CAMINEO.INFO.-
En el cuarto domingo de Pascua en los tres ciclos A, B y
C, siempre contemplamos la figura del “Buen Pastor”. Parece que la Iglesia nos
quiera decir: “Jesús ha resucitado, está sentado a la derecha del Padre, ¡¡pero
no ha marchado!!, ¡¡él está vivo y camina contigo como Buen Pastor!!
Me costaría mucho creer en un Dios escondido detrás de
una galaxia, existe ¿y qué?... pero, en un Dios que camina conmigo como un buen
pastor, que hace camino conmigo, que lo siento vivo y presente, se me hace
fácil creer... Creo en Dios… Creo en el Buen Pastor...
No me digáis que no: decir esta frase “Creo en Dios” te sitúa ya más
cerca del consuelo, de la paz, de la esperanza…
Ya he explicado alguna vez que con los padres de bautismo hago una
acogida personal: les doy unos materiales que han de leer y ver, y quedamos
para hablarlo... Hace un tiempo después de dialogar unos veinte-veinticinco minutos con una persona
sobre la fe le dije, me salió, no lo tenía en el guión: “tu mayor temor es creer,
tu mayor temor es creer en Dios”. Dijo... “noooo”, calló diez segundo y se puso a llorar...
Miedo a creer porque su dios era un dios de obligaciones, de normas, de
cumplir, de mandamientos, y da miedo creer en un Dios así... la verdad… tendré
que hacer tantas cosas… ¡¡Él es el Buen Pastor!!
Como decía la segunda lectura: “...y los conducirá hacia fuentes de
aguas vivas. Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos”.
Jesús en el evangelio: “Y
yo les doy la vida eterna”.
Vale la pena destacar que Jesús no dice: “les daré la vida eterna cuando
mueran”. Sino que sitúa la acción en el presente “les doy la vida eterna”. “Te doy, ya ahora, la vida eterna”. ¿Qué
es la vida eterna que Jesús nos da ya ahora? Es la presencia del Espíritu Santo
en cada uno de nosotros.
Dios no quita nada bonito, positivo, alegre, a la vida, sino todo lo
contrario... Él es el Buen Pastor... Y cuando lo vivimos como a buen pastor,
cuando vamos descubriendo como su amor nos transforma, esto nos da una nueva
luz, una nueva inteligencia, de los medios (la oración, la misa, la
confesión,...), de las obligaciones y compromisos...
Cuando invitemos a personas a la cena de presentación Alpha recordemos
las palabras finales de la primera lectura de hoy: “Los discípulos quedaron
llenos de alegría y de espíritu Santo”.
Como os decía hace unas semanas al hablar de invitar a la
cena presentación alpha: . Si no eres tú … ¿quién? / . si no es ahora...
¿cuándo?
“Los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu
Santo”. ¿No
queremos esto para las personas que amamos...?
Analicemos cómo el buen pastor se nos presenta en este
evangelio: Empieza diciendo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz”. Jesús
no habla de un escuchar exterior, no se trata de reconocer el tono de voz y
poder decir: “es Jesús”. Este reconocimiento exterior también lo podrían hacer
los fariseos y maestros de la ley.
¿Qué quiere decir, entonces, este escuchar su voz? Quiere
decir que las palabras de Jesús las siento, las entiendo, dirigidas a mí.
Cuando Jesús dice: “Paz a vosotros”, a mí me lo dice.
Cuando Jesús dice: “Como me envió mi Padre, así os envío yo”, a mí me lo dice.
Cuando Jesús dice: “No seas incrédulo, sino fiel”,
a mí me lo dice.
Cuando Jesús dice: “Ven y sígueme”, a mí me lo
dice.
Reconocer su voz quiere decir que las palabras de Jesús
las siento, las entiendo, dirigidas a mí. Y cuando acogemos así la Palabra de
Jesús esta palabra transforma nuestra vida. ¡Jesús nos habla!, ¡me habla a mí!
Nunca agotaremos lo que esto quiere decir.
Decía Paul Claudel, poeta francés
converso, mirando de explicar su conversión; “Hay una cosa que no puedo negar, y es que Dios ha hablado y yo he oído
su voz”. Ésta ha de ser nuestra experiencia: Dios ha hablado, yo lo he
oído, y ha cambiado mi vida.
Continúa diciendo Jesús: “y yo las conozco”.
Volvemos a lo que decíamos: no habla Jesús de un conocimiento exterior. Que él
nos reconozca quiere decir que nuestras
palabras son escuchadas, acogidas, por él.
Por tanto, hay un reconocimiento mutuo, que nos habla de
una interrelación, de un diálogo, en definitiva de una relación interpersonal.
Esto enlaza con lo que decíamos domingo pasado de que Jesús al preparar el
almuerzo a sus discípulos cerca del agua estaba creando un espacio de relación,
de fraternidad, de encuentro.
Continúa diciendo Jesús: “y ellas me siguen”. Cuando hay esta escucha, este diálogo, esta
relación, entonces se produce el seguimiento.
Cuánta belleza hay en este planteamiento: un seguimiento
que nace de una relación personal. El seguimiento de Jesús no nace de cumplir
normas, mandamientos, o de ser muy perfectos, no. El seguimiento nace y se
produce en una relación personal. Que se nos manifiesta en la figura del Buen
Pastor, es mi pastor. No el pastor de la
Humanidad, que podría parecer impersonal, sino mi pastor.
Hagamos un momento de silencio, le abrimos el corazón y
le decimos que queremos que sea nuestro Buen Pastor...