CAMINEO.INFO.- El protagonista del cuarto domingo de Pascua de los tres
ciclos de lecturas A,B y C, es siempre el Buen Pastor. No es una casualidad. La
Iglesia, inspirada por el Espíritu Santo, en este tiempo pascual quiere dejar
muy claro que el hecho de que Jesús haya resucitado no quiere decir que ya no
esté entre nosotros. Jesús continúa presente entre nosotros y lo hace como el
Buen Pastor que siempre nos acompaña. ¡¡Siempre, es siempre!!
Es fácil quedarse con en una imagen
bucólica e idílica del buen pastor y no darnos cuenta de toda la fuerza y toda
la profundidad que tiene esta imagen que Jesús esta dando de sí mismo.
Jesús con esta imagen nos expone cómo
quiere relacionarse con nosotros. Él nos está diciendo: “yo quiero ser tu pastor,
te quiero dirigir, proteger, sanar, alimentar, yo estaré siempre contigo”
Y esta manera de relacionarse con
nosotros es necesario que la personalicemos. ¡Nos lo tenemos que hacer nuestro!
Lo hemos de vivir y ver como nuestro
buen Pastor. No el buen pastor para toda
la humanidad, sino mi buen pastor.
Con las personas que acompaño
espiritualmente me gusta incidir en esta dimensión del buen pastor. Muchas
veces me comentan decisiones que han tomado. Y yo siempre les pregunto: ¿esta
decisión importante la llevaste a la oración?, ¿pediste luz al buen Pastor? A
veces me responden: “No”. ¡¿Es nuestro pastor o
no lo es?! ¡¿Nos dirige o no nos dirige?!
O la manera de reaccionar ante una
dificultad o un problema con el marido, la esposa, un compañero de trabajo, o
con una catequista. Mi reacción es al modo humano, desde las entrañas, o es al
modo divino, dialogando con el buen Pastor, ¿tú cómo lo ves Jesús?
Es un aprendizaje, que cada vez lo
tengamos más presente. Y esto lo descubriremos en la oración … Que su frase “Yo
soy el buen pastor” no quede sin respuesta en nosotros.
Y la segunda lectura se abunda en esta
imagen: “El que se sienta en el trono acampará entre ellos. Ya no pasaran
hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el cordero que
está delante del trono será su pastor, y los conducirá hacia fuentes vivas. Y
Dios enjugará las lágrimas de sus ojos”.
Muy poético, ¿verdad?, pero también muy
real. “Acampará entre ellos”: esto es la encarnación, Dios se encarna,
se hace uno de nosotros. Para que al hacerse cercano, conozcamos, le veamos, le
amemos. Y como Buen Pastor continúa acampado entre nosotros.
“Ya no pasarán hambre ni sed”:
él nos sacia, el corazón del hombre anhela muchas cosas ... hasta que lo
encontramos a Él. “Terminé de buscar cuando lo encontré a Él” decía un
cantautor.
“Porque el Cordero que está delante del
trono será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas”: Jesús no viene para agobiarnos ni para
ponernos encima pesadas cargas y pesadas obligaciones. Jesús viene para darnos
vida. Él nos conduce hacia las fuentes de las que brota el agua de la vida.
Esas fuentes son los sacramentos. Vivamos con fe los sacramentos, como fuentes
de donde mana la gracia de Dios.
En el evangelio dice Jesús: “Mis ovejas escuchan mi
voz”. Jesús no habla de un reconocimiento exterior, no se trata de
reconocer el tono de voz y poder decir: “es Jesús”. Este reconocimiento
exterior también lo podrían hacer los fariseos y maestros de la ley.
¿Qué quiere decir, entonces, este reconocer su voz?
Quiere decir que las palabras de Jesús las siento, las entiendo, dirigidas a
mí. Reconozco que esa voz me habla a mi
Cuando Jesús dice: “Paz a vosotros”, a
mí me lo dice.
Cuando Jesús dice: “Como el Padre me ha enviado a mí, también yo os envío a vosotros”,
a mí me lo dice.
Cuando Jesús dice: “No seas tan incrédulo. Seas creyente”, a mí me lo dice.
Reconocer su voz quiere decir que las palabras de Jesús
las siento, las entiendo, dirigidas a mí. Y cuando acogemos así la Palabra de
Jesús, esta palabra transforma nuestra vida. ¡Jesús nos habla!, ¡me habla a mí!
¡Que Dios nos ayude a vivirlo!
Un poeta francés, Paul Claudel, converso,
intentaba atraer al cristianismo a un amigo suyo, André Gide. Éste era un
hombre muy intelectual que le oponía argumentos de tipo histórico, filosófico,
etc. Entre ellos se cruzaron algunas
cartas, al final en una de ellas decía Paul Claudel: “Hay una cosa que no puedo
negar, y es que Dios ha hablado y yo he oído su voz”.
Ésta tendría que ser nuestra experiencia:
escuchar la voz del buen Pastor. ¡Que así sea!