De la segunda lectura, la Carta de San
Pablo a los cristianos de Colosas, vale la pena destacar algunas frases que nos
han de animar y motivar a estar más cerca de Jesús:
. “Ya que habéis resucitado con
Cristo”. ¡¡Lo dice a unos que están vivos!! San Pablo sitúa la resurrección
en el presente, no cuando te mueres, sino ¡cuando empiezas a vivir en Cristo!
¡¡Cuando Cristo entra en tu vida resucitas!! ¡Estabas muerto y ahora vives!
En la misma línea tres frases más,
espectaculares:
. “Vuestra vida está con Cristo
escondida en Dios”. Vuestra vida, mi vida, está escondida en Dios. Nuestra
vida está escondida en Cristo. La mejor versión de tu vida está escondida en
Cristo. Te has de encontrar con él para descubrirla, para vivirla.
. “Cuando aparezca Cristo, vida
nuestra”. Cristo es nuestra vida.
Que coincide con dos “yo soy” de Jesús.
”Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
“Yo soy la resurrección y la vida”. Le hemos de decir: “Señor quiero que
seas mi vida, que descubra mi vida en ti, que nada no me aparte de ti, que cada
día esté más unido a ti”.
. La última frase, es de la misma carta,
pero, la leímos domingo pasado: “Dios os da la vida en él, en Cristo”.
Comentarla es casi, casi, empeorarla.
Dos consecuencias prácticas de esta
Palabra de Dios:
1. Ahora que tenemos más tiempo libre,
pasemos más ratos con Jesús, la vida: lectura espiritual, rezar más, leer un
evangelio entero todo seguido, meditar el evangelio, rezo del rosario,...
¡Estemos más con él que es la vida!
“Ojalá que hoy oyerais la voz del Señor: No endurezcáis vuestros
corazones”.
2. Si él es la “Vida”, estar lejos de él
quiere decir que te pierdes la vida. Esto nos ha de convertir en
evangelizadores. No sé cómo, cada uno sabrá, no sé a quién, cada uno sabrá, pero,
somos evangelizadores.
Segunda idea: “Y dijo a la gente: Mirad: guardaos de toda clase de codicia”.
¡Hay muchos textos donde Jesús nos advierte del peligro
de las riquezas! Muchos, no quiero ahora recitarlos.
¿Por qué son tan peligrosas las riquezas? Porque ahogan nuestro deseo de Dios.
Si
tenemos el corazón lleno de cosas, allí no cabe Dios. Si tenemos las manos
llenas de cosas, cómo vamos acoger a Dios. Por esto Jesús advierte tanto en
contra de poner el corazón en las riquezas, en las cosas materiales, porque
ellas ahogan el deseo de Dios.
Las
riquezas no son malas en sí mismas, para no serlo han de estar orientadas a
Dios. Es el sentido de la parábola que Jesús nos explica: ¿es malo tener unas
cosechas abundantes? ¡No! Lo que es malo es que en la decisión de lo que ha de
hacer, Dios no aparece, no se tiene en cuenta a Dios... Toma decisiones sin
discernir qué es lo que Dios quiere...
Todos,
yo el primero, tenemos unos grandes deseos de plenitud, de felicidad, …, y el
peligro que tenemos es saciar estos deseos a través del consumo… del tener, del
comprar, del poseer, de salir, de viajar...
Todos hemos hecho la
experiencia: anhelábamos intensamente una cosa material (coche, casa, vestido,
ordenador, cuadro, viaje, etc.) lo conseguimos y seguimos igual de vacíos que
estábamos. “Vanidad y más
vanidad...”
Eso que tanto
deseábamos y ya tenemos, no nos ha hecho un poco más felices. Y cuando ya lo
tenemos, entonces queremos otra cosa. Desde nuestra experiencia constatamos,
pues, que las cosas no dan vida. ¡Sólo Cristo es la vida!
Decía San Agustín: “Ningún
bien de este mundo nos llena... porque anhelamos el Bien Supremo”. “Lo que llena nuestro corazón ... está más
allá de la tierra”. “Sólo nos llena
aquello... que no cabe en nosotros”.
Sólo Cristo nos llena…