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Celebramos el Tercer domingo de
Adviento, domingo Gaudete. Domingo del gozo, de la alegría. Hoy la primera y segunda lectura nos invitan al
gozo, al júbilo.
Decía la primera lectura: “Regocíjate, hija de Sión, grita de
júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén”. Si actualizamos al siglo XXI y a nuestra
realidad esta frase, nos queda así: “Regocíjate, grita de júbilo, ciudad de
Parets; aclama, Parets. Alégrate y gózate de todo corazón, ciudad de Parets.
Ante el Señor que viene: gozo, alegría, celebración. No a una alegría de contar
chistes, sino a una alegría interior, profunda, espiritual, que nace de nuestra
esperanza: “El Señor está cerca”. Jesús viene, vendrá a nosotros de una manera
nueva. Esta esperanza nos llena de júbilo.
En la segunda lectura San Pablo
nos dice: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres…,
nada os preocupe”. Es interesante destacar que esto San Pablo lo escribe
desde la prisión. ¡Los cristianos no
necesitamos que todo nos vaya bien para estar contentos, para ser felices!
Y otro hecho destacable de
estas palabras de San Pablo, es que en el lenguaje cotidiano no decimos nunca
“alegrarse en una persona”. Sino más bien decimos “alegrarse con una persona” o
“alegrarse por una persona”.
San Pablo habla de alegrarse “en
el Señor”. Nuestra alegría parte de él, de estar unidos, insertados en él. “Alegres
en el Señor”. Expresión que nos tendría que hacer mirar nuestra vida.
¿Estoy contento en el Señor? ¿Mi júbilo mana de estar en Él? ¿O mana de la
familia, del trabajo, o del Barça? Que es muy bueno que mane alegría de todas
estas dimensiones, pero, un signo de la cualidad de la salud de mi cristianismo
es que de la relación con Jesús mane mi alegría más profunda.
Segunda idea: La preparación de
la venida del Señor no es sólo espiritual. La preparación de la venida del
Señor no se limita a unas actitudes en nuestra oración, no se limita a tener
unas determinadas esperanzas, no se limita a una intensificación de la contemplación
de la encarnación de Dios. La preparación de la venida del Señor también debe
manifestarse en nuestro modo de vida. Le acogemos no sólo desde nuestro corazón
y nuestro espíritu, también le debemos escoger desde nuestra vida. (oración colecta Primera semana de Adviento).
En la lectura del evangelio de hoy San Juan Bautista predica la
llegada del Mesías, pero para que se pueda acoger esa llegada del Mesías, San
Juan Bautista predica un bautismo de conversión, predica un cambio de vida. Y
ese cambio de vida es el que nos predispone para acoger al Mesías.
Por eso la gente se acerca a
Juan y le pregunta hoy por tres veces, ante el Mesías que llega, ¿qué hemos de
hacer? San Juan Bautista predica cambio de vida, y él les da respuestas
concretas, para llevarlas a la práctica: “El que tenga dos túnicas, que se
las reparta con el que no tiene; el que tenga comida, haga lo mismo”.
Para acoger la venida del Señor
deberemos intensificar el bien que hacemos. Ya lo hacemos, pero podemos
intensificarlo. ¿Qué bien hemos de hacer?. Aquello que preguntaban a Juan
Bautista, pregúntaselo tú a Jesús: “Qué hemos de hacer?” ¡¡Quizá entonces te
hablará de la reconciliación con… Quizá entonces te ilumine que compras mucho y
compartes poco con los pobres… Quizá te ilumine que la Navidad es un tiempo
óptimo para evangelizar, para comunicar la Buena Noticia de un Dios que se hace
hombre!! No podemos reducir la Navidad a unos días donde hay buenos
sentimientos y ya está. Pregunta a Jesús: ¿Qué he de hacer?
Tercera idea: Hoy se acercan a San Juan Bautista dos personajes
alejados del judaísmo, los soldados y los cobradores de impuestos. Los unos
eran los invasores, los otros eran los que se habían aliado con los invasores y
empobrecían al pueblo con el cobro de impuestos. Hoy en el evangelio se ve como
también para ellos también hay
salvación.
Este tiempo litúrgico es un
tiempo especialmente idóneo para pedir por los que están alejados de Dios y de
la Iglesia. Para que nuestra oración “Ven, Señor Jesús” se haga realidad en
ellos, y Jesús pueda renacer, nunca mejor dicho, en ellos. No podemos dejar de
tenerles presentes. Pidamos por ellos… “Ven, Señor Jesús a Juan, a Alberto, a
Mireia,...”. De la intensidad de nuestra petición y esperanza depende en parte
su salvación.
Hagamos unos momentos de
silencio en los que le preguntamos a Jesús “¿Qué hemos de hacer?” ¿Qué buena
acción debemos hacer para preparar la llegada de Jesús a nuestros corazones …?