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Segundo domingo Tiempo de Navidad

Sun, 02 Jan 2022 10:09:00
 

CAMINEO.INFO.- En un mundo que busca palabras de sentido y de bondad, Navidad nos viene a recordar cuál es la gran Palabra que Dios ha dado al mundo, para revelarle su sentido más profundo. Esta Palabra, este Logos, es Jesucristo.

 

El desafío para nosotros es contemplar el misterio cara a cara. El desafío para nosotros es ponernos cara a cara con Jesús y descubrir qué nos ofrece, qué camino nos indica, qué quiere de nosotros. ¡Es un desafío apasionante! ¡¡No fácil! ¡Pero no podemos tener miedo de lo que nos pueda ofrecer! ¡Será para nuestro bien!

 

Dios es como la luz del sol, una luz potentísima, tan fuerte que nos ciega. No podemos ver el sol directamente. Con la encarnación, al hacerse Dios hombre, uno de nosotros, Dios brilla con una tonalidad agradable a nuestros ojos, con un resplandor que ilumina nuestros rostros.

 

En Cristo, Dios habla al hombre con un lenguaje humano. Con la encarnación desaparece la invisibilidad de Dios y podemos pasar, ver y tocar el misterio de Dios.

El anhelo de felicidad presente en nuestros corazones, el deseo de eternidad inscrito en nuestras personas, este hambre de paz que nos consume por dentro, encuentran su respuesta en la Navidad, en la Gran Palabra, en Jesucristo. Es necesario que lo acojamos realmente. “Vino a su casa, y los suyos no la recibieron”.

 

En el Génesis, Dios con su Palabra creó todas las cosas. Ahora Dios con la Palabra, con el Logos, con Jesucristo lleva a término una nueva creación. ¡Nosotros somos la nueva creación! Él hace nuevas todas las cosas. Él nos hace nuevos a nosotros. ¡¡Nos hace hijos!! Dice el prólogo: “Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre”. “Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios”. ¡Somos una nueva creación! ¡Nuestra vocación es ser hijos e hijas de Dios! Nos ha dicho San Pablo, hoy: “Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos”. ¡Somos hijos en el Hijo!

 

¡Hijos e hijas de Dios, una realidad a rezar, contemplar, reflexionar y vivir!

 

Dice el prólogo de San Juan: “En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

 

Él es la Vida. Él es la Luz. La vida auténtica no se encuentra en nosotros sino en Él. La realización de  nuestra vida o el fracaso de nuestra existencia depende de la acogida que hagamos de Jesús, de la Palabra.

 

Es lo que Juan nos describe a lo largo de todo el evangelio: una lucha entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas.

 

No acoger la luz, quiere decir andar en tinieblas, independientemente de Dios. La acogida, verdadera, de Jesús quiere decir una relación nueva entre Dios y nosotros. Quiere decir también una participación en la vida de Dios.

   

San Pablo todo esto lo capta perfectamente y lo expresa con una claridad y elocuencia inigualable: “Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. ¡Desarrollémoslo!

 

“Él nos eligió en la persona de Cristo”. Dios Padre nos ha pensado a cada uno de nosotros  para estar unidos a Jesucristo. Nuestro destino ligado al de Jesucristo. Nuestra existencia tiene sentido en tanto en cuanto estemos unidos a Jesucristo. “Él nos eligió en la persona de Cristo”. Fuera de él, muerte y tinieblas.

 

..., antes de crear el mundo” Estamos en el pensamiento de Dios antes de crear el mundo. ¡Qué misterio! Dios desde siempre ha pensado en nosotros y desde siempre nos ha amado. Somos porque nos ama.

 

Dice el Papa San Juan Pablo II: “Por Él y ante Él, el hombre es único e irrepetible; alguien eternamente ideado, eternamente elegido, eternamente amado; alguien llamado y denominado por su propio nombre”.

 

La finalidad de la encarnación queda muy clara: “Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos...” La finalidad de nuestra vida: ser santos. Sólo hay un fracaso: no ser santos. Sólo hay una tristeza: no ser santos. Si nos ha escogido para ser santos, quiere decir que nos dará las gracias para poderlo ser. Nos es necesario pedirlas y esperarlas con anhelo. ¿Cómo va nuestra santidad? ¿Avanzamos? El deseo de Dios es que muramos plenamente santificados ¿Cómo vamos...?

 

Hoy la liturgia con estas lecturas parece preguntarnos: “¿¡pero os habéis dado cuenta de lo que habéis celebrado!?, ... ¿¡pero os habéis percatado de lo que significa, que Dios se haya hecho uno de nosotros!?

 

Yo como San Pablo rezo para que conozcáis de verdad “quien es Cristo..., para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da herencia a los santos”. Amén.









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