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¿Los
cristianos son más o menos libres que los demás?... ¿Si hemos de cumplir unas
normas, unos preceptos, parece que somos menos libres?... En cambio, San Pablo
dice que ¡¡Cristo ha venido para que seamos libres!! Vamos a explicarlo, un
poco, porque el tema de la libertad da para mucho.
Pocas
palabras tienen tanta resonancia en el corazón del hombre como la palabra:
libertad. Todos queremos ser libres. Hoy San Pablo nos dice: “Hermanos: Para
vivir en libertad, Cristo nos ha liberado”. “Hermanos, vuestra vocación es la
libertad”.
Tesis
San Pablo = mi tesis: Cristo es la fuente de donde mana la libertad. El pecado
es esclavitud. Cristo es la libertad.
¿Quién
es más libre, el joven que convierte la libertad en un pretexto para hacer su
propio gusto, lo que le da la gana en cada momento, o una religiosa del
Cottolengo que su vida es cuidar enfermos y rezar? ¿Quién es más libre?
La
pregunta nos remite a otra pregunta: ¿Qué es la libertad? Si la libertad es
poder escoger, hacer lo que me da la gana, parece que sería más libre el joven:
tiene más caminos delante suyo, puede hacer más cosas. Pero, definir la
libertad como poder escoger, hacer lo que nos da la gana, nos lleva a algunas
incongruencias:
.
El hombre bueno, el hombre santo, que es incapaz de hacer el mal, no
sería libre.
.
Dios mismo, incapaz de hacer el mal, no sería libre.
. Yo, antes de mi conversión, jugaba a fútbol, era defensa,
y era un defensa un poco duro. En el seminario estuve jugando cinco años a
fútbol y no hice nunca una falta voluntaria. ¿Quiere decir que ahora soy menos
libre que antes porque ya no puedo hacer faltas?
Ya
vemos que definir la libertad como poder escoger, hacer lo que me viene de
gusto, chirría por todas partes.
¿Y
cómo definiremos la libertad? La libertad es la capacidad de hacer el bien, la
capacidad de amar. Como dice San Pablo: “Amarás al prójimo como a ti mismo“.
¿Quién es más capaz de hacer el bien, el joven o la religiosa? La religiosa.
Con esta definición quien es más libre es la religiosa.
La
libertad no es un absoluto en sí misma, la libertad es necesaria que tenga una
finalidad, un objetivo: ¿Para qué la libertad? Para amar. Sólo una libertad que
se orienta para ser más capaz de amar es una libertad verdadera.
Todo
esto es lo que nos ilumina San Pablo cuando dice: “No una libertad para que
se aproveche la carne; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor”.
Cuánta sabiduría en pocas palabras...
La libertad no es
hacer lo que me viene de gusto, sino servir a los demás por amor. Qué
definición de libertad más bonita la que hoy nos da San Pablo.
Esto lo ha entendido
muy bien nuestro hermano César, que hoy celebra veinticinco años de casado con
María José, a la que ha cuidado durante quince años, al estar ella enferma. Si
la libertad fuera hacer lo que me apetece, César habría sido un esclavo... Pero
si la libertad se orienta a amar, entonces César ha sido libre. Amando a María
José ha crecido en libertad.
Ahora
se entienden mejor las palabras que decía al principio: Cristo es la fuente de
donde mana la libertad. El pecado es esclavitud. Cristo es la libertad. Cristo
es el que nos da su espíritu y nos permite liberarnos de nuestros egoísmos, de
nuestras perezas, de nuestros vicios, de nuestros pecados de omisión y así amar
verdaderamente a Dios y al prójimo.
Antes
a los novios había una sesión en la que separaba chicos y chicas... y en un
momento de la sesión preguntaba a los chicos: “¿casarte te da alas o te corta
las alas?”. Primero silencio, luego “te corta las alas, claro… no puedes quedar
con tus amigos, la cervecita, el bar, el fútbol,… te corta las alas...”. Y
entonces yo les explicaba cómo debían entender la libertad... Y ellos mismos
acababan concluyendo: “pues casarnos nos hace más libres, porque nos capacita para
amar y darnos al otro”...
Llegar
a ser libres es una tarea que tenemos encomendada, nacemos con poca libertad y
es con nuestras decisiones, con nuestra
lucha contra “los caprichos de la carne”, contra el “me apetece”, que llegamos
a ser verdaderamente libres.
Cuando
Jesús nos pide un seguimiento radical, como hoy hace en el evangelio, es porque
sabe que seguirlo es encontrar la verdadera felicidad, la verdadera libertad,
que nos llena el corazón de paz y amor. Amén.