Un maestro dejó de asistir a las charlas informativas que los sindicatos ofrecían en su centro escolar. Daba igual su signo político o ideología, pues todos incidían en lo mismo: la pela. Sí, con una pesada insistencia y un interés injustificado, como si la educación española no tuviera problemas más graves que saber cuándo nos van a devolver la extra de Navidad y el pago de los sexenios atrasados, o cómo se contabilizan los años cotizados y si uno se podrá jubilar a los sesenta años o a los sesenta y medio.
Y a ese tema casi único de las charlas de los sindicatos hay que sumar las quejas generalizadas hacia el gobierno de turno. Estas sí de marcado signo político, como si la solución al bajo nivel de nuestros alumnos se solucionara desde los despachos de los políticos y no desde dentro del aula, en contacto constante con las familias de los discentes.
Los maestros no podemos olvidar que ni la preocupación por el dinero ni nuestra ideología han de influir en nuestra profesionalidad, en un interés que no ha de decaer jamás y que consiste en querer que nuestros alumnos lleguen a ser mejor personas que nosotros, sus maestros. Ahí queda eso.