En mi pueblo somos afortunados, pues la aparición de la “Mare de Déu de la Salut” en el año 1247 supuso un parabién que se ha prolongado a lo largo de casi ochocientos años. No hay habitante que no se acoja bajo su protección y hasta se da la paradoja de que algunos se declaran ateos y, en cambio, muestran su amor fervoroso a la Madre de Dios.
Hace ya más de cuatrocientos años que el pueblo empezó a celebrar por todo lo alto la festividad de su Patrona. Y así, poco a poco, un año tras otro, los habitantes del municipio se fueron involucrando en la organización de las procesiones y los bailes que las adornaban. Y el colofón se dio hace unos cuantos años, cuando el pueblo entero recibió con emoción la noticia de que la festividad en honor a la “Mare de Déu de la Salut” quedaba declarada como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Pero como todos sabemos, ahora corren nuevos tiempos de progreso; o de regreso a tiempos ancestrales; y de rechazo a todo lo que huela a religioso o clerical. Y por eso nuestra alcaldesa, y algunas noticias aparecidas en su boletín municipal denominado “Berca”, han empezado a utilizar la expresión neutra de “la nostra festa” o “la festa d’Algemesí” para referirse al folclore procesional en honor a nuestra Patrona.
Pues sí, está claro que somos los habitantes del pueblo los que ponemos de nuestra parte para que esas procesiones luzcan lo más posible.
Pero jamás se ha de olvidar ni dejar de mencionar que lo hacemos en honor a nuestra querida “Mare de Déu”. Sin su presencia maternal esta fiesta no tiene ningún sentido ni razón de ser. Por eso, como algemesinense que es uno, me causa tristeza ver que algunos habitantes de este pueblo tratan de desligar a la Mare de Déu de los bailes que la honran. Más aún, me causa indignación pensar que algunos estarían dispuestos a participar en las procesiones de los días 7 y 8 de septiembre aunque se decidiera dejar a la Virgen encerrada en su camarín como antaño lo estuvo en el hueco de una morera.
Está claro que cada vez somos menos los que clamamos noche y día, a media voz, para que nuestra Madre se quede por siempre aquí, para que no nos deje de su mano la que es Estrella de la Mañana. Pero nos queda la esperanza de que, al igual que sucedió hace ochocientos años, Ella volverá a nosotros una y otra vez, por mucho que algunos se empeñen en llevársela lejos de nuestra ciudad.
