Sólo han pasado cien años desde los acontecimientos que
tuvieron lugar en Fátima, una parroquia
rural a 150 kms. de Lisboa. Cien años y
ya contamos con dos de sus vecinos que han merecido el honor de los altares:
Francisco y Jacinta. Fátima ya no es un insignificante punto en la región de
Portugal.
La santidad de los pequeños de 8 y 7 años –los últimos hijos de la familia Marto-
serán ejemplo vivo para las generaciones futuras que ayudarán a reflexionar (esa capacidad casi olvidada)
sobre la influencia que la educación familiar representa para cada miembro. Fue de labios de su madre de
donde, Francisco y Jacinta, aprendieron a rezar a Jesús y María. También su
prima Lucia, la mayor de los tres videntes,
recibió su primera instrucción religiosa de su excelente madre Mª Rosa. Su casa era una
verdadera escuela de catequesis abierta
también para otros niños vecinos.
Francisco era discreto, humilde y sacrificado. El vio
también a la Virgen pero no tuvo el privilegio de escuchar su voz, sin
embargo cree lo que su hermana y prima le contaban; fue el que tuvo más
iniciativas para rezar y “buscar”
mortificaciones, ofreciendo todo por la conversión de los pecadores y principalmente para consolar a Jesús. Así le
contestó a Lucia cuando, en un momento determinado ésta le preguntó: “¿Qué es lo
que más te gusta: consolar a Nuestro Señor o convertir a los pecadores para que
las almas no vayan al infierno? “Si tuviera que elegir, preferiría
consolar a Nuestro Señor…”
¡Qué delicadeza de
alma y qué alto grado de contemplación en un niño tan pequeño! En una ocasión encontró una cuerda áspera,
comentando con ellas que podían ponérsela en la cintura para ofrecer esas
molestias. En un día festivo le
ofrecieron una refrescante bebida pero la rechazó. Lucia y Jacinta que sabían lo que le gustaba, le dijeron: “No has
bebido hidromiel”. “Cuando cogí el vaso –contestó- creí que era bueno hacer ese sacrificio para
consolar a Nuestra Señora”…Otro día las dos videntes no encontraban a Francisco a
pesar de buscarlo por el bosque. Le
llaman a gritos y no obtienen respuesta. Al fin Lucia lo encuentra de rodillas,
con la cabeza inclinada hasta el suelo. “¿Hacías oración?”- le pregunta- ”Si.
Comencé a recitar la plegaria del ángel
y después me puse a pensar.”
Tenía 10 años ¡y sabía pensar! ¡Qué gran lección para nuestros días! ¿Piensan los niños, los jóvenes, los viejos,
los más viejos? ¿Se sabe descubrir el
sentido de la trascendencia en la persona, el significado de la eternidad, de
la inmortalidad? ¿Quién es Jesucristo?
¿La Redención? ¿La existencia del cielo y del infierno? La Virgen mostró a los tres pastorcitos el
infierno y el sufrimiento eterno de los
condenados. Y debido a la fuerte
impresión que recibieron, los niños
incrementaron sus oraciones y sus sacrificios.
Y, resumiendo mucho,
Francisco, el niño que sabía pensar, enfermó gravemente de neumonía, se esforzaba
para evitar cometer cualquier detalle que pudiera disgustar a nuestra Señora,
por ejemplo, la mentira. Jacinta le hizo
sus últimas recomendaciones: “Da muchos recuerdos a Nuestro Señor y a la
Virgen…” Sus dos confidentes pidieron a Francisco que cuando estuviese en
el Paraíso no las olvidara…y se despidieron con un: “¡Hasta el cielo…!”
Jacinta era una niña vivaracha, le gustaba cantar y danzar. Fue, junto con su prima Lucia, la que también
vio y oyó a Santa María. En sucesivas apariciones la Virgen les comunicó que su
hermano y ella morirían muy pronto, no así Lucia que tenía otra misión que
cumplir. Por eso no dudó, en decirle a Francisco cuando éste estaba a punto de morir: “Tú has de
decir a Nuestro Señor y a la Santísima
Virgen que yo sufriré todo cuanto quieran”. Y cumplió su palabra. Se cuenta que concedió muchas gracias extraordinarias a personas de su pueblo y también a otras que se llegaban a ella cuando estaba enferma. Los médicos le habían diagnosticado una
pleuresía purulenta que le hacía sufrir mucho. Las curas eran muy dolorosas
pero sabe ofrecerlas por los
pecadores. También la Virgen le había
comunicado que moriría ”solita” en un
hospital y ella, tan sensible, no dejaba
de pensar en ello. Lucia la animaba :
“¿Qué puede importarte morir sola si vendrá a buscarte la Virgen?”. Siguió rezando el rosario y ofreciendo
multitud de sacrificios .
Finalmente fue internada en el Orfelinato de Nuestra Señora
de los Milagros, cuya directora era sor
Purificación Godinho. La pequeña
Jacinta la llamaba ”su madrina” y ésta supo aprovechar ese
título cariñoso recogiendo muchas frases
pronunciadas por la niña en sus últimos
días:
Escojo sólo algunas:
“Si los hombres supieran lo que es la eternidad harían todo para cambiar de vida”.
-“Muchos matrimonios no son
buenos, no gustan a Nuestro Señor y no son de Dios”.
“Los pecados que arrojan más almas al infierno son los pecados de
impureza”.
“Los
sacerdotes deben ser puros, muy puros”.
“La desobediencia de los sacerdotes a
sus superiores y al Santo
Padre, desagrada mucho a Nuestro Señor”.
“La confesión es el sacramento de la misericordia; hay que acercarse a ella con confianza y alegría. Sin confesión no hay salvación”.
“Mi buena madrina, ¡rece mucho por los Gobiernos! ¡Desgraciados los que persiguen la religión
de Nuestro Señor!
Pero ¿quién te
enseñó todas estas cosas? pregunta la madrina. ”La Santísima Virgen.
Algunas las he encontrado yo sola. ¡Me
gusta tanto pensar!
¡Cómo su hermano! Una niña con 9 años también sabe
pensar…Debe ser muy bueno pensar para
conocer la Verdad.
Con la ceremonia de
la canonización efectuada en Fátima el
dia 13 de mayo pasado, el Papa Francisco
declaró santos a estos dos hermanos y ya
se les puede invocar en todo el mundo: santos FRANCISCO Y JACINTA MARTO ¡Rogad por
nosotros!