Marcos inicia el texto 14,33 (cf. Lc 12,35-38) con un llamado a la vigilancia porque no se sabe el momento de la parusía, la misma será sorpresiva y por esto puede resultar trágica para aquellos que se encuentren desprevenidos.
La exhortación está ilustrada y motivada con una corta parábola sobre el dueño prudente de la casa. El esbozo del cuadro está tomado de la vida de la gente pobre del campo.
En Mc 14,34-37, la parábola se inicia con un señor que se va de viaje, deja a su casa a cargo de servidores. A cada uno de ellos le designa su tarea personal y le da pleno poderes en aquello. Al portero le encarga de estar en vela (gr. kai töi thuröröi eneteilato hina grëgorëi), de no dormirse, para abrir la puerta al señor en el momento que llegue. No se sabe cuándo viene él, puede hacerlo incluso a cualquier hora de la noche, por eso es indispensable estar despiertos.
Con el v.37, Mc termina el discurso escatológico, haciendo una nueva llamada a la vigilancia (gr. “grëgoreite” Presente de imperativo de un verbo formado en base al segundo perfecto ), indispensable no solo para los apóstoles, sino también para todos nosotros.
La venida del Señor no es, para el cristiano, un motivo de miedo y terror, sino de alegre esperanza. Cristo vino a inaugurar la presencia del reino de Dios, y sus discípulos, iluminados por el Espíritu de pentecostés, entendieron que, después de su elevación en la gloria, quedaba para ellos la misión de continuar lo que él había fundado. El es como el dueño de una empresa, que viajó al exterior, dejando a sus empleados el cuidado de la empresa ("y al portero la orden de vigilar", añade el texto de Me 13, 34 aludiendo, probablemente, a la responsabilidad de los que tienen el "poder de las llaves").
Mientras el Señor está afuera, nosotros somos los responsables del reino. Cristo vino, la primera vez, para revelarnos el sentido verdadero del esperado reino de Dios: reveló que "la causa de Dios es la causa del hombre", y en donde se realiza el amor que Dios tiene al hombre, ahí también está presente el reino.
Ahora, en la ausencia de Cristo, podemos invertir la relación: nosotros debemos ahora asumir como nuestra la causa de Dios (que no deja de ser la causa del hombre). Esto es la "vigilancia escatológica": estar ocupados diligentemente con el reino que Cristo hizo presente, mientras vivimos preparándonos para el encuentro con él.
Ahora bien, no sabemos cuándo será este encuentro definitivo, ni sabemos por cuánto tiempo Dios nos confió su empresa. La única manera de poder hacerle una relación que corresponda a lo que él espera es: nunca faltar al servicio. Esto significa que cada día de nuestra vida es como si fuese el último. ¡La venida del Señor es hoy! Hay que estar claros que el Señor no va a venir a juzgar ya que nosotros mismos nos hemos juzgados, Él va a venir a darnos un lugar en su Reino.