La otra crisis: ¿Muerte digna para una vida indigna?

  Algunos creen que una mentira se convierte en verdad si el pueblo así lo decide; de forma democrática, claro está. Y mientras tanto, mientras la mayoría de los ciudadanos aún no han caído en la cuenta de su carisma indiscutible, andan con otra estrategia: su mentira dicha mil veces, se transforma en una verdad. Y así repiten una y otra vez que la eutanasia es un derecho, que es necesario regular la “muerte digna”, que ya está bien de tanto sufrir y hacer sufrir.

    Y tanta insistencia, ese reclamar a tiempo y destiempo la “muerte digna” de nuestros enfermos y mayores, resulta sospechosa, pues más bien parece un mero pretexto para quitarse de encima un problema económico y asistencial. Más aún, si al final se salen con la suya y aprueban esa ley de la eutanasia, serán muchos los enfermos y ancianos que se verán forzados a pedirla para no ser una carga insoportable para su familia o el Estado. Quizá más de uno les eche en cara el elevado coste de su pensión, de su tratamiento médico o de la residencia de turno donde ha quedado aparcado. Y así, entre la espada y la pared, elegirán la única opción que les librará del sinvivir de sentirse un mero estorbo.

    Ver para creer, que las personas que necesitan una especial protección, antaño consideradas los cabeza de familia, serán las primeras que quedarán desahuciadas al poco de aprobarse una supuesta ley de la eutanasia. Una ley inmoral que olvida la dignidad que todo ser humano tiene desde su concepción y hasta su muerte natural. Una ley laicista que para nada tiene en cuenta la espiritualidad del hombre; su ser hijo de Dios y merecedor de un trato exquisito, se encuentre en el estado que se encuentre; y su llamado a la eternidad.