CAMINEO.INFO.- Este evangelio nos presenta dos imágenes muy potentes, muy luminosas, que
están llamadas a nutrir nuestra espiritualidad.
La primera es Jesús sentado a la mesa con los pecadores y cobradores de
impuestos. “En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los
pecadores a escucharle”.
La imagen de hoy es contundente, magnífica, entrañable: Jesús sentado a la
mesa con los pecadores. Dios no castiga, Dios no se enfada. Dios, Jesucristo,
se sienta a la mesa con los pecadores. Y lo hace con las personas más mal
vistas en aquellos momentos que eran los cobradores de impuestos, porque
colaboraban con el invasor romano. Dios que siempre acoge. Dios que siempre se
acerca, y que evidentemente, siempre llama a la conversión, a volver al Padre.
“Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: -<Ése acoge a los
pecadores y come con ellos>”.
Jesús responde a estas murmuraciones con una parábola. Una parábola que
viene a decir: hago lo que hace mi Padre. Como que mi Padre ama a todos, nunca
deja de amar, siempre está dispuesto a acoger y perdonar, yo hago lo mismo.
Aunque el pecado sea gravísimo, el pecado del hijo pródigo es gravísimo, en el
corazón del Padre nunca hay odio, ni rencor, ni deseo de venganza. Sólo hay
amor y misericordia. Hago lo que hace mi Padre.
Esta parábola en aquel tiempo rompía muchos esquemas mentales. Tenían la
imagen de un Dios castigador de pecadores, de un Dios que se enfadaba con los
hombres. La parábola de Jesús es totalmente contracultural. A años luz de la
imagen que ellos tenían.
Hemos de contemplar, hemos de imaginar, esta escena, Jesús sentado a la
mesa con pecadores, con gente que era lejos de Dios, y están allá como dice el
evangelista “para escucharle”.
Esta escena nutre nuestra espiritualidad. Nosotros somos estos pecadores
que estamos sentados a la mesa con Jesús escuchándole porque vemos que nuestra
vida no va bien, que no nos sentimos llenos, que no tenemos paz... y en el
diálogo con él avanzamos en el camino de la conversión.
La segunda imagen potente y luminosa, llamada a nutrir nuestra espiritualidad, es el abrazo del
padre al hijo pródigo.
Este abrazo es para mí una de las imágenes más bonitas del
Nuevo Testamento: “su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr se le
echó al cuello y se puso a besarlo”.
1. ¿Por qué lo pudo ver de lejos? Porque el
padre salía cada día a esperarlo, y miraba al horizonte, por esto lo ve de
lejos. Y al verle se conmueve. A pesar del grave desprecio de pedir la herencia
en vida al padre, el padre ya le había perdonado en su corazón.
2. ¡¡Corre hacia él!!
3. Es el padre quien se le tira al cuello
4. Y lo besó.
5. No deja ni que acabe su disculpa
6. Y hace que le
restituyan la condición de hijo (vestidos, ...)
Es impresionante
este abrazo del Padre. Un abrazo que acoge, que perdona, que restaura, que
rehace lo que el pecado había destruido. Un abrazo que acaba en fiesta.
Hemos de contemplar, hemos de imaginar, este abrazo porque nosotros somos
el hijo pródigo. Vamos a ver cómo somos el hijo pródigo.
Contemplemos al hijo
pródigo: ¿Cuál es su pecado? Su pecado, en el fondo, no es malgastarlo todo en
fiestas y mujeres públicas. Este pecado está lejos de nosotros. En el fondo, su
pecado es más cercano a nosotros de lo que nos pensamos. Su pecado es querer
realizarse siguiendo su propia voluntad, lejos del Padre.
Este pecado nos es
muy cercano... Sabemos que hemos de hacer una cosa, nos lo dice la conciencia,
la voz de Dios en nosotros, pero tiramos por otro camino… Que nos dará más
satisfacción inmediata, pero es un camino de menos plenitud y menos gozo. ¡Esto
nos pasa mucho...!
Cada vez que hacemos
una opción así estamos marchando de la casa del Padre, no me reconozco
como a hijo, niego mi identidad como a
hijo. Como hijo sólo me puedo realizar en relación con el Padre.
Somos hijos en el
Hijo, ésta es nuestra realidad más profunda. Sólo nos podemos realizar como a
hijos en relación al Padre. Tota pequeña huida de la casa del Padre, nos
perjudica.
¿Qué le pasa al hijo
pródigo, a nosotros? Aún no ha descubierto, aún no hemos descubierto, el chollo
de tener un Padre como éste. Aún no nos hemos descubierto dentro de una
relación de amor.
Si no vivimos
nuestra fe, nuestra vida cristiana, dentro de esta relación de amor no vamos
bien …
O nos situamos
dentro de esta relación de amor o la práctica religiosa se puede convertir en
una rutina cansada y pesada.
O nos situamos
dentro de esta relación de amor o siempre estaremos buscando nuestra propia
voluntad, incluso haciendo buenas obras
y actos piadosos.
Sólo dentro de esta
relación de amor encontramos nuestra
verdadera identidad y felicidad.
Nos dice hoy San Pablo: “Hermanos: el que es de Cristo
es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado”. Que
así sea...