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José Mª Zavala y su esposa cuentan en un libro su conversión: «El Padre Pío cambió nuestras vidas»

Thu, 25 Sep 2014 15:52:00
 

Tras una extensa y diversa trayectoria como escritor, con obras de investigación histórica en torno a la Guerra Civil o a los Borbones, o de gran calado espiritual bajo forma de apasionantes relatos periodísticos, como Padre Pío o Así se vence al demonio, José María Zavala ofrece a sus lectores en su último libro un giro importante.

Junto a su esposa, Paloma Fernández, ha escrito un testimonio personal sobre la vida de ambos antes de conocerse, sus dolorosas experiencias previas en la vida de pareja, la conversión religiosa que ambos experimentaron de la mano del santo de los estigmas, y el duro camino que desde entonces hubieron de recorrer hasta sellar con el sacramento del matrimonio una convivencia que -comprendieron- no era agradable a Dios.

Un juego de amor. El Padre Pío en nuestro camino al matrimonio sale a la venta este martes 23 de septiembre, no por casualidad la fecha en la que se conmemora la festividad de San Pío de Pietrelcina, pues fue el día de 1968 en el que murió uno de los más grandes santos en la historia de la Iglesia.

- ¿Cuándo y por qué deciden hacer públicos momentos y circunstancias tan íntimos de su vida?
-José María: El único afán de ayudar a los demás a través de nuestro testimonio de dolor, amor y felicidad en el Señor que todo lo puede y todo lo llena de sentido. A nadie le gusta hacer un "striptease espiritual" de su propia vida. Pero hace cuatro años ya que mi director espiritual nos animó a contar nuestra experiencia, convencido de que serviría de acicate a tantos matrimonios con problemas, separados, divorciados… necesitados de Dios en esta sociedad que ha renegado de Jesucristo. Y he aquí, ahora, el resultado de la Providencia.

-Paloma: Hace unos meses, mientras José María impartía varias charlas sobre el Padre Pío por España, vio con claridad que había llegado el momento de aportar nuestros testimonios. Yo me resistí al principio. Me daba una vergüenza terrible contar episodios íntimos de mi vida que sólo él y yo conocíamos. Pero finalmente me convencí de que debía dar el paso. Ahora es el Señor quien actuará como estime oportuno en los corazones de los lectores para que retornen a Él si están alejados, como nosotros lo estuvimos durante tantos años, o se acerquen aún más a la fuente de la verdadera felicidad.

-¿Por qué esa experiencia puede resultar útil a otras personas?
-José María: Precisamente por la existencia de uno de los principales males que aquejan a nuestra sociedad: la crisis del matrimonio y de la familia. Nuestro testimonio puede hacer mucho bien a las almas.

Nos dirigimos a todos los públicos: separados que han perdido el sentido de su matrimonio, divorciados convencidos en conciencia de que su matrimonio jamás existió y que por lo tanto es nulo, o casados como Dios manda que no valoran lo suficiente el inmenso tesoro de su matrimonio sacramental.

-Paloma: Tratamos de ayudar también a matrimonios con hijos en trámites de separación; matrimonios incluso de Misa y Comunión diarias que están a punto de romperse por la acción perniciosa del diablo. Recuerdo que don Gabriele Amorth, exorcista oficial del Vaticano, le dijo a José María cuanto le entrevistó en Roma para su libro Así se vence al demonio que el propio Satanás se había regocijado durante un exorcismo por disolver hoy tantísimos matrimonios.

-Hay quien habla del divorcio como una auténtica "epidemia". ¿A qué se debe?
-José María: Paloma acaba de señalar al verdadero culpable: el demonio, el príncipe de este mundo, como aparece retratado en los Santos Evangelios. En una sociedad, como decía, que ha renegado de Cristo es natural que el perverso diablo cause estragos en tantas almas. O se está con Dios, o se está con el diablo. No hay término medio. A los tibios, Jesús los vomitará de su boca. El demonio es un consumado experto en provocar la división entre los esposos, que a menudo empieza por discusiones absurdas por motivos que provocarían hilaridad pero que a la larga minan la convivencia y armonía entre los cónyuges afectando también a los hijos.

-Paloma: En el fondo, es una gran falta de amor, de entrega incondicional de la mujer al hombre, y viceversa. El matrimonio verdaderamente feliz empieza por la renuncia a uno mismo para hacer feliz al otro. ¿Qué hizo Jesús? Dar Amor sin esperar recibir nada a cambio. ¿Qué hizo la Virgen María, sino estar pendiente de San José y de su Hijo, olvidándose de Ella misma? De hecho, sólo es posible ser feliz haciendo felices a los que tienes más cerca, empezando por tu propio marido.

