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Sorprende un poco que un tercio
del evangelio de hoy haga referencia a datos históricos, “En el año quince
del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato…, y Herodes…, y su
hermano Felipe…, y Lisanio…, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás”.
Esta larga introducción tiene una intención desmitificadora.
¡Vamos! Que no estamos hablando de un mito, de un cuento, sinó de hechos
históricos. Como decía muy bien el Papa Benedicto: no es la fe la que da lugar
a una historia, es la historia, unos hechos históricos, los que dan lugar a la
fe.
Hoy en día hay un deseo de reducir a mito todo lo que hace
referencia a Jesús. Por ejemplo, hace unos años la alcaldesa de Barcelona puso
al lado del pesebre del ayuntamiento referencias a cuentos catalanes. La jugada parece inocente.
Pero, no lo es... Sitúan el pesebre en el marco del mito, del cuento. Y esto es
muy peligroso. Prefiero más que lo quiten a que lo rodeen de referencias a
cuentos.
Porque los mitos, son mitos, y
tienen poca fuerza. Y la historia es la historia, y esta es la que da lugar a
la fe. ¡No nos dejemos robar la historia!
El grito del
adviento: “Ven, Señor Jesús”. Pienso que es un grito, un clamor, una
petición, que en el tiempo de adviento no se nos debería caer de nuestros
labios...
Frente el
crecimiento de suicidios, casi cuatro mil en el año 2020, “Ven, Señor Jesús”.
Ante tanto
sufrimiento por parte de muchas familias que tienen problemas de vivienda,
“Ven, Señor Jesús”.
Ante el drama de los refugiados que
desaparece de los medios de comunicación; “Ven, Señor Jesús”.
Ante los familiares que no creen o
que su creencia no les da vida, “Ven, Señor Jesús”.
Y ante tantas otras realidades...
“Ven, Señor Jesús”.
Y si le llamamos, él viene... Estos
días he hecho dinámicas de adviento con los niños de primero, segundo y tercero
de primaria en el cole de las monjas. Hablábamos del “Ven, Señor Jesús” y les
animaba a hacer frases de donde querían que viniera Jesús. Y al acabar yo les
preguntaba: y si le decimos a Jesús que venga, ¿qué pasará?, respuesta unánime:
“Jesús vendrá”. ¡¡Ésta ha de ser nuestra esperanza!! Si le decimos que venga viene... “Si no os
hacéis como los niños .”
¡¡Cuanto más lo digamos mejor!! Cada
petición dilata nuestro corazón. Cada
petición hace crecer nuestro deseo. Y Jesús puede hacerse presente en un
corazón abierto, dilatado, engrandecido por el deseo. Los corazones que no
esperan nada, nada reciben.
Jesús quiere venir... si él
encuentra puertas abiertas entra. Puertas que a veces se abren gracias a
nuestra oración a favor de los que no tienen una fe viva.
San Pedro de Alcántara decía algo
así como: “Algunos rezan a Dios como si
fuera un Dios de palo. Sí, Dios existe, pero no es un Dios con corazón.
Tengamos presente, Dios tiene un corazón, y un corazón que ama.”
Y Dios no puede dejar de atender una
petición como “Ven, Señor Jesús”.
Hoy, el Evangelio nos indica dos
caminos por los cuales Jesús quiere entrar en nuestro corazón:
Primer camino: dice el evangelista “Vino
la palabra de Dios sobre, Juan, hijo de Zacarías, en el desierto”. Palabra
de Dios y desierto, no creo que tenga que añadir nada más. La vida de los
profetas son ejemplos para nosotros... repetir...
El segundo camino de Jesús para entrar en nuestro corazón
viene de la predicación de Juan: “Y recorrió toda la comarca del Jordán,
predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados”. Lo que
propone el profeta, que precede a Jesús, para poder acogerlo bien, es
participar de un rito que te perdona los pecados.
Este rito, hoy en día, se llama Sacramento de la
reconciliación. Por el sacramento de la reconciliación Jesús llama a la puerta
de tu corazón para abrazarte, para perdonarte, para darte su fuerza que te
aleja del pecado...
Dice el Papa Francisco: “Quisiera preguntaros: ¿cuándo ha
sido la última vez que te has confesado?... Son dos días, dos semanas, dos
años, veinte años?... si ha pasado mucho
tiempo no pierdas ni un día más, ve, que el sacerdote será bueno. Está Jesús allí,…,
Jesús te recibe, te recibe con mucho amor. ¡Sé valiente y ve a confesarte!
Celebrar el Sacramento de la Reconciliación significa estar envuelto en un
abrazo cálido: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre.”
Muchos me habéis dicho que este Papa os agrada, que os
encanta, su talante, su discurso, sus gestos... pero, no tendría sentido que el
día que nos habla de la reconciliación “por aquí me entra y por aquí me sale”.