CAMINEO.INFO.- Me decía no hace demasiado una persona: “yo con Dios Padre,
bien, rezo mucho el padrenuestro, me gusta hacerlo poco a poco, me gusta decir
“Padre” a Dios. Con Jesús también muy bien, veo lo que hace y dice en el
evangelio, miro de relacionarme con él, en cada eucaristía entro en comunión
con Él, pero con el Espíritu Santo no sé qué hacer”.
Pienso que ésta es una experiencia bastante común. En esta
solemnidad vamos a mirar que esto no pase.
Podríamos decir que es habitual que esto pase. Hemos tenido
una formación donde el Espíritu Santo no
aparece casi nunca. Normal que ahora nos cueste hacerlo aparecer en nuestra vida.
Lo que pasa
también es que muchas veces lo que ocurre es que tenemos con el Espíritu Santo
una relación y una experiencia de la cual no somos conscientes. Para que nos
entendamos: no podríamos estar aquí si el Espíritu Santo no nos hubiera traido.
No podemos rezar sino es en el Espíritu Santo. Por tanto, el Espíritu Santo
está con nosotros, actúa en nosotros, pero somos poco conscientes.
En la medida que desarrollamos esta consciencia nos es más
fácil la vida cristiana. Dos ideas para hacerlo.
• Tenemos los
Hechos de los Apóstoles que podríamos decir que son “el evangelio” del Espíritu
Santo. Jesús tiene cuatro evangelios, el Espíritu Santo tiene los Hechos de los
Apóstoles. ¡Allí lo podemos descubrir!
• Otra cosa
que nos puede ayudar es que sin Espíritu Santo no hay vida cristiana. Cito al
papa Francisco, unas palabras que dijo en la homilía del lunes VI del Tiempo
pascual: "No se puede entender la
vida cristiana sin la presencia del Espíritu Santo: no sería cristiana. Sería
una vida religiosa, pagana, piadosa, que cree en Dios, pero sin la vitalidad
que Jesús quiere para sus discípulos. Y aquello que da la vitalidad es el
Espíritu Santo, presente".
El cristianismo no es una ideología. La fe no es sólo unas ideas y unos valores. El cristianismo es
una vida nueva que por el Espíritu Santo se nos comunica desde arriba. ¡Una
nueva vitalidad que viene de arriba!
Es lo que ya
decíamos el otro día: “Lo importante es ser buenas personas, no hace falta ir a
misa”. No han entendido qué es el cristianismo. Lo reducen a una construcción
humana (ser buenos) y Dios, y la fuerza del Espíritu Santo, que lo
quiere transformar todo, no intervienen.
Un ejemplo de todo esto lo es la escena que hoy hemos
contemplado: Pentecostés: ¿quienes son aquellos que reciben el Espíritu Santo?
Unos hombres incultos, poco formados, camino de Jerusalén discuten por quién
será el primero en el Reino de Jesús, a Jesús resucitado el día de la Ascensión
le llegan a preguntar: “¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?”, ¡no
han entendido nada!, son personas muy limitadas, que se han mostrado cobardes
cuando han ido mal las cosas, ... Uno piensa: “Señor a estos no, a estos no los
envíes que lo harán todo mal” . Así entraron en el Cenáculo, y ¿cómo salieron? ¡El fuego del Espíritu los penetró
y los hizo diferentes. Los transforma. Ya no son ellos, ahora son “el Espíritu
Santo y nosotros”.
Sorprende la rapidez con la que se extendió la Buena Nueva.
Sólo hay una explicación: “el Espíritu Santo y nosotros”.
¡¡El Espíritu Santo quiere hacer maravillas en nosotros!!
¡Os lo aseguro! ¡¡En todos nosotros!! Hace falta que le dejemos espacio en
nuestra vida. Es necesario que nos abramos a él...
Nos decía el Papa Francisco en la audiencia del 15 de mayo:
“Ésta es una oración que tenemos que
rezar todos los días: “Espíritu Santo, haz que mi corazón esté abierto a la
Palabra de Dios, que mi corazón esté abierto al bien, que mi corazón esté
abierto a la belleza de Dios, todos los días”. Me gustaría hacerles una
pregunta a todos ustedes: ¿Cuántos de ustedes rezan cada día al Espíritu Santo,
eh? ¡Serán pocos, eh! pocos, unos pocos, pero nosotros tenemos que cumplir este
deseo de Jesús y orar cada día al Espíritu Santo para que abra nuestros
corazones a Jesús…. Invoquemos al
Espíritu Santo todos los días. Les hago esta propuesta: invoquemos cada día al
Espíritu Santo. ¿Lo harán? No oigo, eh, ¡todos los días, eh! Y así el Espíritu
nos acercará a Jesucristo.
Que esta eucaristía sea para nosotros un volver a vivir el
milagro de Pentecostés.