-¿Qué papel jugó el sacramento de la confesión en el giro de 180 grados que dio su vida de pareja?
-José María: Fue un antes y un después en mi vida, como si volviese a nacer. Y en verdad renací a la gracia de Dios. Sobre todo, cuando un sacerdote, hijo espiritual del Padre Pío, me dijo, mientras leía mi alma, todos y cada uno de los pecados que cometí desde que hice la Primera Comunión, con seis años.

La Penitencia te permite ser como el hijo pródigo del Evangelio: lo importante es pedir perdón al Señor por nuestros muchos y graves pecados sabiendo que Él nos abraza con su infinita misericordia. Hemos sido creados del barro, como dice el Génesis, y sólo si nos dejamos moldear por el Gran Alfarero llegaremos a ser realmente felices.

Yo lo he experimentado en propia carne: durante muchos años fui un verdadero ególatra, rodeado de todos los placeres materiales de la vida. Lo tenía todo; o, ingenuo de mí, pensaba que lo tenía. Pero me faltaba lo más importante: Dios. Sólo cuando me hinqué de rodillas en el confesonario, tras una conversión tumbativa en cuestión de segundos, durante la cual lloré a mares por haber ofendido a Dios tantos años, empecé a ser feliz de verdad.

Ahora le doy gracias al Señor cada día por la mujer y los hijos que me ha dado, por todo lo que me ha regalado, empezando por mi propia existencia y la posibilidad de alcanzar la Vida Eterna por su infinita misericordia. Y por supuesto: le doy gracias también por los sufrimientos que me han servido para llegar hasta aquí y seguir purificando mi alma y las de mis prójimos.

-Paloma: Suscribo todo lo que ha dicho José María. La primera vez que salí del confesonario, tras muchos años sin pisarlo, sentí como si volase. Dejé allí todos mis pecados, como si esa tremenda carga hubiese dejado de existir. ¿Cabe un milagro más grande que ése? ¡Volver a nacer! Eso mismo es lo que yo también experimenté.

-¿Realmente puede ayudar un sacerdote, al fin y al cabo célibe, a solventar un problema matrimonial?
-Paloma: Hay sacerdotes que conocen los problemas de los matrimonios como el pasillo de su casa, porque llevan años confesándolos o dirigiéndolos espiritualmente. Son portadores además de un arma eficacísima para la estabilidad matrimonial: la confesión. Estando en gracia de Dios, garantizamos la salvación de nuestro matrimonio. El matrimonio es un sacramento y, como tal, lleva aparejado la gracia santificante para vivirlo con éxito, es decir, con verdadero amor.

Jesús mismo lo advierte en el Evangelio: sin Él no podemos hacer nada. Si estamos lejos de Jesús, somos más vulnerables a los ataques del maligno, que busca nuestra destrucción. Pero si confesamos con regularidad, rezamos el Santo Rosario en familia ("La familia que reza unida, permanece unida"), y revivimos la Pasión de Jesús en la Santa Misa tenemos la ayuda divina garantizada.

-¿Cómo ven la petición del cardenal Kasper de que el inminente sínodo permita comulgar a los divorciados vueltos a casar por lo civil?
-José María: ¿Comulgar los divorciados vueltos a casar? Eso sería un sacrilegio como la copa de un pino. Significaría atentar contra la doctrina de Jesucristo. El mero hecho de plantearlo ya me parece grave: ¿Es pecado cometer un sacrilegio? Porque, al parecer, se va a debatir sobre eso mismo; es decir, sobre si, como usted dice, se puede abrir la mano en esta cuestión.
San Pablo, el apóstol de los gentiles, no tiene pelos en la lengua: "El que come y bebe sin discernir el Cuerpo [de Cristo], come y bebe su propia condenación" (1 Corintios 11, 27-29).

El propio Catecismo de la Iglesia Católica tampoco deja el menor resquicio a la duda en su punto número 1.650, donde asevera: "Si los divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en una situación que contradice objetivamente la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esta situación".

Pueden, eso sí, hacer una "comunión espiritual". Y si en verdad piensan en conciencia que su matrimonio no ha existido a los ojos de Dios, la Iglesia pone a su disposición los tribunales eclesiásticos para que emprendan un proceso de nulidad, tal y como hicimos nosotros.

