CAMINEO.INFO.- La liturgia es muy sabia. Va ubicando cada pieza en su lugar para ayudarnos
a hacer un camino. En este camino nos aparece un perdón que lo hace todo nuevo.
Fijaros. Domingo pasado contemplábamos a
Jesús sentado a la mesa con los pecadores y ellos escuchándole. El Padre del
hijo pródigo le esperaba con anhelo, y cuando llega el hijo lo abraza, lo
perdona y hace fiesta. San Pablo nos exhortaba: “En nombre de Cristo os
pedimos que os reconciliéis con Dios”. Hoy la primera lectura dice con
mucha belleza poética: “No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo;
mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” Y después
hemos contemplado una de las escenas de perdón más impresionantes de toda la
Biblia, la de la mujer adúltera. A la que Jesús le dice: “Tampoco yo te
condeno. Anda, y en adelante no peques más”.
Esta reincidencia temática no es una
casualidad. En la liturgia todo es providencial. ¡Dios lo ha querido así! Por
tanto, a estas alturas de la Cuaresma vemos que Dios a través de la liturgia
nos presenta el tema del perdón de Dios. Y de un perdón que lo hace todo nuevo:
El hijo pródigo por primera vez se sintió, descubrió, hijo amado.
Las palabras de la primera lectura perfectamente se podrían aplicar a una
confesión: “No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que
realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”
A la mujer pecadora gracias al perdón de Jesús se le regala una nueva vida.
¡¡El perdón de Dios hace nuevas a las personas!! ¡¡Lo renueva todo!!
La familia es un ámbito donde al haber mucho contacto es necesario que haya
mucho perdón. Siempre hay cosas a perdonarse. Cuánto bien hace a una familia
que los esposos se pidan perdón... este perdón renueva a toda la familia. Si no
hay perdón se van acumulando los desacuerdos, y esto crea un mal rollo en la
familia que no veas.
Los amigos que han discutido, por el perdón se vuelven unir.
Personas que están lejos de Dios, o que están en la casa del padre como el hijo
mayor, sin disfrutar del Padre, al pedir perdón a Dios, este perdón renueva sus
vidas, hace nuevas todas las cosas.
Y por esto decíamos en la respuesta del salmo... “Gustad y ved qué bueno
es el Señor”.
Es magnífico este perdón. Esta acción de Dios sobre nosotros.
A veces nos cuesta pedir perdón a Dios porque no tenemos sentimiento de culpa.
Nos parece que no pecamos. Hace falta distinguir lo que es el sentimiento de
culpa y la consciencia de pecado.
En el sentimiento de culpa estoy centrado en mí mismo. Hay culpa, si me
siento culpable. Me guío por lo que siento. Si siento que he pecado, he pecado,
si no, no. Es una manera de funcionar centrada en uno mismo. Uno mismo se
convierte en criterio de bien y de mal.
En la consciencia de pecado el centro es Dios, parto de Dios, de lo que Dios me
propone, de lo que Dios me dice en la Biblia, de lo que Dios me dice a través
de la Iglesia. No soy yo el que decide..., me fío de una palabra que viene de
Dios.
Hemos de hacer camino en la consciencia de pecado...
Vale la pena destacar algunas frases de la carta de San Pablo:
“Hermanos: Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor”. San Pablo se da cuenta de la gran
suerte, del gran tesoro, de la novedad de vida, que es conocer a Jesús.
¡¡Valoremos lo que tenemos entre manos!!
“Para conocerlo a él, y experimentar la fuerza de su resurrección”. Otra
vez “conocer”. Que no es un saber muchas cosas de Jesús, sino un conocimiento
experiencial, de trato, de amistad. El fruto de este conocer: ¡experimentar el
poder de su resurrección!
El otro día me preguntaban: ¿Cómo puedo conocer mejor a Jesús? ... En estos
días la Iglesia nos propone conocer a Jesús contemplándolo crucificado. Haz el
vía crucis en casa. Entra al templo y reza ante la cruz. Lee la pasión o algún
libro referido a la pasión. “Compartiendo
su pasión” “configurándonos a su muerte”. Aprendamos la sabiduría de la
cruz.