CAMINEO.INFO.- El Domingo pasado Jesús
nos decía a cada uno de nosotros : “dentro de pocos días vosotros
seréis bautizados con Espíritu Santo”.
Hoy celebramos Pentecostés, hoy se cumplen estas palabras
de Jesús. Es preciso aclarar, es muy importante saber, que hoy no sólo
recordamos un acontecimiento que sucedió en el pasado, hace dos mil años, sino
que hacemos presente a través de la celebración litúrgica este acontecimiento.
Y al hacerlo presente podemos participar de él y recibir también nosotros el
don del Espíritu Santo. Cada uno según
sus disposiciones.
Podemos decir que
todas las prácticas cuaresmales, toda la semana santa, toda la contemplación de
Cristo Resucitado, culmina para nosotros en Pentecostés, en la donación del
Espíritu.
Lo he dicho ya
alguna vez y lo repito: la espiritualidad de la Iglesia es litúrgica, es
necesario que la nuestra también lo sea, para vivir nuestra vida espiritual al
ritmo de la Iglesia.
La escena que nos
relata la primera lectura clarifica muy bien cuál es el papel del Espíritu
Santo en nuestra vida. Imaginemos la escena: los discípulos están juntos, en un
mismo lugar, rezando, con las puertas cerradas por miedo de los judíos. Reciben
el Espíritu Santo, y ya no están movidos por el miedo, por sus criterios
humanos, por sus ideas de lo que era necesario o no hacer. Reciben el Espíritu Santo y se dejan
llevar por él, se dejan mover por él, él se convierte en el motor de sus actos.
Esto es un cristiano, alguien que se deja mover por el Espíritu Santo.
Sabemos que Dios
Padre es el creador del mundo, Dios Hijo es el redentor, el salvador, y Dios
Espíritu Santo es el que nos santifica a nosotros, el que actúa en nosotros, el
que nos mueve, el que nos empuja, para que sigamos los pasos de Jesús. Dios Padre
nos está atrayendo hacia Él, porque nos ama, porque desea la comunión con
nosotros. Dios Hijo es el camino para ir al Padre y el Espíritu Santo es el que
nos mueve, nos conduce por este camino.
La tercera persona
de la Santísima Trinidad la tenemos un poco olvidada, poco presente en nuestra
vida. San Pablo nos dice en una carta: “Hermanos, dejaos conducir por el Espíritu”.
Recuerdo una vez, cuando me dirigía espiritualmente con
el
Cardenal Jubany, que yo le planteaba una cierta inquietud porque no sabía qué
hacer con mi vida, no sabía hacia donde tirar, no sabía qué era lo que el Señor
quería de mí. Él me dijo: “tranquilo,
Francesc, el Espíritu Santo hablará”. Lo dijo con un convencimiento total y
absoluto. Y después añadió: “Llevas
una vida de oración, por tanto, el Espíritu Santo se manifestará”. Me quedé
tranquilo, y el Espíritu habló...
Y me ha ido hablando.
Esto de ser movidos por el Espíritu Santo quizás os parezca
un poco espiritualista, un poco “rarito” Y no es así. Nos hace falta
redescubrir el papel del Espíritu Santo en nuestra vida. La presencia del
Espíritu Santo en nuestra vida le da a toda ella un sentido nuevo.
Para que cojamos consciencia de la importancia del Espíritu Santo
en nuestra vida, he hecho una compilación de citas del Evangelio que nos hablan
de la acción del Espíritu Santo en nosotros, son éstas: “el Espíritu Santo habita en nosotros, nos vivifica, nos santifica, nos
hace hijos de Dios, nos purifica, nos ilumina, nos lleva a Jesucristo, es
fuente y motivo de esperanza, es fuente y principio de caridad y de unidad, es
inspirador de la oración, nos comunica el gozo, nos guía en la acción
apostólica, nos fortalece.”
¡Cuánta acción del
Espíritu Santo en nosotros! El cristianismo no es una ideología. La fe no es
sólo unas ideas y unos valores. El cristianismo es una vida nueva que se nos
comunica desde arriba.
Hay gente que dice,
incluso creyentes: “Lo importante es ser buenas personas, no es necesario ir a
misa”. No han entendido qué es el cristianismo. Lo reducen a una construcción
humana (ser buenos) y Dios, y la fuerza del Espíritu Santo, que lo quiere
transformar todo, no intervienen. ¡No han entendido nada!
Hagamos una prueba: todos tenemos alguna cosa que nos cuesta
hacer, todos tenemos algún aspecto de
nuestra vida cristiana que está un poco flojo, que vemos que no va
demasiado bien... Hagamos la prueba: pidamos al Espíritu Santo que nos ayude en
aquello que nos cuesta hacer, o en aquello que nos cuesta liberarnos. Hagámoslo
durante unos cuantos días, pidámosle al Espíritu Santo su fuerza en aquella
cuestión y experimentaremos el poder de Dios… la fuerza del Espíritu Santo.
Es muy recomendable
leer vidas de santos para ver las maravillas que el Espíritu Santo puede obrar
en nosotros cuando verdaderamente nos abrimos a Él.
El Espíritu Santo quiere hacer maravillas en nosotros,
como las hizo con sus discípulos, pidámoslo ahora intensamente.