-¿Cómo vivieron ustedes esa limitación de no poder comulgar?
-Paloma: Durante todo el tiempo que vivimos en pecado mortal jamás se nos ocurrió recibir al Señor en semejante estado. Y cuando decidimos vivir como hermanos, luchando por nuestras respectivas nulidades matrimoniales, procuramos siempre estar en gracia de Dios recurriendo antes a la confesión para poder comulgar.

Digo esto, porque por desgracia hay sacerdotes que recomiendan hoy a los feligreses comulgar siempre, sin necesidad de confesarse, apelando a una falsa misericordia, que no es la Misericordia de Dios, con mayúsculas.

José María y yo conocemos varios casos y rezamos por esas personas. Y nos preguntamos, doloridos: ¿Para que instituyó entonces Jesús el sacramento de la Penitencia?

Una cosa es ser caritativo con los demás, y otra muy distinta ofender al Señor donde más le duele: en la Eucaristía.

Jesús ya nos advierte en el Evangelio: "Entrad por la puerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella". Y añade: "No todo el que dice: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos".

-"El Padre Pío en nuestro camino al matrimonio", reza el subtítulo del libro. ¿Cómo intervino?

-José María: Le conocimos providencialmente en un momento muy delicado de nuestras vidas. Irrumpió en ellas para ayudarnos cuando nos sentíamos más desamparados. Y desde entonces no hemos dejado de sentir su presencia para que no abandonemos el camino que conduce a la verdadera felicidad. Paloma le vio un día y yo, aunque nunca le haya tenido delante, palpo cada día su presencia e incluso sus tirones de orejas cuando no me porto bien con Jesús.

Paloma:
El Padre Pío es, valga la redundancia, un padre bueno y tierno que no hizo otra cosa aquí que sufrir para salvar almas como las nuestras. Ya advirtió en vida que daría mucha más guerra muerto que vivo, y es la pura verdad. ¡Cuántas conversiones, como las nuestras, están teniendo lugar hoy por la intercesión de este gran santo canonizado por Juan Pablo II!

-¿Es riguroso un proceso de nulidad? Se los acusa de caros y lentos...
-José María: Mienten como bellacos quienes aseguran que la nulidad es cosa de ricos y famosos. Ni Paloma ni yo lo somos, y la conseguimos gracias a la verdadera Misericordia de Dios. Y como nosotros, otras muchas parejas a las que conocemos.

Tampoco es cara, porque si uno acredita que no tiene suficientes ingresos le adjudican un abogado gratuito y sólo debe pagar las tasas del tribunal, que es una cantidad irrisoria. A nadie, repito, con problemas económicos se le impedirá emprender un proceso de nulidad. Paloma y yo podemos dar fe de ello.

Otra cosa es la lentitud. Depende del caso: yo tardé nueve largos años por razones que el lector entenderá si lee nuestro libro, pero Paloma lo consiguió en mucho menos tiempo. Depende, insisto, del caso y las circunstancias. Lo normal suelen ser uno o dos años.

-Paloma: Lo que de verdad importa es la convicción interna de cada uno en la nulidad de su matrimonio. A Dios sólo le importa la verdad. Si ésta se disfraza de una falsa misericordia, de nada vale. El proceso de nulidad matrimonial no es una pantomima. Si alguien miente sobre su vida para obtenerla, deberá rendir luego cuentas a Dios. Hay que decir siempre la verdad, aunque duela, como me dolió a mí. Pero ahora doy gracias a Dios por la inmensa felicidad que me regala cada día estando casado con José María. ¡Gloria a Dios!

-¿Qué aconsejarían a quienes estén en este momento al borde de una ruptura matrimonial?

-José María: Que lean nuestro libro. Dios quiera que les ayude a valorar de verdad el inmenso tesoro que están a punto de arrojar por la borda. Nosotros, que sufrimos lo indecible para obtenerlo, sabemos muy bien que no tiene precio.

-Paloma: ¡Ánimo a todos los que sufren una crisis matrimonial! Sólo con Amor pueden salvarla. El Padre Pío resumía su vida de sufrimiento y felicidad con una sola frase: "Todo es un juego de amor". Si hay amor de verdad, el Amor de Dios, no hay obstáculo insalvable. Fuera egoísmos y discusiones absurdas. Una buena confesión y… ¡adelante!

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Título: Un juego de amor. El Padre Pío en nuestro camino al matrimonio Ocio Hispano Disponibilidad inmediata
Autor: José María Zavala y Paloma Fernández  
Editorial: LibrosLibres  
Páginas: 225 páginas  
Precio 20,00 €  







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