Todas aquellas personas con un poco de experiencia laboral, que han trabajado por cuenta ajena con contrato indefinido o no, son sabedoras del malestar y del nerviosismo que estarán padeciendo los todavía presidentes autonómicos de Madrid y de Valencia. Porque cuando se retrasa una decisión tan importante, como la de saber quién será el candidato del Partido Popular a presidir cada una de estas dos comunidades autónomas, y el que tiene que tomar esa decisión guarda silencio, no se comunica con los interesados, aboga por retrasar la elección hasta agotar los plazos legales mientras los candidatos de otras comunidades ya han sido proclamados, todo parece indicar que el señor González y el señor Fabra no van a ser, no son ya de hecho, los elegidos.
Y encima, para echar más leña al fuego, un día sí y otro también aparecen personas que se ofrecen a "sacrificarse" y ser ellas las candidatas si el señor Rajoy así se lo pide y si de ese modo pueden dar todo lo bueno que llevan dentro y servir mejor al partido.
Muchos saben lo mal que se pasa cuando se está en la cuerda floja por culpa de la inestabilidad profesional, cuando uno no sabe dónde va a estar ni a qué se va a dedicar en un futuro inmediato. Por eso podemos entender, que no respetar, alguna de las lamentables manifestaciones del señor Fabra en las Cortes Valencianas o las increíbles acusaciones del señor González hacia un comisario de policía madrileño.
Por eso, lo más sensato de su parte ante la vergonzante indiferencia del presidente y del comité de su partido, causa directa del estado de nervios que padecen, sería presentar su dimisión irrevocable y dar carpetazo a esta etapa de su vida. Sí, convencerse ya del todo de que no son indispensables ni insustituibles y de que su renuncia política haría un gran bien a una ciudadanía desencantada de una clase política que parece mirar solo por ella, por perpetuarse caiga quien caiga en su soberbio poder.