Respecto
a la opción de las ventajas del libre comercio apunto como muestra lo
siguiente: Al final del 2016 se fue desvaneciendo la vocación internacional del
libre comercio.
En relación al potencial acuerdo de libre comercio entre USA y
la UE llamado TTIP, rebajando sus respectivos aranceles y su dispar visión de
los 'OMG' (requerimientos a los productos transgénicos en agricultura,…), ¿cuál
había sido la posición de Hilary y la de Trump? Hilary se pronunciaba
favorablemente pero reculando y D. Trump muy remiso. Tras el 20 de enero, ya tenemos a D. Trump como
presidente de USA. La aprobación del acuerdo, se desvanece. Al respecto, ya Hillary
reculaba desde posiciones previas favorables al acuerdo y Trump se ha
convertido en el adalid del proteccionismo mercantilista nacionalista del
tercer milenio. ¡En fin!, esto es lo que parece haber o lo que hay en las
canchas 'punta de lanza' de occidente. ¡Querría yo saber cómo y qué se piensa
en este mundo tremendamente interdependiente y global! ¿Qué se piensa en las
ciudadanías, empresas y empresarios en UK y en Israel, también en España
(Madrid, Barcelona y Bilbao), en Italia (Roma), en Alemania…? Jurgen Donges, nos ilustró reciéntemente en la
Cámara de Comercio de Tenerife sobre el predominio de ‘La ley de Say’ en Occidente.
En todos estos sitios hay gente que avisará de tinos y desatinos, mas serán los
agentes económicos actuantes: familias, empresas, gobiernos y resto del mundo,
con sus acciones y reacciones, los que evidenciarán las desventajas de
encerrarse respecto a las de abrirse al comercio, sobre todo desde la óptica de
los consumidores, claramente mayoritarios, ‘soberanos’ o ‘no’.
Mi
amigo Pepe en facebook me indicó: “expones muchas ideas a la vez, todas
interesantes. En primer lugar, la expresión "soberanía del
consumidor" es problemática, se trata tan sólo de una metáfora política.
Todos los individuos y empresas son "soberanos" únicamente respecto
de su propiedad. Un consumidor no tiene poder para imponer su voluntad a las
empresas, y viceversa. El mercado sólo entiende de acuerdos voluntarios y nadie
puede imponer nada a nadie. Desde esa óptica un consumidor no se parece en nada
a un rey "soberano" capaz de imponer mandatos a sus súbditos. El
consumidor no puede imponer nada a las empresas”.
Le
respondí: No me confundo. Al hablar de ‘soberanía del consumidor’ nunca he
identificado ‘soberanía’ con imposición y absolutismo. Tampoco veo que lo pretendiera
A. Smith ni V. Misses, ni nadie en la literatura económica seria. Soy
monárquico, cristiano demócrata y escuchante respetuoso. No se trata de imponer
nada. Eso conculca la esencia del mercado que es 'el intercambio voluntario'
entre personas distintas con objetivos distintos y restricciones exógenas
distintas. El equilibrio fantástico de la transacción voluntaria garantiza la
compatibilidad de planes entre los que en libertad compran y/o venden. El
mercado y el comercio junto a la división del trabajo permite lograr las
mejores condiciones para minimizar la escasez siempre existente en el ámbito
económico. En el mercado, en el intercambio voluntario, 'la venta requiere la
compra y la compra requiere la venta', nadie compra si otro no vende y nadie vende
si otro no compra. Un consumidor no quiere ni pretende imponerse a ninguna
empresa. Le demanda productos o servicios y punto. Incluso en caso de ser un
único consumidor (un monopsonio). En tal caso, ni en el opuesto del monopolio,
se conculca el mercado ni su condición necesaria: el intercambio voluntario. Se
tratarían de casos en que una de las partes del mercado tiene capacidad para
fijar el precio y consecuentemente la otra parte del mercado decidirá la
cantidad. En el mercado nadie en sí tiene potestad para fijar a la vez cantidad
y precio. Aunque en ambos casos, monopolios, oligopolios y monopsonios se generan ineficiencias y desempleo respecto
al contexto de referencia competitivo. En el mercado la imposición no existe,
opere ‘la soberanía del consumidor’ o ‘la ley de Say’.
