Causa sonrojo, vergüenza y pena la actitud del judoca egipcio Islam El-Shehabi que despreció el saludo a su contrincante de nacionalidad israelí. Quizá estaba dolido por la humillación de la derrota; infringida por un infiel de un país enemigo; pero todo parece indicar que su actitud hubiera sido la misma si él se hubiera alzado al final con la victoria.
Y algo parecido está ocurriendo aquí en España, donde los dirigentes políticos de los principales partidos son incapaces de llegar a un acuerdo y hasta se negarían el saludo si esto no les dejara en ridículo patente ante toda la nación.
También causa vergüenza la decisión de la señora Cifuentes de imponer la ideología de género en todas las escuelas de la Comunidad de Madrid. Como bien diría Julián Marías, muestra una reacción “absolutamente inadecuada, hecha de inhibición, temor y respeto a lo despreciable”. Sí, porque es despreciable que se vulnere el derecho primigenio de los padres a educar a sus hijos según sus creencias. Es ruin que se pase de pedir respeto a toda persona a tratar de imponer un modo de vida minoritario que, de no ser así, sería la sentencia de muerte para todo el género humano. Es más que despreciable que por un puñado de votos, por liberarse del acoso mediático y físico de este colectivo, justifique su decisión y hasta se atreva a criticar a los obispos madrileños que han dejado en evidencia su claudicación.
Está claro que en esta vida no se puede contentar a todos, pero sí se debe actuar con la verdad por delante. Si el judoca egipcio quería quedar bien con la corriente más radical de su religión, tendría que haber renunciado a combatir con el israelita. Si Sánchez y compañía no se pueden ni ver en pintura, tendrían que presentar su dimisión por el bien de España. Si la señora Cifuentes desea tener una vida tranquila, sin pintadas en las paredes de su casa, sin insultos mediáticos y demás, también tendría que presentar su dimisión o, a una mala, pedir el ingreso en otro partido político como Izquierda Unida o el PSOE, donde estaría como pez en el agua. ¿No creen?