiado pobre como para emplear a nadie, y entonces el Estado se convertirá en el empleador. ¿Pero qué Estado sería ese?, y, Dios mío, ¿qué estadistas se harían cargo? Seguramente (si no se necesita nada más que un nuevo salario financiado por un nuevo impuesto) serían como los alegres estadistas que el mundo produce hoy en día: parásitos parlamentarios convertidos en omnipotentes burócratas”.
Tras leer estas líneas, más de uno habrá pensado que van dirigidas a la gestión de esta crisis por parte de Pablo Iglesias. Pero no, pues Chesterton se refería a un grupo de comunistas ingleses y su artículo data del año 1935. El escritor inglés, ante el problema de las desigualdades sociales que tanto afecta al vicepresidente Iglesias, afirmó lo siguiente: “Que un hombre pueda abandonar sus lujos es una cosa; que la humanidad deba abandonar su libertad para poder enfrentarse con el problema del lujo es algo totalmente distinto.
Cualquiera puede convertirse en pobre voluntariamente; pero es una cosa muy diferente empobrecer a toda una cultura”. Pues algunos comunistas ingleses del pasado siglo, como ahora afirman nuestros paisanos, hablaban “sobre la necesidad de sacrificar la antigua fe y la libertad y hacer desaparecer la pequeña propiedad por medio de impuestos (…) que era triste, que era duro, pero que se trataba de un sacrificio heroico; que no debíamos aferrarnos sentimentalmente al pasado, sino mirar a un futuro más brillante y más amplio (…) Ahora se les pide que sacrifiquen todo en nombre del comunismo”. Y pronto, si no lo remediamos, hasta la libertad de prensa en pro de una única verdad oficial dictada por el Gobierno.
Chesterton no fue testigo de la caída del Muro de Berlín, pues falleció en el año 1936, pero sí que tuvo claro que “no es necesario que toda una sociedad abandone la belleza, como no es necesario que abandone la libertad. Si miramos con atención la historia, veremos que esas brutales renuncias sociales no han hecho más que daño (…) Los hombres deberían sacrificar sus libertades personales solamente para restaurar la libertad”.