Llegó el buen tiempo, con los altibajos propios de la primavera, momento ideal para que nos retratemos ante los demás. Porque si no me importa nada presentarme en pantaloneta y en chanclas en la consulta del médico, en la tutoría del colegio, en el ayuntamiento o hasta en la iglesia, muestro a las claras el poco respeto que los demás me merecen y la necesidad que tengo de recibir clases de buenos modales.
Por eso, no será de extrañar que dentro de nada algunos niños imiten a sus padres y vayan al colegio en bañador, camisetilla de tirantes y ese molesto ruido de chanclas. Quizá, para dar buen ejemplo a esos progenitores tan calurosos, sería conveniente que los colegios tuvieran por norma impedir el paso a todos aquellos que acudan al colegio como si de una playa se tratara. ¿No creen?