El 18 de noviembre de 2016 se celebró un encuentro internacional
del papa Francisco, en el Vaticano, con empresarios católicos de todo el mundo
(UNIAPAC). Escribí este artículo tras aquellas fechas y lo he retomado ahora
con esta versión. El eco, las respuestas y las opiniones de los medios fue
inmediato, también en las redes sociales (facebook). Un amigo liberal me
sorprendió haciendo un comentario al artículo publicado, véase enlace:
http://www.libremercado.com/2016-11-17/la-ultima-del-papa-francisco-las-empresas-no-deben-existir-para-ganar-dinero-1276586926/?utm_source=dlvr.it&utm_medium=facebook; concretamente,
afirmó: "Sólamente el capitalismo puede hacer que los pobres dejen de
serlo y este pobre ignorante no lo entiende. ¡Vaya desgracia!".
Seguidamente, otro conocido, cercano al anterior, se pronunció señalando:
"Una pena para el catolicismo…".
Hablar y opinar es muy bueno y necesario si se escucha, pero
esto último se ejercita poco. Los ecos y los comentarios a los ecos de los
medios debieran ponderarse y a ello me aplico. Conviene, para ser lo más
objetivo posible ir a las fuentes. Por esto pongo aquí el texto literal del discurso,
véase enlace:
http://m.vatican.va/content/francescomobile/es/speeches/2016/november/documents/papa-francesco_20161117_conferenza-uniapac.html
'Escuchar', ‘scoltare’, 'listen’, '¨emá'..... ¡qué bueno es
escucharnos! Sin duda, me ayuda. Lo esencial es mantener la racionalidad
ya que la fe y la razón no pueden ir por caminos separados, sin "cerrarse
a la acción del Espíritu".
Les dije a estos amigos conocidos; ¡Hombre! No lo veo así como
democristiano. Como una pena no y tampoco como una desgracia. Para crecer
como persona aprecio la máxima de dejar al otro ser él. A Dios ser Dios. Al
papa ser papa. A tí ser tú.... De esta forma la posibilidad de que yo sea yo es
mayor a mis ojos y a los de los demás. Es cierto que hay comentarios que
duelen. Pero entre tener ‘la piel muy fina’ y tener ‘el rostro duro como un
pedernal’ nos movemos. Es un problema siempre la gestión y la pretensión del
juicio sobre el fin que el otro y cada quién persigue. Cuando leo el cap. 1 de
"La Acción Humana" de Ludwig Von Mises también descanso con sus
argumentos. La praxeología, la economía, se ocupa de los medios para alcanzar
los fines. Ante los fines, ante los objetivos se sitúa neutralmente, no los
juzga. Ante los medios sí se ocupa de manera que sean eficientes, sin tregua
ante el despilfarro de los recursos escasos.
El fin que busca el papa Francisco es bueno, noble y sublime
porque no es sólo su finalidad, es la finalidad propuesta ya desde siempre, los
10 mandamientos, la promesa y las experiencias ónticas dan fe de ello.
Pero ya digo, en esto no se entra desde la ciencia praxeológica, desde el
fundamento económico. El problema, en su caso, podría radicar en la confusión
existente sobre los fundamentos económicos de las personas, de sus roles en los
medios dispuestos para el intercambio voluntario que los motiva y en el apelar
con empeño al voluntarismo y al buenismo, cosa que no está mal hacerlo uno
consigo mismo y exhortarlo a los demás para que “cambien de mentalidad”, pero que por sí mismo no garantiza que lo
propuesto se sostenga; y claramente lo que sucede con algo que no se sostiene es
que cae. Generándose un gran desánimo y confusión. Estas confusiones están arraigadas en el
hombre religioso y el hombre político que inexorablemente necesita también del
conocimiento, de las ciencias, de la justicia y especialmente entre ellas
conocimiento de la economía para el cuidado correcto de la libertad, del
crecimiento, del desarrollo y de la redistribución.
Seguramente algunas de las afirmaciones que aparecen en su
discurso se pueden decir de una manera más matizada; por ejemplo, aquella que
dice "Las empresas no deben existir para ganar dinero". ¿Hay
error? si te paras a analizar será en las formas utilizadas, no en el concepto.
Que es el que es, digan como lo digan. Las empresas existen para servir y en
tanto sirven venden, ingresan y ganan dinero. Sin este resultado no existirían las
empresas. Es verdad que en el texto parece que se confunde cuando dice que
"el crédito para comprar una vivienda" debiera ser más accesible,
cuando lo que en realidad debiera ser más accesible es la vivienda en sí misma.
