En Murcia ha surgido una
iniciativa que cuestiona los entornos tecnológicos que restringen la libertad
de los seres humanos y el uso de estas plataformas por
parte de la Iglesia católica.
Podéis
encontrar la catequesis en esta dirección: Engañados por la tecnología.
El actual
capitalismo postindustrial no explota tanto la fuerza de trabajo como la
capacidad de consumir. Este capitalismo funciona a costa de crear adicciones,
dependencias, generando esclavitudes emocionales, angustia y depreciación moral
y psicológica.
En la
segunda mitad del siglo XX el marketing y la publicidad ya no producían
mercancías para
satisfacer necesidades mediante el consumo, sino que generaba las necesidades y
los deseos de los consumidores para venderles luego las mercancías.
Pero en el
siglo XXI se ha llegado más lejos, generando un “capitalismo de la adicción” sin limitación legal, moral o tecnológica. Las Redes Sociales son la
vanguardia de este nuevo modelo de negocio, basado en la manipulación
psicológica y el
abuso emocional, donde culmina en la explotación del hombre por el hombre.
En las
Redes Sociales se han concentrado todas las técnicas de control mental de la psicología
del siglo XX con un solo objetivo: hacer que estas grandes corporaciones
generen un dominio global sobre la
población para convertir a sus usuarios en yonquis, adictos a la dopamina, como
el drogadicto a la heroína, en entornos de consumo controlados.
Por Redes
Sociales la gente entiende: Facebook, Youtube, Twitch, Whatsapp, WeChat,
Instagram, Twitter, Pinterest, Reddit, Tik Tok, Snapchat, Douyin y un
intrincado etcétera.
En 2014 Nir
Eyal publicó su libro “Hooked: How to Build Habit-Forming Products”. El título pone de manifiesto la idea del
"modelo hook" que describe el funcionamiento de este “capitalismo de la adicción”: construir productos que creen adicciones
en los usuarios mediante un bucle repetitivo de un disparador, acción,
recompensa variable e inversión continua.
Bajo el
dominio de las Redes Sociales el teléfono inteligente es una “caja digital” donde están incluidas todas las “cajas analógicas” que la
psicología del siglo XX modelizó para controlar las masas de la sociedad
industrial.
El
smartphone es a la vez una “caja de Skinner” y una “caja de aprendizaje social” y una “caja de Olds-Milner” y una “caja de conformidad social” y una “caja de Calhoun”. Una caja dentro de otra caja dentro de
otra, hasta que están todas dentro, sin faltar ninguna, integradas en una sola “caja digital”, que obedece a una finalidad única: crear yonquis con el
"modelo hook".
Aquellas
"cajas analógicas" se crearon para controlar la conducta de las masas
en las fábricas, las escuelas, los cuarteles, las ciudades. Y se demostraron
muy eficaces en su cometido. Funcionaban a la perfección.
Estas
"cajas digitales" aprovechan ese potencial de dominio, llevándolo al
extremo, mediante la inteligencia artificial, el control de los datos
personales en internet y la increíble velocidad de procesamiento de información
de los ordenadores.
El pequeño
móvil que sostenemos en nuestra mano es una “caja digital”, una refinada máquina de
manipulación mental, donde esas “cajas analógicas” han sido llevadas a su máximo rendimiento.
El hombre
queda reducido en esta "caja digital" a la condición de cobaya en su
rueda, un títere sin voluntad, un simple "activo económico" en manos de estas multinacionales.
Esta
situación es tan escandalosa que ya han surgido numerosas voces críticas.
Existe, por ejemplo, el interesante documental de Netflix “El dilema de las redes sociales” (Jeff Orlowski, 2020). Pero falta una
catequesis cristiana a la altura de la situación.
El
problema es que esas voces críticas son parte del problema y hacen de la
crítica un negocio. Una parte de la industria capitalista se opone a esa otra
parte para acumular capital, para evitar el descenso de su tasa de ganancia. Es
la típica competencia entre la "clase dirigente" y la "clase
acomodada" por el primer y segundo puesto del podio. La crítica se
presenta como una crítica desinteresada, o interesada sólo por la verdad y la
justicia, para denunciar los atropellos del “capitalismo adictivo”. No cabe hipocresía mayor. No hay un capitalismo salvaje
opuesto a un capitalismo civilizado. Dentro del sistema sólo cabe elegir entre
lo malo y lo peor. Es la típica pantomima de "poli malo" y "poli
bueno".
Existe,
además, otro problema. Las ideologías posmodernas (género, lgtbi+, decrecentismo, secularismo,
izquierdismo, demagogia) están intentando apropiarse de la crítica, para usarla
en su beneficio, tratando de dominar el discurso. De hecho, su planteamiento
ideológico guía las partes no técnicas del documental de Netflix,
tratando de expulsar de ese lugar neutro y desinteresado al cristianismo en
general y sus adversarios políticos en concreto.
Existe un
problema aún peor: que las dictaduras políticas anti-cristianas tomaran el
control de ese "capitalismo adictivo" y la Iglesia quedara atrapada
completamente bajo sus redes.
No debemos
permitir que eso ocurra en honor a la verdad y la justicia. Hay que tomar la
delantera. Basta de tibieza. Hay que definirse.
La
Iglesia, como Madre y Maestra, debe dar gratis lo que gratis ha recibido. Como
remedio de esa carencia se ha iniciado esta catequesis para ayudar al pueblo cristiano y a los
hombres de buena voluntad. Espero que oigáis la
catequesis y os sirva de ayuda.
"Y
ellos, abandonando inmediatamente las redes, lo siguieron" (Mt 4, 18).