¿Por qué será que aquí en España la educación siempre ha estado en manos de los gobiernos progresistas? Porque, no nos engañemos, ni la ley educativa de Aznar; la llamada LOCE; ni la de Rajoy; la actual LOMCE; se han podido aplicar en su totalidad y durante un tiempo prudencial para comprobar su valía. En cambio, la LOGSE de González se desarrolló del todo y la LOE de Zapatero fue redactada por las mismas personas que años después se pusieron a trabajar en la LOMCE de Rajoy.
Los políticos progresistas están convencidos de que si controlan la educación, lograrán poner de su parte y de forma perenne a la sociedad entera. Y como son sabedores de que la familia influye aún más que la escuela en la educación de los niños, legislaron también la ley del aborto, la del divorcio exprés y la de los matrimonios de las personas del mismo sexo. Han logrado que las familias pierdan su identidad, su unidad, y que su buen hacer se malogre en beneficio de la ideología sectaria que se imparte en las escuelas.
Un Gobierno progresista de verdad, que pretendiera dignificar la educación, se centraría primero de todo en cuidar a las familias, en promover su formación, su estabilidad y fecundidad. Derogaría las leyes del aborto, la del divorcio y la del mal llamado matrimonio homosexual. Y en la nueva ley educativa daría el principal protagonismo a los padres, dando prioridad al artículo 27.3 de nuestra Constitución y a la libertad de elección de colegio por parte de las familias.
En cambio, cuando un gobierno pretende hacer una ley educativa sin tener en cuenta a los padres; que son los que más quieren a los niños que van a recibir en sus escuelas; muestra a las claras su pretensión de manipular las conciencias de los más pequeños. No nos engañemos ni nos chupemos el dedo, pues cuando una ley impide a los padres que se impliquen y sean los primeros en la educación moral, afectiva y sexual de su prole, estamos ante una ley inmoral, ilícita, sectaria… que sólo busca confundir y que sembrará en el corazón de nuestros pequeños la amargura que a ellos ya les rebosa. A los padres les toca decir un “basta ya” e ir a por todas, por la felicidad presente y futura de sus hijos, hasta las últimas consecuencias y caiga quien caiga.