Los españoles andamos más que inquietos, a la espera de la resolución gubernamental provisional de los dirigentes políticos “progresistas”. Olvidan, o quizá ignoran, que en muchas de nuestras escuelas las familias inmigrantes procedentes de países de religión musulmana son mayoría más que absoluta.
Nuestros “progresistas” políticos quizá esperan que las futuras generaciones de mayoría musulmana, ya con la nacionalidad española por nacimiento, hagan suya su ideología sectaria y laicista y se decanten por sus colores. Pero va a ser que no, pues lo más probable, como ya ha pasado con algunos políticos extremistas de algunas ciudades andaluzas, es que esos dirigentes de izquierda se cambien de chaqueta y hasta de religión para apuntarse al equipo ganador.
Y mientras tanto, aquellos que apuestan por la libertad y la defensa de la verdad, no les cabe otra que espabilar, que defender sus ideales con pasión y sin descanso. El futuro es incierto y más que lo será dentro de un par de décadas. Los españoles hace tiempo que nos decantamos por políticas y actitudes antinatalistas y es cuestión de tiempo que nuestro bagaje cultural, religioso y social sea barrido por una mayoría que en la actualidad es incapaz de integrarse, por razones varias y porque lo que les ofrece esta sociedad descreída no les reporta bien alguno.
No esperemos que el Partido Popular nos saque las castañas del fuego. Lo pudo hacer cuando disfrutó de la mayoría absoluta más estéril que en democracia ha existido. Más aún, la ideología que mueve a sus actuales dirigentes, y cada vez más a sus bases, no dista un ápice de la de cualquier partido de izquierda que se considere “progresista”.
Es momento de apostar por formaciones nuevas, de ser valientes y dejar a un lado ese miedo al “voto útil”. Eso sí, ojalá surjan auténticos líderes que ilusionen de nuevo a la buena gente que tan desorientada anda hoy en día.