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Domingo XXII del Tiempo Ordinario

Sun, 01 Sep 2019 10:04:00
 

CAMINEO.INFO.- Una de las cosas que más me admira en una persona es la humildad... La inteligencia, la capacidad de trabajo, el deseo de darse a los demás están muy bien, pero son bastante frecuentes. En cambio, la humildad es una rara virtud, hoy en día.

 

Todos conocemos muchas personas inteligentes, o muchas con capacidad de trabajo, o muchas que hacen un servicio a favor de los demás, pero que pocas personas conocemos que sean humildes.

 

Una curiosidad: Si cogemos libros de la antigua Grecia, de filosofía, de ética, nunca sale la humildad como  virtud. Se veía como una cosa de gente apocada, gente con poco carácter, de no saber mandar. Como que se buscaba la fuerza, grandeza humana, mandar, imponerse. La humildad nunca se vio como virtud. Empieza a entenderse como virtud con el cristianismo, a la luz de la vida de Jesús...

 

¡Es una virtud clave! ¡Muy importante! La humildad es la virtud que sustenta todas las virtudes, fundamenta todas las virtudes. Ninguna virtud se puede vivir con plenitud sino se sustenta en la humildad. No hay virtudes sin humildad. ¡Nos hace falta ser muy humildes!

 

Hoy la palabra de Dios nos quiere conceder la gracia de crecer en humildad.

 

En la primera lectura se nos decía: “Hijo mío en tus asuntos procede con humildad... Hazte pequeño en las grandezas humanas… Dios revela sus secretos a los humildes” ¡Qué palabras tan poéticas y cargadas de contenido!

 

Y en el evangelio Jesús nos explica una parábola que es una llamada a la humildad y acaba diciendo: “Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

 

Jesús en esta parábola no nos está dando unas normas de educación, o un protocolo a seguir en las celebraciones, nos está hablando de  una actitud mucho más profunda: la humildad. ¡Nos hace falta ser muy humildes!

 

Pienso que es interesante primero fijarse cómo Jesús vivió esta virtud:

.   Nació humildemente, en un establo, Él el Hijo de Dios.

.  La vida oculta de Jesús, ¡gran misterio!, también nos habla de su humildad. Treinta años de vida oculta, Él el Hijo de Dios, viviendo en un pequeño pueblo ayudando a su padre y a su madre.

. Empieza la vida pública poniéndose a la cola de los pecadores para que Juan Bautista lo bautizara.

.  Y en su vida pública nunca buscó los honores, el reconocimiento, las felicitaciones, el aplauso, los primeros lugares, el ser servido, nunca hizo nada de todo esto.

.   Y, finalmente, la humillación de ser abandonado por sus discípulos, injustamente condenado, y muerto en cruz.

 

La humillación, la humildad, es un rasgo determinante en la vida de Jesús. Y es algo que hace a Jesús admirable, digno de ser amado, que da a Jesús una belleza incomparable. ¡Nos hace falta ser muy humildes!

 

¿Por qué hemos de ser humildes? Porqué Jesús lo fue, porqué es su camino, porqué estamos enamorados de él y queremos ser como él y vivir lo que él vivió… y sabemos que éste es el camino que nos hará felices...

San Ignacio, en sus ejercicios, cuando plantea la famosa meditación de las dos banderas clarifica mucho todo esto. Dice él que hay dos banderas, la de Satanás y la de Cristo.

 

La bandera de Satanás: la táctica de Satanás es que sintamos afecto por las riquezas (deseo de bienes, de comodidades, ampliación del confort, que no nos falte nada) y afecto por los honores (ser apreciado por la gente, ser considerado, que hablen bien, brillar, ser alabado, etc.).

 

La bandera de Jesús es la de la pobreza contra las riquezas, deseo de humillaciones contra el deseo de honores, humildad contra soberbia. La bandera de Jesús es:

 

Ser libre de los honores, de la fama, de que nos aprecien. Desear ser tenido por nada, ser desconocido, no defenderme. Aceptar contento mis fracasos, olvidos, planchas, equivocaciones. Desear el último lugar, feliz de que no se me note, aparecer como vulgar, uno de tantos, que no hablen de mí, hacer cosas y que no se noten como mías; que lo atribuyan y lo agradezcan a otros, aceptar las correcciones. Amar las humillaciones, sin ellas no hay humildad,...

Ésta es la bandera de Jesús. ¡Nos hace falta ser muy humildes!

 

Nos decía el predicador de los ejercicios: “ser como un colchón”: tiran una piedra, y no rebota, le pegan y no deja señal,... lo machacan y su interior se mantiene perfectamente. Éste es el humilde.

 

Si vamos por aquí seremos felices, viviremos siguiendo Jesús benévolo y humilde de corazón.

 

Las dos banderas son una imagen que nos ha de ayudar a discernir nuestras acciones de cada día y pensar cuál es la bandera que estamos cogiendo...

 

Que esta eucaristía nos ayude a enamorarnos más de un Jesús pobre y humilde.

      









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