CAMINEO.INFO.- Explicamos esto: Por un lado, tenemos un gran deseo de plenitud, de
felicidad, y de otra, hoy en día, parece que queremos saciar este deseos
de plenitud a trabas del consumo ... del tener, del comprar, del
poseer, ...
Todos hemos tenido la experiencia: anhelábamos intensamente una cosa material (coche, casa, vestido, ordenador, cuadro, etc.) lo conseguimos y seguimos igual de vacíos que estábamos.
“Vanidad y más vanidad ..”
Eso que tan deseábamos, no nos ha hecho un poco más felices. Y cuando ya lo tenemos, entonces queremos otra cosa. Constatamos, pues, que las cosas no dan vida.
Decía San Agustín: “Ningún bien de este mundo nos llena ... porque anhelamos el Bien Supremo”. “Lo que llena nuestro corazón ... está más allá de la tierra”. “Sólo nos llena aquello ... que no cabe en nosotros”
Si tenemos el corazón lleno de cosas, allí no cabe Dios. Si tenemos las manos llenas de cosas, cómo vamos acoger a Dios. Por esto Jesús advierte tanto en contra de poner el corazón en las riquezas, en las cosas materiales, porque ellas ahogan el deseo de Dios. Las riquezas no sueño malas en sí mismas, por no serlo tienen que ser
orientadas a Dios. Tenemos cosas porque entendemos que Dios quiere que
las poseamos, para que hagamos un buen uso de ellas.
Este discurso sobre las riquezas puede sonar un poco raro hasta que en nuestra vida pasa una cosa: ¿qué es?. Descubrimos experimentalmente que el bien máximo es Cristo. Entonces las riquezas perdemos del todo su atractivo.
Por eso Santo Pablo nos ha dicho: “Vuestra vida está escondida en Dios
junto con el Cristo”. Nuestra vida – la feliz, la verdadera, la
auténtica- está escondida en Cristo. Él es el bien máximo que sí sacia
nuestros anhelos más profundos.
Cuando se habla de las riquezas todos encontramos autojustificaciones
para tener el que tenemos y para gastar el que gastamos. La capacidad de
autojustificarnos es inmensa ...
Y lo que nos hace falta se
contemplar el Cristo pobre y pedirle que nos ayude a vivir más pobres,
más austeros ... y en la pobreza y encontraremos nuestra felicidad ...
“Entonces Jesús dijo a todo el mundo: ¡vigilad! Guardaos de toda ambición de poseer riquezas”.