Los españoles hemos sufrido durante décadas los crímenes de la banda terrorista ETA. Y nuestra indignación aún continúa cuando escuchamos a alguno de sus componentes y simpatizantes calificar y justificar sus asesinatos como un "conflicto político" entre el País Vasco y el "Estado español".
Los españoles estamos sufriendo ahora la aparición de grupos terroristas islamistas. Y nuestra indignación se acentúa cuando sus integrantes califican y justifican sus aspiraciones fanáticas como "una guerra santa contra los infieles".
Unos y otros olvidan que la vida de un solo ser humano vale más que el mundo entero y que el uso de la violencia en nombre de Dios es una gravísima blasfemia. Porque, ¿qué habría sido de estas personas, que han usado la violencia para imponer sus ideas, si el País Vasco fuera desde siempre independiente y el Islam estuviera ya extendido por el mundo entero? ¿Hubieran sido ciudadanos pacíficos o seguirían imponiendo con igual violencia otra serie de ideologías? ¿Acabarían con su actitud terrorista una vez conseguidos sus objetivos impositivos?
Y algún ingenuo se preguntará si la única solución a estos crímenes terroristas pasaría por conceder la independencia al País Vasco y la conversión al Islam de todos los habitantes del planeta. Entonces… ¿dónde quedarían la verdad y la libertad? Pues si éstas desaparecen, estamos condenados a ser unos desgraciados. Entonces… ¿aceptamos que estamos condenados a sufrir el terrorismo por siempre jamás? ¿O quizá, como bien decía san Josemaría, tratamos de "ahogar el mal en abundancia de bien"? Pues… ¡ya estamos tardando!