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Lo más
importante: Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las
fuerzas, con toda la mente, en definitiva, con todo el ser. Como nos ha dicho
el evangelio que acabamos de escuchar.
¡Dios
es mi Todo!
¡Mi
Creador y mi Salvador!
Piensa
amorosamente en mí desde antes de la creación del mundo. Y por eso existe todo
lo que existe. Porque Dios me ama con un amor eterno.
Niños
y niñas, preguntad a vuestros padres si ellos ya pensaban amorosamente en
vosotros, incluso antes de engendraros (antes de que empezarais a formaros en
el vientre de la mamá). Veréis que os dirán que "claro que sí”
Pues
así es el Amor de Dios por todos nosotros, pero infinitamente más: desde toda
la Eternidad.
Este
Amor inmenso lo hemos conocido sobre todo en el hecho de que, cuando engañados
por el Maligno, nos hemos perdido por caminos de pecado y de muerte, el Padre
Eterno ha entregado a la muerte lo que Él más quiere: a su propio Hijo.
El Amor es esto: no que nosotros nos
hayamos avanzado a amar a Dios, sino que Dios ha sido el primero en amarnos:
Tanto, que ha enviado a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros
pecados.
Amados míos, SI DIOS NOS HA AMADO TANTO,
TAMBIÉN NOSOTROS TENEMOS QUE AMARNOS LOS UNOS A OTROS (1Jn
4,10-11).
Por
eso el Buen Samaritano hace lo que hace. Porque se sabe muy amado de Dios. Está
lleno a rebosar del Amor de Dios, al que ama con todo el corazón.
Pero
si no te sientes amado de Dios...
Una
persona que se sabía, y se sentía, muy amada de Dios fue San Benito, el padre
de los monjes de occidente, y el padre espiritual principal de Europa.
Celebrábamos su memoria el pasado 11 de julio.
Él
propone la vida comunitaria de los monjes como una escuela en el Amor a Dios y
a los hermanos. Se trata, dice él en su Regla, de recuperar por la obediencia,
aquello que se ha perdido por la desidia de la desobediencia.
Hace
poco visitábamos, con el Sr. Obispo y la curia de la diócesis, el Monasterio
benedictino de Montserrat, el centro espiritual de Cataluña.
Nos
hacía la visita el padre rector del Santuario. En la Sala Capitular, donde se
reúne cada día la comunidad, hay representaciones pictóricas del Paraíso. Nos
decía el padre rector que aquellas representaciones del Paraíso, no hacían
referencia al Paraíso perdido, sino la Paraíso reencontrado.
“Los
monjes estamos para decirle al mundo que la vida comunitaria es posible. Esto
no quiere decir que a veces no nos arañemos los unos a los otros. Pero
procuramos que la sangre no llegue al río (nos lo decía con una sonrisa)” (cita
no literal).
Nos
disponemos a celebrar la Eucaristía. Memorial del Amor más grande que este
mundo ha conocido y escuela de este Amor. En palabras de San Juan Pablo II, el
Grande, que tanto nos gusta recordar.
María
Santísima, bajo la Advocación del Carmen (que celebraremos esta semana, el día
16 de julio), patrona de los marineros, de la gente del Mar, nos ayudará a
sentirnos muy amados de Dios. Nos ayudará a vivir como pez en el agua,
sumergidos en el océano infinito del Amor inmenso de Dios. Y así poder amar
mucho a Dios y a nuestros hermanos y hermanas, especialmente a los que más
sufren; como hizo el Buen Samaritano.