La vida es maravillosa, aunque para alcanzar esa felicidad que todos anhelan haya que buscar un camino alternativo al propuesto por las películas de amoríos y el espectáculo mediático de algunos famosos de turno.
Unas y otros les quieren hacer creer que un día conocerán a una persona maravillosa y que ese mismo día tendrá un final apoteósico… en su cama o en la suya. Sí y que al cabo de un corto periodo de tiempo se irán de un verdadero viaje de novios, que no de casados. Ya después se vería si, a parte de compartir lecho, también compartirían un proyecto común y un compromiso mutuo de ayuda y de entrega.
Nuestra juventud anda desnortada, sin un digno modelo a seguir. Creen que en la entrega carnal, que no espiritual y comprometida, radica la plena felicidad. Por eso se dejan llevar por la pasión y son capaces de buscar el momento y el lugar. O incluso, hasta siendo menores de edad, irse unos días juntos a pasar en una cama la mayor parte del tiempo. La convivencia idílica que se habían imaginado, tal y como ocurre en algunos films, se cae hecha añicos cuando surge alguna dificultad del tipo “me duele la cabeza”, “ahora me apetece ver la tele” o “te toca a ti usar el anticonceptivo”. La negativa de uno de los dos a mantener una relación sexual puede desencadenar una discusión sólo explicable cuando se usa al otro en provecho propio.
Puede que la turbia relación continúe por simple rutina o porque uno ha echado por la borda toda esperanza de salir de esa relación emponzoñada. De todas formas, tarde o temprano llegará el rotundo fracaso, quizá con un aborto provocado de por medio o con un hijo nada deseado. Y entonces uno tratará de recomponerse con el falso convencimiento de que aquello fue sólo una pesadilla, de que nunca conoció a esa persona, de que no disgustó a sus padres hasta la incomunicación y de que seguro algún día encontrará a esa persona maravillosa que no podrá jamás conocer su turbio pasado. Pero eso sólo pasa en las películas. En la cruda realidad, si no cambia de pensar, si no deja de ver en el otro un simple objeto de deseo y de gozo, si no está dispuesto a escuchar los consejos de sus mayores, si sigue sin querer ver que el compromiso es el paso previo e indispensable para una entrega plena y sin condiciones, está condenado a un nuevo fracaso.
Y lo peor de todo; esto tampoco sale en las películas ni los famosos quieren hablar de ello; es que cada uno de estos desengaños deja una profunda herida en el corazón y que, si no le da la gana cambiar el chip y empezar de nuevo, llegará un momento en que la tristeza inundará su corazón de forma perenne y contagiosa.