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El sacrificio de
Melquisedec, la institución de la eucaristía y la multiplicación
de los panes es el sugestivo tríptico que nos presenta la liturgia de la
palabra en esta solemnidad del Corpus Christi.
Hoy contemplando estas
lecturas vemos cómo “nace” un sacramento. Vemos los gestos y las palabras de
Jesús que dan lugar a la institución de la eucaristía.
Jesucristo instituye
los sacramentos. Nos podemos preguntar: ¿Por qué? Lo que ahora diré os puede
ayudar a dialogar con aquellos que os piden motivos de por qué vais a misa.
¿Por qué Jesús instituye los sacramentos? Respuesta clara y contundente: Porque
el quiere comunicarnos su salvación sacramentalmente. Jesús no quiere que nos
comuniquemos sólo directamente con él (oración). Sino quiere que lo hagamos a
través de los sacramentos.
Es importante tener
esto muy claro porque hoy hay una tendencia – muy fuerte- a creer que cada uno
puede relacionarse con Dios como lo desee, como le vaya mejor, como a él le
parezca y ¡no es así! Y esto es un error muy extendido, incluso entre los
propios cristianos.
La fe no la vivo
como a mí me parece. Si nuestra fe es cristiana, si nuestra fe es una fe en
Cristo –Hijo de Dios- entonces debo vivir la fe como Cristo desea que lo
haga, o sea, a través de los
sacramentos. No podemos vivir la fe como a mí me parece, sino como desea el
mismo Cristo. Lo que a mí me parece… no lleva a nada. Lo que le “parece a
Cristo” lleva a recibir la vida.
Si nuestra fe no es
eclesial, si nuestra fe no es sacramental, caemos en una espiritualidad
superficial, a la carta, que nace de mí mismo (de mis sentimientos, de mis
opiniones, de mis sensaciones), olvidando lo que el mismo Cristo nos comunicó y
desea que hagamos. Jesús desea comunicarse y el modo en el que desea hacerlo –
con nosotros cristianos otra cosa será con los…- es a través de los
sacramentos.
Frase que escuché en
una entrevista a Eduardo Verástegui: “Ser católico a mi manera es la mejor
manera de no ser católico”.
San Pablo en la segunda lectura nos habla de la tradición que él ha
recibido respecto a las palabras de la institución de la eucaristía. Me
gustaría hacer un breve comentario de estas palabras (inspirado
en un escrito del P. Catalamensa, predicador del papa Juan Pablo II, Benedicto
XVI y Francisco).
En las palabras de la consagración cuando el sacerdote dice: “Esto es mi
Cuerpo”, ¿qué quiere decir la palabra cuerpo? ¿qué quiere decir que el cuerpo
de Jesús se hace presente? En la Biblia, en la cultura judía, la palabra cuerpo
no indica sólo el componente físico de una persona. Lo que indica es toda la
persona, la persona en su totalidad. Cuerpo = toda la persona.
Por tanto, si la palabra cuerpo nos habla de la totalidad de la persona nos
está hablando de lo que aquella persona es, de la vida de aquella persona. Al
comer el pan de la eucaristía, al comer el cuerpo de Cristo, entramos en
comunión con toda la persona de Jesús, con todo lo que él era, con todo lo que
él hizo, con todo lo que él vivió.
Después Jesús dijo: “Éste es el cáliz de mi Sangre”. ¿De qué nos habla la
sangre? Si su cuerpo nos hablaba de su
vida, su sangre nos habla de su muerte. Jesús quiere que entremos en comunión
con el acontecimiento de su muerte. Una
muerte que es donación a favor de los demás, una muerte que es manifestación de
un amor total.
Esta explicación nos tendría que ayudar a vivir mejor la comunión que
hacemos cada domingo. Entramos en comunión con la persona de Jesús, con su
vida, con lo que él hizo y vivió, y de una manera especial entramos en comunión
con su muerte.
(Aunque sólo comulguéis con el pan, estáis entrando en comunión con la
totalidad del Cristo, por tanto, también con su muerte.)
Esta comunión con su vida y con su muerte, Jesús la instituyó porque quiere
que nos parezcamos a él, que nos configuremos a él, que pensemos como él, que
sintamos como él, que actuemos como él. Esto es vivir en Cristo, ser uno con
Cristo, y como San Pablo, podamos decir: “...Y ya no vivo yo, es Cristo
quien vive en mí”. Amén.