La accesiblidad siempre estará condicionada a la existencia de recursos y la
escasez de estos siempre opera. Pero estos detalles no son lo importante del
mensaje... Sí creo ver que mi querido papa Francisco en algunos aspectos
económicos de forma, se conduce, sin caerse, algo precariamente; y quizá
convenga fortalecerlo con fundamento y mejor asesoramiento. "Doctores
tiene la Iglesia" para ayudarle a conciliar su Magisterio con la
sostenibilidad económica de unos recursos terrenos siempre escasos,
reconociendo restricciones de escasez diferentes para unos y para otros. Por
otro lado, también están y estarán los que no ayuden a conciliarlo. Los
enemigos y perseguidores que tanto daño y bien han hecho a la Iglesia
poniéndola a prueba, persiguiéndola. Yo, así lo espero, seré siempre de los que
le ayuden a él y a la Iglesia en la verdad. La verdad sublime que apoya y
ama la verdad humana y a la verdad humana que se muestra tal y como es ante la
sublimidad.
Una empresa y su ganancia es condición necesaria para la
estabilidad y crecimiento de la actividad económica, el empleo, la
distribución, la libertad y la justicia. Lo contrario, negar esto, es un gran
error. El papa en absoluto niega esto. Todo lo contrario. La lectura fácil y
rápida sobre lo que el papa Francisco dice o quiere decir al respecto suele ser
equivocada cuando se desconocen los fundamentos económicos. No se puede
identificar la legítima maximización de la ganancia con corrupción. Tampoco la
maximización del beneficio con ganancia millonaria, ni tan siquiera con
ganancia positiva. Esta confusión está tremendamente arraigada en multitud de
personas y creo que ello debe ser conocido por todos, especialmente por los
religiosos y por los políticos.
La gestión empresarial responde a criterios racionales de la
maximización de la ganancia. Pero esto no es sintomático de una cuenta de
resultados opulenta, de cifras positivas millonarias como suelen las gentes
imaginarse. De hecho, es obvia la existencia de empresas que cierran, otras que
tienen pérdidas y otras que obtienen beneficios positivos. Desde luego, no hay
garantía de éxito empresarial de antemano y los riesgos están servidos. De lo
contrario, ¡quién no querría ser
empresario! En mis aulas cuando pregunto por las vocaciones a mis alumnos de
economía, escasísima es la predisposición a ser empresarios. Los resultados
millonarios no tienen garantía. Suponerla es un tremendo error. En absoluto hay garantía de resultados
positivos en el mundo real. Así, a) se puede maximizar el beneficio empresarial
en contextos competitivos y el beneficio máximo coincida con una pérdida igual
a los costes fijos que tenga la empresa; en tal caso, lo procedente y racional
es cerrar la empresa porque el resultado de producir es peor que no producir (Teorema: si el precio de venta coincide con
el coste marginal y es menor que el mínimo de los costes variables medios debe
cerrarse); b) se puede maximizar el beneficio empresarial en contextos
competitivos y el beneficio máximo coincida con una pérdida que tenga la
empresa, en tal caso lo procedente y racional es seguir produciendo porque el
resultado de producir es mejor que no producir (Teorema: si el precio de venta coincide con el coste marginal y es
menor que el mínimo de los costes totales medios se maximiza la ganancia pero
con pérdidas inferiores a los costes fijos; en tal estado no se podrá seguir en
el tiempo); c) se puede maximizar el beneficio empresarial en contextos
competitivos y el beneficio máximo sea positivo, en tal caso lo procedente y
racional es continuar con la actividad empresarial generando actividad
económica, riqueza y empleo (Teorema: si
el precio de venta coincide con el coste marginal y es mayor que el mínimo de
los costes totales medios el máximo beneficio será positivo). Las empresas
necesitan y contratarán aquella cantidad de trabajadores tal que les permita la
máxima ganancia neta y esto se logra
cuando el valor de la productividad marginal del trabajo que contraten sea
igual a los salarios que paguen (Teorema).
Y este criterio maximizador puede resultar en cierre, en pérdida, en beneficio
cero (ingresos igual a costes) o en beneficios positivos. Cualesquiera de estos
posibles escenarios pueden encontrarse delante de la realidad empresarial.
La gestión económica de los trabajadores, por su parte, también
responde a criterios racionales mediante la maximización de la satisfacción que
les depara, por un lado, la renta salarial obtenida por las horas de trabajo
que ofrecen como, por otro lado, las horas restantes de ocio. Los trabajadores valoran su ganancia y claro
está también el ocio. De tal manera que
optimizan su satisfacción ofertando aquella cantidad de trabajo o horas de
trabajo tal que quede compensada su correspondiente renuncia al ocio (Teorema).
