He
visto en facebook el video con la entrevista del G.Wyoming a Josep Borrell
tratando sobre Artur Mas, ‘la independencia de Catalunya’ y la cuestión de
integración o salida de Cataluña de la UE. Todo ello, por un lado, en horas de actualidad de las consecuencias
previsibles del Brexit, primero gestionado con prisas por los ingleses que se
remangaban para remar hacia afuera, después con cautelas entre precipicios y
manifestaciones, hasta el pasado mes de marzo y ahora ya iniciado el proceso de
negociación para la salida anhelando acuerdos de trato preferencial y
privilegiado; y, por otro lado en un contexto internacional también marcado por
la arenga guerrera del proteccionista D.Trump, ya presidente de USA.
Aplaudí
la intervención de Josep Borrell. ¡Fantástica elocuencia! Gran líder,
arrinconado en su día por los suyos. ¡Lo admiro y lo he admirado siempre! Por
muchas cosas, entre otras, por sus argumentos dejando ‘KO’ dialécticamente a
Oriol Junqueras; pero especialmente, admiro a J. Borrell por su reconocimiento
a ‘La Familia’ como vertebradora solidaria de la estructura social de España.
Lo leí en un magnífico monográfico de Papeles
de Economía, en tiempo de
primarias en el PSOE, ‘compitiendo’ con Almunia, al que ganó, cuando me
deleitaba con la sabiduría de Julio Iglesias Ussel sobre La Familia en España.
José
Hernández Cabrera, hombre libre, liberal, pensador, amigo y compañero de
colegio, intervino en el debate en facebook diciendo: "Quedar fuera de la
UE no es precisamente una grave amenaza, tal vez sea lo contrario". Respondí:
Es sin duda una amenaza política para los ciudadanos catalanes y españoles la
pretendida independencia de Cataluña, más allá de la cuestión económica de la
salida o permanencia en la UE. Tal vez, indiqué, como apuntaba mi amigo desde
su óptica económica radical liberal no sea una amenaza económica sino una
oportunidad para ambos salirse de la UE. Yo tengo mis dudas todavía al
respecto. Aunque más me inclino a verlo como económica y políticamente negativo
para ambas partes, para el conjunto de Europa y, dentro de ellas, especialmente
para Canarias.
Me
gustan las dicotomías como referencia para poner las cosas en orden pero luego
intento ver, sin ingenuidad, el desorden de todo orden (las asimetrías y
externalidades positivas y negativas). En el ámbito económico, con todo, donde
mejor descanso y apoyo fundamentado encuentro es en el mecanismo de mercado, aún con
fallos. Que en esta ciencia social es cosa normal o común. Incluso desde la
óptica ortodoxa neoclásica y desde la ortodoxia de la praxeología, la
cataláctica y el argumento dialéctico.
La
cuestión ahora es la siguiente, en las dinámicas del mercado puede operar 'la
soberanía del consumidor' o 'la ley de Say'. El libre comercio,
catalácticamente hablando, se suele identificar con la máxima de 'la soberanía
del consumidor' así lo aprecio y confirmo de la lectura atenta de 'La Acción
Humana' de Ludwig Von Mises.
Tengo
una sugerencia, quizás una ocurrencia, permítanme. ¿Qué ocurre hoy, ya en 2017,
en la UE y en USA? ¿Qué está ocurriendo en China y Asia? Los primeros
(Occidente, nosotros, ¡claro!) se opera confusamente en las mesas de
negociación como Estados, con defensas de 'status quo' y lobbies, aparentemente
como defensores del mercado libre ad intra en
capitales, mercancías y personas. Pero me pregunto ¿lo hacen desde la
perspectiva de la ley de Say? ¿Esto es, quizá estén convencidos de que es
la oferta la que genera su demanda? No lo sé seguro, pero parece que sí. En
cuanto a los segundos, Oriente, el Pacífico, ‘ellos’ ¿qué hacen? ¿China y Asia
compite menos condicionados por la oferta y fijándose más en los consumidores?
Sí veo que con ello Occidente se empeña en estrategias
proteccionistas y nacionalistas (corta de miras y de recorrido). Levantando
muros físicos y/o barreras de entradas en los mercados a las respectivas
mercancías y ciudadanías. Estrategias que frenan la competencia leal y fomentan
la desleal y lo sumergido. Desde este enfoque puede brotar la falta de
competencia, por tanto la ineficiencia y, consecuentemente, menores cotas de
empleo. Por otro lado, también parece brotar
la pretensión de que a los consumidores se les atiende en última instancia, no
como ‘soberanos’, sino como 'siervos devotos' y dúctiles, ¿seguidores de las
ofertas?, ¿siempre fieles?, que sufragan vía impuestos las desviaciones o devaríos
de los diseñadores del intervencionismo errado, desnortado y del voluntarismo
político repartidor del ‘ajeno’ erario público “que es de todos” y lo paga el
sector privado (familias y empresas). No obstante, insisto, en que creo que
todo esto es también una vana pretensión, más de corto y medio plazo, que al
igual caerá por insostenible, pero mientras tanto, genera daños, ineficiencias,
despilfarros de recursos escasos y paro a ambos lados del muro y/o barreras de
entrada por no alcanzar ni permitir disfrutar las ventajas competitivas y
comparativas del comercio abierto.