Esto
de imponer. Fijar precios y cantidades y apuntalarlo todo lo pretenden
muchos intervencionistas y voluntaristas, buenistas, populistas desde las
izquierdas mediante la apelación a la’ voluntad política’. ¿Desde ‘el funambulismo’
me pregunto? No, no son tan ingenuos, lo hacen desde el ‘machetazo’ de
una intervención gubernamental insostenible presupuestaria y financieramente,
generadora de desconfianza, inactividad económica y pobreza. Pretender el
sostenimiento y la economía sostenible desde el sólo asidero de ‘la voluntad
política’es imposible, no se sostiene, ni se sostendría por mucho andamio, ni
sostén. Por lo tanto, caería por insostenible. No obstante, la contumacia de no
poca gente, gente ilustre, con actas de diputados, en nuestro gran Parlamento
Español, en número de 180, pretendieron convencerse mutuamente, tras lo que
llaman las fuerzas del cambio,
de la bondad del destino que dicen ofrecer.
Cuidemos
la hondura de las metáforas clásicas. Conocí a uno recientemente que pasó por
la ULL, no era economista, este quiso y quiere quitarle lustre a A.Smith
hablando mal del mismo burlándose de la metáfora económica de 'la mano
invisible'. ¡Bendita metáfora y su obra sobre los sentimientos morales! Esta
persona es C. Felber con su "Economía del Bien Común", del que
ya hable en dos artículos anteriores. También escuché en uno de los debates de
investidura de M. Rajoy contumacias cercanas varias. Resalto la del diputado
Tardá apelando a las novedad postmoderna de ‘las democracias participativas’
que sitúan la soberanía por encima de los parlamentos electos; identificando
las legitimidades para hacer lo que les pueda venir en gana, en tanto
las voluntades que dimanan de la aparente participación coincidan con las
políticamente suyas. Apeló Tardá a la necesidad de dos cosas que alcanzarán los
catalanes tras su independencia: La socialización
de la riqueza y por fin alcanzar un
país en el que no exista la peor de las corrupciones, la corrupción de la
verdad. ¡Alucinaba yo al escucharlo! El voluntarismo político es
tremendamente seductor porque promete mucho pero debe serenamente "sentarse
a realizar el cálculo de sus gastos" para ver si se sostiene y quién lo
pagará. Fui profesor ayudante en Bellaterra tres años, dos de mis hijos tienen
padrinos catalanes, las bellas señoras del mercat del Ninot y de las Flores,
los colmados, las empresas grandes, medianas y pequeñas, los colegios
profesionales y los sindicatos modernos, las patronales,… incluso, como les
gusta decir a los de Podemos, las gentes no los seguirán porque hacia
barranqueras impuestas y empobrecedoras no se corre, ni se anda. Las gentes
ante las acciones reaccionan y si lo que le prometen y escuchan es socialización
de la riqueza ya les digo que no, Catalunya no; no es ese el buen
camino para España, ni en ella, ni fuera de ella, en su caso, para
Catalunya. Aunque es patente que abundan mucho en España, desde
posicionamientos múltiples, las pretensiones de afear el pensamiento clásico y
la virtud de la competencia en los mercados. Sólo en pretensiones quedan. Entre
éstos creo están los catalanes independentistas y las izquierdas radicales, llenos
están de voluntarismo político y carentes de los criterios integradores y
compartidos de toda democracia moderna, de criterios económicos racionales
optimizadores y de igualdad ante la Justicia y la Ley, criterios que estudié en
la ULL y en la UAB y que profundamente agradezco.