CAMINEO.INFO.- El feminismo de
la ideología woke se basa en el mito del patriarcado. El feminismo woke surge
de un uso analógico del término "patriarcado". Pero esta analogía está
sacada de quicio.
Como toda
ideología, el feminismo de tercera ola ofrece un engaño. Pero esta alucinación
resulta convincente porque se apoya en un punto de verdad. De no existir esa
verdad básica la ideología no se sostendría ni movería a persuasión.
Porque el
patriarcado admite un uso legítimo al margen del abuso ideológico. El
patriarcado es una categoría científica de la antropología social referida al
sistema de producción de las sociedades preestatales, de cazadores y
recolectores, estudiadas por antropólogos y arqueólogos.
Si el uso
analógico de "patriarcado" excede este contexto científico, la
analogía se desquicia, se saca de quicio. Enloquece. Y con ella quien la
utiliza. La analogía se sale de sus goznes, en torno a los cuales gira. Y la
analogía se vuelve disfuncional: un puro mito. La mente de quien razona desde
ella sólo puede delirar, inmersa en un espejismo. Este uso ideológico del
patriarcado es la clave del feminismo woke.
En antropología
social "patriarcado" refiere al sistema de producción paleolítico donde
los medios de producción se identifican con las relaciones sociales de
producción. En esta fase histórica el medio de producir se identifica con el
cuerpo orgánico de los productores, "el medio de producción es el cuerpo del productor", sin
una mediación institucional evolucionada.
El patriarcado
se trataba de una división sexual del trabajo primitivo, que se explica por el
hecho de que la caza es una actividad que necesita esfuerzos violentos e
implica riesgo para la integridad física, algo poco recomendable para mujeres
embarazadas o con hijos lactantes. La caza también podría haber tenido cierta
función militar: mantener grupos de varones entrenados y vigilando los
territorios de posibles grupos rivales, un fenómeno que también se encuentra en
el antecedente chimpancé.
En la banda de
cazadores paleolíticos mandarán los cazadores más fuertes, más rápidos y hábiles.
Su jefatura dependerá de ese despliegue de resistencia física, que depende de
factores musculares, hormonales y fisiológicos donde destacan los machos, los
cuales controlan la horda.
Circunscrito a esta
categoría de la ciencia antropológica el patriarcado existe y posee valor de
verdad. Pero el patriarcado se limita a esa fase histórica y su específico sistema
de producción. Fuera de ese modo de producción el patriarcado no existe ni es
una categoría científica válida.
En el neolítico
el sistema patriarcal desaparece por la consolidación de la "revolución
agraria" y se sustituye por el patrimonialismo. El sistema de producción
patrimonialista es propio de las sociedades estatales, o protoestatales, donde
ya impera el sedentarismo y la agricultura.
En esta fase
productiva los medios de producción se subordinan a las relaciones sociales de
producción cuya unidad básica es la familia. El patrimonio de terrenos y
huertas, aperos y animales de labranza, casas y siervos, posición social,
derechos y deberes, zonas y servicios comunes, se transmiten a través de instituciones
como la propiedad y la herencia que dependen de la institución familiar.
En el
patrimonialismo neolítico la transmisión del poder es institucional, a través
de la familia. y no depende ya del cuerpo biológico, como en el patriarcado. Que
sean hombres o mujeres quienes gobiernen la familia o el estado obedecerá a reglas
de parentesco (patrilineales, matrilineales o cognación) ajenas a la etología.
Pero que la hegemonía sea masculina o femenina no supone un vestigio patriarcal
o matriarcal del período paleolítico, pues el neolítico impide identificar medios
y relaciones sociales de producción. Hablar de patriarcado en el neolítico es
una extrapolación ilegítima, incompatible con el registro etnográfico y
arqueológico.
Quien afirma,
como hace el feminismo woke, que hay patriarcado en la actualidad (en EEUU o
Europa, en 2024), es decir, fuera del paleolítico, es alguien que está haciendo
un uso ideológico del término "patriarcado" o "patriarcal",
conviertiendo el patriarcado en un mito, al servicio del engaño, el interés
económico o la estrategia electoral. Estafa miserablemente a la gente su
inteligencia y su dinero.
Lo malo es que aquellos
que desquician así la analogía olvidan que sólo poetizan. Lo peor sucede cuando
convierten sus metáforas en realidades físicas y creen descubrirlas en la realidad.
Entonces el mundo físico se trastoca por el mundo mental, y viceversa,
originando problemas epistemológicos y mentales. La cara de mi abuelo puede ser
clavada a la de Mark Twain. Pero si creo que Mark Twain ha suplantado a mi
abuelo, entonces padezco un síndrome de Capgras. Es decir, estoy completamente
chalado. Esta transferencia que proyecta la analogía mental en la realidad
material hasta convertirla en algo físico, tangible, constituye un tipo de
locura objetiva.
Cuando una
feminista woke valora una violación, un comentario sexista o un acto de
violencia doméstica, como una "consecuencia del patriarcado"
demuestra que es víctima de esta extrapolación.
Esa feminista woke
proyecta una categoría de la economía paleolítica en fenómenos de la sociedad postindustrial,
que no tienen nada que ver entre sí, pues se encuentran en una escala distinta.
Cuando una
feminista woke va por la calle y "percibe" el patriarcado en todo lo
que le rodea (edificios, señaléctica urbana, forma de vestir, conducta, idioma,
etc.), denota estar mentalmente dominada por esta extrapolación desquiciada.
Cuando una
feminista woke "se siente" ofendida o incluso atacada
sistemáticamente por una "sociedad patriarcal" que lo controla todo o
"se siente" en la obligación de hacer performances o manifestaciones públicas para convencer al resto de
la población de que todo hombre es "un macho violador", estos
"sentimientos" suyos denotan que la extrapolación ha llegado hasta la
paranoia querulante.
La feminista
woke es un Don Quijote que ve gigantes donde sólo hay molinos de viento, por la
analogía entre brazos y aspas.
El feminismo de
primera y segunda generación no eran ideológicos. Lograron cambios
institucionales en favor de la igualdad entre hombre y mujer. La igualdad ante
la ley, el derecho al voto o a la propiedad fueron conquistas de estas
generaciones. Nadie duda de su legitimidad, pues afecta a cuestiones políticas,
de derecho civil y penal, inherentes al principio de igualdad entre ciudadanos.
El feminismo woke
de tercera ola, imbuido por una locura objetiva extrema, carece de estos
referenciales básicos, incluso contribuye a su destrucción, cuando vulnera principios
como la presunción de inocencia de los acusados o la igualdad jurídica ante la
ley.
Esperemos que el
feminismo woke recupere la cordura justo antes de morir. Vale.