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Celebramos hoy que María como
representante de la humanidad redimida, participa plenamente de la victoria de
Cristo sobre el poder destructor y corruptor del pecado y de la muerte.
María nos muestra el camino para
elevarnos, también nosotros, por encima del pecado y de la muerte... Hay tanto
pecado y tanta muerte en nuestras sociedades... Nuestra sociedad necesita tanto
que nos elevemos por encima del pecado y tiremos de ella, hacia la vida verdadera
y la vida eterna...
En la primera lectura se nos
presentaba la lucha entre el dragón y la mujer, que es símbolo de la lucha
entre el bien y el mal. Nuestra vida es un camino que hacemos en esta tensión
de lucha entre el bien y el mal. El Papa Benedicto en una homilía habla de: “la
vida es como un viaje en un mar a menudo borrascoso”.
Vemos como estas palabras se ajustan
a nuestra vida. A veces, hay momentos de calma y serenidad, pero, también encontramos
momentos de tempestad y borrascas.
Muchas personas, muchas familias,
están viviendo estos momentos de tempestad: personas sin trabajo, matrimonios
que ahora en verano, es cuando se acaban
rompiendo, chicas abusadas sexualmente (una plaga de la que sólo conocemos
la punta del iceberg), padres preocupadísimos por no saber como llevar por el buen
camino a sus hijos... Y lo que ahora nos ha de emocionar más son los inmigrantes
en barcos como “Open arms” que no los quiere ningún país...
Decía el
papa Benedicto, el año 2009 en Caritas in veritate (La caridad en la verdad): “Cualquier emigrante es una persona humana
que, como a tal, tiene derechos fundamentales inalienables que han de ser
respectados por todos en cualquier situación”.
¡Me da asco esta Europa! Que se
mira el ombligo, incapaz de la compasión, incapaz de acoger. Y digámoslo claro,
porque ha olvidado sus raíces cristianas. Hemos olvidado lo que hizo grande
Europa: mirar al otro como un hermano. Cuando se hizo hace muchos años la actual
Constitución Europea hubo un debate muy encendido de si se tenía que hacer
referencia en la introducción a la Constitución a las raíces cristianas de Europa
o no. Finalmente, no se pusieron.
Ahora vemos una consecuencia:
inmigrantes en un barco de salvamento y todos los gobiernos mirando hacia otro
lugar. Hemos olvidado nuestras raíces, nuestra
fe, y ahora no tenemos norte, no sabemos hacia donde caminamos, ya no miramos
el rostro del hermano, ahora nos miramos el ombligo... ¡¡Tristísimo!!
Son momentos para mirar a nuestra
Madre. ¡Miremos a María en el evangelio de hoy! y vemos qué hace María al
sentir el anuncio del ángel: “María se puso en camino y fue aprisa a la
montaña, a un pueblo de Judá”. Dice San Ambrosio comentando estas prisas de
María: “La gracia del Espíritu Santo no
admite lentitud”.
María nos da un ejemplo de
respuesta rápida, ágil, concreta y eficaz. Hay alguien que la necesita y ella se
“lanza de cabeza”.
Nos hace falta mirar mucho a
María, contemplarla mucho, tratar mucho a María, rezar el rosario, porque:
María es modelo de fe (“que se cumplan en mí tus palabras”).
María es modelo de docilidad
a los planes de Dios (“Soy la esclava del
Señor”).
María es modelo de caridad, de
apertura a los demás, modelo de respuesta rápida, ágil, concreta y eficaz.
Todo esto hace que ella viva
una constante ascensión hacia Dios. Hoy nos la presenta la liturgia en esta
solemnidad para que ella ilumine, modele y oriente, nuestras vidas.
Hablemos con ella: “María tu fuiste
rápida a reaccionar ante la necesidad de Isabel, hazme ver en cada momento dónde
están las “Isabel” que yo tengo que ayudar.
Que en estos momentos de
desconcierto europeo, María nos ayude a abrir el corazón a aquellos que más nos
necesitan...