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Portada:: Reflexión en libertad:: Desiderio Parrilla Martinez:: La ideología woke, la locura y el mito del patriarcado

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La ideología woke, la locura y el mito del patriarcado

Fri, 08 Mar 2024 10:11:00
 
Desiderio Parrilla Martinez

CAMINEO.INFO.- El feminismo de la ideología woke se basa en el mito del patriarcado. El feminismo woke surge de un uso analógico del término "patriarcado". Pero esta analogía está sacada de quicio.

Como toda ideología, el feminismo de tercera ola ofrece un engaño. Pero esta alucinación resulta convincente porque se apoya en un punto de verdad. De no existir esa verdad básica la ideología no se sostendría ni movería a persuasión.

Porque el patriarcado admite un uso legítimo al margen del abuso ideológico. El patriarcado es una categoría científica de la antropología social referida al sistema de producción de las sociedades preestatales, de cazadores y recolectores, estudiadas por antropólogos y arqueólogos.

Si el uso analógico de "patriarcado" excede este contexto científico, la analogía se desquicia, se saca de quicio. Enloquece. Y con ella quien la utiliza. La analogía se sale de sus goznes, en torno a los cuales gira. Y la analogía se vuelve disfuncional: un puro mito. La mente de quien razona desde ella sólo puede delirar, inmersa en un espejismo. Este uso ideológico del patriarcado es la clave del feminismo woke.

En antropología social "patriarcado" refiere al sistema de producción paleolítico donde los medios de producción se identifican con las relaciones sociales de producción. En esta fase histórica el medio de producir se identifica con el cuerpo orgánico de los productores, "el medio de producción es el cuerpo del productor", sin una mediación institucional evolucionada.

El patriarcado se trataba de una división sexual del trabajo primitivo, que se explica por el hecho de que la caza es una actividad que necesita esfuerzos violentos e implica riesgo para la integridad física, algo poco recomendable para mujeres embarazadas o con hijos lactantes. La caza también podría haber tenido cierta función militar: mantener grupos de varones entrenados y vigilando los territorios de posibles grupos rivales, un fenómeno que también se encuentra en el antecedente chimpancé.

En la banda de cazadores paleolíticos mandarán los cazadores más fuertes, más rápidos y hábiles. Su jefatura dependerá de ese despliegue de resistencia física, que depende de factores musculares, hormonales y fisiológicos donde destacan los machos, los cuales controlan la horda.

Circunscrito a esta categoría de la ciencia antropológica el patriarcado existe y posee valor de verdad. Pero el patriarcado se limita a esa fase histórica y su específico sistema de producción. Fuera de ese modo de producción el patriarcado no existe ni es una categoría científica válida.

En el neolítico el sistema patriarcal desaparece por la consolidación de la "revolución agraria" y se sustituye por el patrimonialismo. El sistema de producción patrimonialista es propio de las sociedades estatales, o protoestatales, donde ya impera el sedentarismo y la agricultura.

En esta fase productiva los medios de producción se subordinan a las relaciones sociales de producción cuya unidad básica es la familia. El patrimonio de terrenos y huertas, aperos y animales de labranza, casas y siervos, posición social, derechos y deberes, zonas y servicios comunes, se transmiten a través de instituciones como la propiedad y la herencia que dependen de la institución familiar.

En el patrimonialismo neolítico la transmisión del poder es institucional, a través de la familia. y no depende ya del cuerpo biológico, como en el patriarcado. Que sean hombres o mujeres quienes gobiernen la familia o el estado obedecerá a reglas de parentesco (patrilineales, matrilineales o cognación) ajenas a la etología. Pero que la hegemonía sea masculina o femenina no supone un vestigio patriarcal o matriarcal del período paleolítico, pues el neolítico impide identificar medios y relaciones sociales de producción. Hablar de patriarcado en el neolítico es una extrapolación ilegítima, incompatible con el registro etnográfico y arqueológico.

Quien afirma, como hace el feminismo woke, que hay patriarcado en la actualidad (en EEUU o Europa, en 2024), es decir, fuera del paleolítico, es alguien que está haciendo un uso ideológico del término "patriarcado" o "patriarcal", conviertiendo el patriarcado en un mito, al servicio del engaño, el interés económico o la estrategia electoral. Estafa miserablemente a la gente su inteligencia y su dinero.

Lo malo es que aquellos que desquician así la analogía olvidan que sólo poetizan. Lo peor sucede cuando convierten sus metáforas en realidades físicas y creen descubrirlas en la realidad. Entonces el mundo físico se trastoca por el mundo mental, y viceversa, originando problemas epistemológicos y mentales. La cara de mi abuelo puede ser clavada a la de Mark Twain. Pero si creo que Mark Twain ha suplantado a mi abuelo, entonces padezco un síndrome de Capgras. Es decir, estoy completamente chalado. Esta transferencia que proyecta la analogía mental en la realidad material hasta convertirla en algo físico, tangible, constituye un tipo de locura objetiva.

Cuando una feminista woke valora una violación, un comentario sexista o un acto de violencia doméstica, como una "consecuencia del patriarcado" demuestra que es víctima de esta extrapolación.

Esa feminista woke proyecta una categoría de la economía paleolítica en fenómenos de la sociedad postindustrial, que no tienen nada que ver entre sí, pues se encuentran en una escala distinta.

Cuando una feminista woke va por la calle y "percibe" el patriarcado en todo lo que le rodea (edificios, señaléctica urbana, forma de vestir, conducta, idioma, etc.), denota estar mentalmente dominada por esta extrapolación desquiciada.

Cuando una feminista woke "se siente" ofendida o incluso atacada sistemáticamente por una "sociedad patriarcal" que lo controla todo o "se siente" en la obligación de hacer performances o manifestaciones públicas para convencer al resto de la población de que todo hombre es "un macho violador", estos "sentimientos" suyos denotan que la extrapolación ha llegado hasta la paranoia querulante.

La feminista woke es un Don Quijote que ve gigantes donde sólo hay molinos de viento, por la analogía entre brazos y aspas.

El feminismo de primera y segunda generación no eran ideológicos. Lograron cambios institucionales en favor de la igualdad entre hombre y mujer. La igualdad ante la ley, el derecho al voto o a la propiedad fueron conquistas de estas generaciones. Nadie duda de su legitimidad, pues afecta a cuestiones políticas, de derecho civil y penal, inherentes al principio de igualdad entre ciudadanos.

El feminismo woke de tercera ola, imbuido por una locura objetiva extrema, carece de estos referenciales básicos, incluso contribuye a su destrucción, cuando vulnera principios como la presunción de inocencia de los acusados o la igualdad jurídica ante la ley.

Esperemos que el feminismo woke recupere la cordura justo antes de morir. Vale.    

   









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