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Estamos
viviendo y celebrando el tercer domingo de Pascua, y el evangelio nos relata la tercera aparición de Jesús resucitado.
Dice el evangelista: “Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los
discípulos, después de resucitar de entre los muertos”. Nosotros
participamos en esta eucaristía con el deseo, con la esperanza, de que la
eucaristía sea también para nosotros un encuentro con Jesús resucitado. Con
esta idea hemos de participar de toda misa... voy a encontrarme con Cristo
resucitado, que me habla, que me ofrece entrar en comunión con él, participar
de su vida. Como decía Cotelo en un....
“Dios no aspira a que creas que existe,
Dios aspira a la unión total contigo”. Jesucristo con la eucaristía nos ha
hecho un regalo maravilloso!
En
la escena que hemos contemplado hoy encontramos algunas referencias
eucarísticas:
A) Los discípulos están en la barca
pescando y en medio de las dificultades y los esfuerzos del trabajo, Jesús se
aparece y los alimenta. Nuestra eucaristía dominical es también esto: después
de una semana de trabajo, donde hay dificultades, esfuerzos, alegrías, tristezas,
participamos de la eucaristía donde el Señor se hace presente y nos alimenta.
Es
necesario que la presencia del Señor sea, como lo fue para los discípulos, una presencia
esperada, una presencia deseada, una presencia que nos hace estallar de gozo. ¡Qué
regalo tan maravilloso nos ha hecho Jesucristo con la eucaristía!
b)
Hay más referencias eucarísticas: Hoy Juan el discípulo amado dice: “Es el Señor”.
Nosotros cuando escuchamos la Palabra de Dios también hemos de pensar: “Es
el Señor quien habla”, por esto el sacerdote después de leer el evangelio
dice: “Palabra del Señor”. Después de la consagración hace falta que
vivamos aquel momento con esta consciencia de que Jesucristo resucitado se ha
hecho presente. “Es el Señor quien se ha hecho presente”. Y su
presencia es una presencia transformante (que transforma), vivificante (que da vida),
divinizante (que diviniza). ¡Qué regalo tan maravilloso nos ha hecho Jesucristo
en la eucaristía!
Esto
enlaza con el evangelio: los discípulos no han pescado nada, otra vez, toda la
noche afanándose y no han pescado nada. Y llega Jesús y su presencia todo lo
transforma, y se produce la pesca milagrosa.
La
presencia de Jesús en nuestra vida también lo transforma todo. Y si no
transforma, es que no está del todo presente. Es Dios… cómo no ha de cambiar
nuestras vidas.
La
última escena del evangelio de hoy es un diálogo entre Jesús y Pedro. Jesús
pregunta a Pedro tres veces: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Cuando
Jesús hace preguntas en el evangelio nos las dirige a todos, y por tanto,
también hoy Jesús nos pregunta a nosotros tres veces: “¿me amas?”.
Es
una pregunta que no busca una respuesta fácil: “claro que te amo sino no
vendría a misa el domingo”. Se puede venir a misa y no amar a Dios. No es
una pregunta fácil. La pregunta de Jesús es una pregunta que nos obliga a mirar
nuestra vida, toda entera.
Es
una pregunta donde Jesús nos pide que miremos nuestro interior: nuestro
corazón, nuestra vida, nuestros comportamientos, nuestrodeseo de Dios, nuestras decisiones de cada día y viendo todo
esto es necesario responder a Jesús: “¿me amas?”...
Romano
Guardini definía al cristiano como aquel que está enamorado de Cristo. Dos
enamorados no quieren estar lejos uno del otro, dos enamorados se esfuerzan
para estar el mayor tiempo posible juntos.
Estamos
enamorados de Jesucristo (de verdad, personalmente) cuando deseamos pasar ratos
con él, cuando ya no podemos entender nuestra vida sin él, cuando deseamos que
él crezca en nosotros, cuando lo tenemos presente en nuestras decisiones,
cuando nos sabe mal fallarle. Entonces, Jesucristo es Dios en nuestra vida, y
no un pequeño ídolo al cual manipulamos según nuestros gustos y circunstancias.
Acabo
ya... Es muy entrañable que Jesús prepare el almuerzo. Los discípulos han
estado toda la noche trabajando, están hambrientos, y Jesús sensible a sus
necesidades, y a las nuestras, les prepara un almuerzo, que comporta un
dinamismo de relación, de encuentro, de diálogo, de fraternidad. También Jesús
quiere almorzar con nosotros. Cada día tendríamos que hacer un café con Jesús.
De vez en cuando, quedamos con amigos para hacer un café y charlar un rato. Lo
mismo hemos de hacer con Jesús, para hacer posible este dinamismo de encuentro,
de relación, de diálogo que él quiere tener con nosotros.
Hagamos unos
momentos de silencio donde pidamos a Jesús resucitado pase por nuestra vida, y
se convierta en alguien más vivo en nuestra vida.