La ideología de género ha calado hondo en el pensar de nuestra sociedad. Por eso a muchos no les llama la atención que la Junta de Andalucía haya decidido obligar a todos los docentes a usar un lenguaje neutro o, en su defecto, a utilizar siempre las dos formas, la masculina y la femenina. La Consejería de Educación es la que paga las nóminas de los maestros; y de las maestras; y, por lo tanto, tiene un gran poder de convicción.
En estos tiempos tan “progresistas”, tampoco llama mucho la atención que la emisora de radio de COPE Valencia, que este año celebra su cincuenta aniversario, emita publicidad contratada por el ayuntamiento de la capital o por el gobierno autonómico y que en sus cuñas, sí o sí, los publicistas tengan que utilizar los términos masculino y femenino, al modo “valencianos y valencianas”, cada vez que se haga referencia a mujeres y hombres, niños y niñas o ciudadanos y ciudadanas. Estas instituciones públicas son las que pagan y… no hay nada más que añadir.
Es más que probable que, una vez se constituya en España el nuevo Gobierno de cuño “progresista”, se exija por ley que la Real Academia Española de la Lengua cambie la norma del uso del género. Ésa que argumenta que el género masculino se debe utilizar para englobar a toda la especie, siempre y cuando no se necesite una especificación. Argumentará el nuevo Gobierno que la lengua está en constante evolución, que los hablantes van creando y cambiando modos de decir y de hablar. El problema radica en que esta forma de expresarse “por sexos” se ha impuesto por los defensores de la ideología de género, sin tener en cuenta que el pueblo llano jamás se expresó ni se expresa hoy en día así.
