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Domingo XXIV Tiempo Ordinario

Sun, 11 Sep 2022 10:30:00
 

CAMINEO.INFO.-


¡¡Qué Dios tenemos!! ¡¡Nos ha de emocionar darnos cuenta de cómo nos ama Dios Padre!!

 

De todas las parábolas que Jesús explicó a lo largo de su vida seguramente la que mejor explica cómo es Dios, es la parábola que hoy hemos leído. Ninguna parábola nos habla mejor de cómo es Dios.

 

Si una persona que no supiera nada del cristianismo, y hoy en día hay muchas, quisiera saber cómo es el Dios de los cristianos le tendríamos que leer esta parábola y acabar diciendo: “este Padre misericordioso es nuestro Dios”.

 

El abrazo que hoy contemplamos es para mí una de las imágenes más bonitas del Nuevo Testamento: “su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos”.

 

1.   El padre salía cada día a esperarle, y miraba al horizonte, por eso lo vio de lejos. Y al verlo se conmovió. A pesar el grave desprecio de pedir la herencia en vida al padre, el padre ya lo había perdonado en su corazón.

 

2. ¡¡Corre hacia él!!

3. Es el Padre quien se le echó al cuello.

4.  Y lo besó.

5.  No deja ni que acabe su disculpa.

6. Y hace que le restituyan la condición de hijo.

7.  ¡¡Organiza una fiesta!! ¡¡Está exultante de gozo!!

 

Y todo esto, siente el arrepentimiento del hijo muy imperfecto:  vuelve porque tiene hambre, pero, es perfectamente amado y abrazado.

 

Es impresionante este abrazo del Padre.

Un abrazo que acoge, que perdona, que restaura, que rehace lo que el pecado había destruido.

Un abrazo que acaba en fiesta.

Y el hijo que nunca se había sentido hijo, en aquel abrazo se sintió hijo amado del padre. Cuando descubre la grandeza del amor del Padre, se descubre a sí mismo como a hijo. ¡¡Qué bonito!!

 

Lección para nosotros: nos hace falta descubrir la grandeza del amor del Padre, para descubrirnos como a hijos, para darnos cuenta que somos hijos.

 

Es este abrazo el que todos hemos de vivir y de experimentar. Si no vivimos nuestra fe, nuestra vida cristiana, dentro de esta relación de amor no saldremos adelante.

O nos situamos dentro de esta relación de amor o la práctica religiosa se puede convertir en unas prácticas pesadas, en lugar del ámbito del encuentro vivificante y festivo con Dios.

O nos situamos dentro de esta relación de amor o no podremos buscar la voluntad de Dios, incluso haciendo buenas obras y actos piadosos. Porque sólo podemos desear vivir la voluntad de Dios si nos sentimos amados por él. 

 

Sólo dentro de esta relación de amor hijo-Padre encontramos nuestra verdadera identidad: somos hijos en el Hijo, por la donación del Espíritu Santo.

 

Hemos contemplado este abrazo del Padre al hijo pródigo, que es también el abrazo sobre cada uno de nosotros. Continuamos contemplando este padre para darnos cuenta, emocionarnos, ante su amor.

 

En esta parábola el único que no reclama nada para sí mismo es el Padre. Esperaba al hijo y corre a acogerlo. Sale de la fiesta para encontrarse con el hijo mayor, y animarle a entrar en la fiesta. No exige nada para sí mismo, él no cuenta. Lo único que desea es el bien de sus hijos.

 

No da importancia a los bienes materiales...

No hace problema de la ofensa a su dignidad, a su honor (cuando le piden la herencia estando él vivo)

No manifiesta su sufrimiento, su dolor, ...

No impone nada, sólo propone...

No retrae lo que le han hecho...

No exige una disculpa...

No le pone mala cara durante unas semanas...

Sino todo lo contrario, en su corazón hay fiesta… No ha dejado nunca de amar.

Él no importa, importan los hijos...

Porque para él sólo importa el bien de sus hijos.

 

A nuestro Padre lo que más le preocupa es nuestro bien, lo que más desea, es nuestro bien.

 

Jesús intenta con esta parábola mostrar cómo es el Padre… Porque los fariseos no entienden cómo es que Jesús acoge y come con los pecadores. Y Jesús viene a decir… ”hago lo que hace el padre: amar, amar a todos”.

 

Descubrimos un Padre al cual le importamos, nuestro bien es lo que más desea, descubrámonos hijos amados...







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