El padre Tony Anatrella SJ sostiene que la teoría de género surge tras la convulsión de la "revolución del 68". Este juicio, siendo verdadero, lo es sólo en parte.
Ciertamente, la "teoría de género" y el movimiento LGBT pueden considerarse como herencias académicas y mundanas derivadas de la "revolución del 68".
Pero, en realidad, el "revolución del 68" y sus sacudidas en París, Méjico DF, Berkeley, Tubinga, Roma, tienen su foco sísmico en el conflicto chino-soviético, que es la verdadera causa de todo este terremoto universal que denominamos "revolución cultural".
La convulsión de esta "revolución cultural" ha constituido un vuelco histórico y un cambio epocal cuyas réplicas continuamos padeciendo. Sus consecuencias han sido devastadoras e influye en todos los aspectos de la sociedad contemporánea.
Ha influido también en el modo de socialización de las personas homosexuales. Supuso una ruptura sin precedentes respecto de los modos tradicionales de llevar a cabo esta socialización. Si la metáfora de "catástrofe social" acuñada por Alasdair MacIntyre tiene referencia real, en este caso nos encontramos ante una de las peores . Hasta entonces, los modelos de socialización eran muy diversos, unos mejores y otros no tan buenos. Desde entonces se ha impuesto el modelo liberacionista de manera hegemónica hasta el punto de pretender ser la única alternativa posible. Como afirma Michael Bronski: "la liberación gay fue un movimiento de jóvenes cuyo sentido de la historia estaba definido en gran medida por un rechazo del pasado" .
En este sentido, el "liberacionismo queer" ha desembocado en el despotismo más tiránico de la sociedad actual. Pretende imponerse como un bloque monolítico y totalizador al resto de la sociedad civil. Ha tomado a los homosexuales y transexuales como pretexto para bloquear otros modos comunitarios de vida donde esos mismos homosexuales participaban en pie de igualdad.
Así, los liberacionistas no permiten una socialización diferente a la que ellos pretenden imponer. Atacan, por ejemplo, los modelos católicos de socialización; aunque no sólo estos modelos. Este afán de monopolizar la eticidad (Sittlichkeit), o socialización en sentido hegeliano, no ha hecho sino agravarse con instituciones como la ILGA, Nation Queer o el apoyo imperialista del Departamento de Estado de los EEUU (2012) a la tiranía LGBT.
Esta estrategia totalitaria es la que expulsó a Rocco Buttiglione del Parlamento europeo, o está organizando la táctica persecutoria contra los obispos Monseñor Demetrio Fernández o Jaume Pujol cuando se limitan a defender la tradición apostólica y a los homosexuales católicos de estas ideologías alienantes y sectarias.
El activismo LGTB presiona a instituciones psiquiátricas (APA, DSM) para que condenen las terapias de reorientación sexual, incluso las más realistas y ecuánimes, tales como las "técnicas de afirmación sexual" (A. Dean Byrd), las "terapias de contexto específico" (Jeff Robinson), las "terapias sobre completitud de identidad sexual" (Dave Matheson) o la "terapia de identidad sexual" representada por autores como Mark Yarhouse, Stanton Yones, Warren Throckmorton pero también por Robert L. Spitzer, nada sospechoso en materia homosexual puesto que él mismo contribuyó a retirar la homosexualidad como patología en el DSM-IV.
Tratan de dominar las esferas de poder económico mediante el denominado "dinero rosa". El lobby por la batalla jurídica no es menos intenso en las secretarías de la OMS, la UNESCO y otros organismos internacionales, así como su infiltración en los gobiernos de estados nacionales para imponer la llamada "agenda gay".
Paralelamente, trata de imponerse la "teoría queer" en el ámbito mundano y académico como una nueva dogmática. En su aspecto mundano, esta teoría se manifiesta como una doctrina totalitaria que trata de recubrir toda la sociedad, permeando todos sus niveles y estratos. En su aspecto académico, la "ideología de género" se manifiesta como una metafísica que vincula diversas disciplinas categoriales (psiquiatría, historia, etnología, etc.) bajo el manto de su confusión ideológica.
Tanto en uno como en otro aspecto, cualquier oposición a sus dictados es calificada inmediatamente como "homofóbica", "patriarcal" y "fascista" y el opositor queda excomulgado bajo estas acusaciones estereotipadas.
Quien critica las tesis de esta ideología excluyente y violenta, académicamente se suicida y socialmente queda expuesto al linchamiento mediático o al ostracismo más absoluto en ámbitos como la prensa, la televisión, la radio, los departamentos universitarios o la financiación para proyectos de investigación.