La otra crisis: Votos de alquiler

La presidenta de la Comunidad de Madrid, la señora Cristina Cifuentes, ha sorprendido a propios y extraños al presentar su candidatura a la presidencia del Gobierno de España como alternativa progresista al conservadurismo de Rajoy y compañía. Porque en eso han consistido los cuatro años del señor Rajoy en la Moncloa: conservar y desarrollar todas las leyes “progresistas” de los gobiernos socialistas de González y de Zapatero.

Resulta que los populares de nuevo cuño han decidido lanzarse al ataque, unirse al enemigo, y hasta superarles por el carril de la izquierda. Han pasado de disfrutar de las leyes progresistas del partido contrario; que se lo digan al señor Maroto y a su nuevo y flamante “marido”; a legislar a destiempo y fuera de lugar leyes tan “adelantadas” que hasta los mismos socialistas rechazan por principios morales.

Parece mentira que la señora Cifuentes tenga tan bien aprendida la lección. Cualquiera diría que es una chaquetera o una infiltrada para dinamitar del todo los ya maltrechos cimientos del Partido Popular. Y es que manipula el lenguaje con maestría, llamando “gestación subrogada” al infame alquiler del vientre de una mujer necesitada. Y hasta se ha atrevido a imponer la disciplina de voto a todos sus compañeros de partido; pasándose por debajo del arco del triunfo el derecho a la objeción de conciencia; para que apoyasen la propuesta de Ciudadanos en la Asamblea de Madrid.

Cada vez son más los que critican la traición de la actual cúpula del PP a los principios del humanismo cristiano que sustentaban su ideario político. La debacle popular será una realidad dentro de unas semanas y perderán para siempre esos votos “útiles” que el miedo al populismo mantenía por obligada fidelidad. El populismo ha llegado al PP para quedarse y el contrato de voto de alquiler, o voto secuestrado, ha quedado finiquitado. La gente de bien ha de buscar ya otro partido, y ha de comenzar a hacer campaña con su recto actuar y con un trabajo responsable y constante.