CAMINEO.INFO.- En un mundo que busca palabras de sentido
y de bondad, Navidad nos viene a recordar cuál es la gran Palabra que Dios ha
dado al mundo, para revelarle su sentido más profundo. Esta Palabra, este
Logos, es Jesucristo.
El desafío para nosotros es contemplar el
misterio cara a cara. El desafío para nosotros es ponernos cara a cara con
Jesús y descubrir qué nos ofrece, qué camino nos indica, qué quiere de
nosotros. ¡Es un desafío apasionante! ¡¡No fácil! ¡Pero no podemos tener miedo
de lo que nos pueda ofrecer! ¡Será para nuestro bien!
Dios es como la luz del sol, una luz
potentísima, tan fuerte que nos ciega. No podemos ver el sol directamente. Con
la encarnación, al hacerse Dios hombre, uno de nosotros, Dios brilla con una tonalidad
agradable a nuestros ojos, con un resplandor que ilumina nuestros rostros.
En Cristo, Dios habla al hombre con un
lenguaje humano. Con la encarnación desaparece la invisibilidad de Dios y
podemos pasar, ver y tocar el misterio de Dios.
El anhelo de felicidad presente en
nuestros corazones, el deseo de eternidad inscrito en nuestras personas, este
hambre de paz que nos consume por dentro, encuentran su respuesta en la
Navidad, en la Gran Palabra, en Jesucristo. Es necesario que lo acojamos realmente.
“Vino a su casa, y los suyos no la recibieron”.
En el Génesis, Dios con su Palabra creó
todas las cosas. Ahora Dios con la Palabra, con el Logos, con Jesucristo lleva
a término una nueva creación. ¡Nosotros somos la nueva creación! Él hace nuevas
todas las cosas. Él nos hace nuevos a nosotros. ¡¡Nos hace hijos!! Dice el
prólogo: “Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios,
si creen en su nombre”. “Éstos no han
nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios”.
¡Somos una nueva creación! ¡Nuestra vocación es ser hijos e hijas de Dios! Nos
ha dicho San Pablo, hoy: “Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por
pura iniciativa suya, a ser sus hijos”.
¡Somos hijos en el Hijo!
¡Hijos e hijas de Dios, una realidad a
rezar, contemplar, reflexionar y vivir!
Dice el prólogo de San Juan: “En la
Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la
tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Él es la Vida. Él es la Luz. La vida
auténtica no se encuentra en nosotros sino en Él. La realización de nuestra vida o el fracaso de nuestra
existencia depende de la acogida que hagamos de Jesús, de la Palabra.
Es lo que Juan nos describe a lo largo de
todo el evangelio: una lucha entre el bien y el mal, entre la luz y las
tinieblas.
No acoger la luz, quiere decir andar en
tinieblas, independientemente de Dios. La acogida, verdadera, de Jesús quiere
decir una relación nueva entre Dios y nosotros. Quiere decir también una
participación en la vida de Dios.
San Pablo todo esto lo capta
perfectamente y lo expresa con una claridad y elocuencia inigualable: “Él
nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos
santos e irreprochables ante él por el amor. ¡Desarrollémoslo!
“Él nos eligió en la persona de Cristo”. Dios Padre nos ha pensado a cada uno de
nosotros para estar unidos a Jesucristo.
Nuestro destino ligado al de Jesucristo. Nuestra
existencia tiene sentido en tanto en cuanto estemos unidos a Jesucristo. “Él
nos eligió en la persona de Cristo”. Fuera de él, muerte y tinieblas.
“..., antes de crear el mundo” Estamos
en el pensamiento de Dios antes de crear el mundo. ¡Qué misterio! Dios desde
siempre ha pensado en nosotros y desde siempre nos ha amado. Somos porque nos
ama.
Dice el Papa San Juan Pablo II: “Por Él y ante Él, el
hombre es único e irrepetible; alguien eternamente ideado, eternamente elegido,
eternamente amado; alguien llamado y denominado por su propio nombre”.
La finalidad de la encarnación queda muy clara: “Él
nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos
santos...” La finalidad de nuestra
vida: ser santos. Sólo hay un fracaso: no ser santos. Sólo hay una tristeza: no
ser santos. Si nos ha escogido para ser santos, quiere decir que nos dará las
gracias para poderlo ser. Nos es necesario pedirlas y esperarlas con anhelo.
¿Cómo va nuestra santidad? ¿Avanzamos? El deseo de Dios es que muramos
plenamente santificados ¿Cómo vamos...?
Hoy la liturgia con estas lecturas parece
preguntarnos: “¿¡pero os habéis dado cuenta de lo que habéis celebrado!?, ...
¿¡pero os habéis percatado de lo que significa, que Dios se haya hecho uno de
nosotros!?
Yo como San Pablo rezo para que conozcáis
de verdad “quien es Cristo..., para que
comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria
que da herencia a los santos”. Amén.