Los agentes sociales, tanto representantes empresariales
(patronales) como los representantes de los trabajadores (sindicatos) siguen también estos criterios
racionales. Esto es inexorable. La realidad de cada quién es la que es. Cuando
se trata de empresarios hay que ver y tratar de y con empresarios, lo mismo ha
de verse y de hacerse ante los trabajadores, ante las patronales y ante los
sindicatos. La cuestión social exige
en el tercer milenio tener aprendidas las lecciones del fracaso de la
permanente pugna entre clases sociales. La Doctrina Social de la Iglesia ha
avanzado mucho en su corpus desde la RN del papa León XIII y la ciencia
económica también desde Adam Smith. La racionalidad de los agentes con
comportamiento honesto, las posibilidades de su cooperación y las ventajas del
comercio ha llevado y lleva a mayores y mejores cotas de bienestar.
La honestidad y los mandamientos de vida, los diez, marcan el
justo y nítido límite, tantas veces difuso para tantos, en lo privado y en lo
público. Esta identificación la pretenden muchos apuntado a la paja del ojo de
otro sin ver la viga en el suyo. Estos apelan muy frecuentemente a “un cambio
de mentalidad”. El error del voluntarismo estriba en la pretensión de que los
otros cambien de mentalidad sin contar con la racionalidad del otro. Y esto aún
cuando, está claro que el otro para el otro es precisamente uno. Ser contumaz
en ello es un gran error de quien ello practique por sus empeños o pretensiones
de imposición..
Es verdad que para prevenirnos, no ya sólo el papa Francisco,
sino todos los papas, todos los Padres de la Iglesia (Patrística) y S. Pablo
nos han dicho y ayudado a todos diciendo: "No podéis servir a Dios y al
dinero. No podéis servir a dos señores. Porque sirviendo a uno aborrecéis al
otro". También La Palabra sabia dice: 'quien no trabaje que no coma' ¡dice
tantas cosas que son fuente de sabiduría! Es muy bueno recordar y ahondar
en los valores de honestidad y fraternidad que incluye el papa en su texto. El
papa no habla del dinero si no es en relación a que su mal uso lleva a
comportamientos deshonestos e injustos con los demás. Hay muchas cosas en la
vida que son muy buenas, y no sólo el dinero, que mal usadas hacen mucho daño:
la libertad de expresión, las redes sociales, el sexo, el prestigio, la
religión, la política, las empresas, los medios de comunicación, las iglesias,
las organizaciones sociales, los movimientos populares, etc. El mismo texto
señala: "La corrupción no es un vicio exclusivo de la política". Sin
duda, hay que cortarla almándomos, combatiendo las tentaciones y con mecanismos
de control externos e internos.
El papa no alienta, ni mucho menos, el marxismo ni la
colectivización. Simplemente, intenta alentarnos, con mayor o menor suerte o
arte, de que no sirvamos al dinero. De que el dinero no me/nos gobierne. De que
seamos señores de nuestro dinero. No nuestro dinero señor nuestro. No ser
esclavos del dinero. Este es el sentido de lo que dice el papa: El dinero es y
está para servir y para servirte, no al revés para esclavizar y esclavizarte,
para que le sirvas, para que le sirvamos. Este es el punto. Desde esta
dimensión o quizá redimensión actualizada que, desde siempre, anida en la
antropología cristiana nos habla el papa a todos. No a la idolatría. No es una
loa al marxismo, no es un guiño al socialismo. La Iglesia ha sido y es clara en
su rotunda condena. Aquella lectura es, creo, ruido mantenido quizá por
cegueras o conveniencias dispares de ciertas gentes, desde las izquierdas o desde
la derecha increyente desertora de la fe, desde el relativismo y el
postmodernismo que impone el vivir como si Dios no existiera (Etsi Deus non
daretur). Gentes toda a los que la Iglesia respeta, ama y sirve, sin dejar de
ser la Iglesia. Ante esta panorámica, ante esta suerte de pesca sin arte, que
no usa caña ni aperos, red o trasmallos, sino que opta por cambiarnos el
agua vital de los valores que sustentan al "hombre en acción", yo
puedo entender y aplaudo el hondo sentido de la voz de este gran papa, también
desde occidente, desde la tradición judeocristiana y grecorromana, aunque se
conduzca con dificultad en lo praxeológico o económico. Para ayudarlo, espero,
estamos los economistas cristianos. ¡Ánimo y a servir! "Al César lo del
César y a Dios lo que es de Dios".