En esta
escena Jesús es interpelado por unos hechos dramáticos: el homicidio en el
templo, de algunos galileos, por orden de Pilato, y la caída de la torre de
Siloé, que mató a dieciocho personas. En aquel tiempo la manera de entender
estos hechos, es como un castigo divino por los pecados de aquellas personas.
Han pecado, Dios les ha castigado. Jesús reacciona contra esta concepción.
Porque él cada día hace experiencia de Dios Padre misericordioso. Y, entonces,
invita a hacer una lectura diferente de los hechos, situándolos en una
perspectiva de conversión: estos hechos no os han de llevar a pensar que
vosotros sois más buenos que éstos que han muerto, porque “si no os
convertís, todos pereceréis de la misma manera”. No os creáis buenos, os
hace falta la conversión...
Sus
palabras se dirigen también a nosotros. También en nosotros hay esta tendencia
a creernos buenos no necesitados de conversión.
Os
propongo profundizar las palabras de Jesús en esta escena, a partir de cuatro
niveles: (que expliqué hace poco en la catequesis de adultos).
Nivel 1: Ideas del Cristo: ¿Qué dice Jesús? ¿Qué ideas me
comunica? Hace falta convertirse. No os creáis buenos, os hace falta la
conversión. Convertirse quiere decir girarse, orientarse hacia Dios,. Estamos
muy pendientes de las cositas del mundo. Hemos dado la espalda a Dios y ahora
nos hace falta girarnos, orientarnos hacia él. Ponernos y poner nuestra vida
a su presencia...
Nivel 2: Vida del Cristo. ¿Cómo vive Jesús esto que nos
comunica? Cristo vive convertido, o sea, orientado al Padre, pendiente del
Padre, su alimento es hacer la voluntad del Padre. Constantemente lo
contemplamos rezando, dialogando con el Padre. Por tanto, Cristo vive
referenciado al Padre, amando al Padre. En este nivel entramos en contacto con
la vida de Cristo, con Cristo mismo.
Nivel 3: Sentimientos del Cristo. Procuremos entrar en el
corazón de Cristo. ¿Qué sentimientos /deseos /certezas lo llevan a manifestarse
o actuar como lo ha hecho?
Sentimientos: El primero que encontramos siempre es el
amor. Es porque nos ama que nos llama a la conversión, es porque nos ama que
nos pide que demos fruto.
Deseos: Jesús desea que cambiemos de vida, que vivamos la
vida de otra manera. Y lo desea porque es un bien para nosotros, ¡por eso lo
quiere!
Una certeza habita en su corazón: si no nos convertimos
vamos hacia la muerte. Es necesario este cambio.
Nivel 4: Dirijamos los sentimientos del Cristo hacia
nosotros. Y lo hacemos por dos motivos: 1) La Palabra de Dios se dirige a cada
uno. Las palabras que cada domingo escuchamos en el evangelio se dirigen a cada
uno. 2) El segundo motivo para dirigir a nosotros lo que hay en el corazón de
Cristo, es que cada uno de nosotros estaba en el corazón de Cristo cuando él
decía las palabras que hoy hemos oído. Éramos en su corazón, nos tenía
presentes a nosotros. ¿Cómo puede ser? No lo sabemos, pero, sabemos que en el
corazón humano de Jesús, éramos todos presentes. ¡Qué maravilla, qué bonito!
Nunca no lo meditaremos bastante.
Y todo esto que hemos dicho, traducido a la escena que
estamos contemplando, quiere decir que Jesús nos dice hoy a nosotros: “conviértete porque te amo, tú puedes vivir
la vida de otra manera, es posible, es necesario un cambio, entonces, darás
fruto y tu vida tendrá sentido. Te ofrezco este tiempo de gracia. ¿Quieres
vivir la vida plenamente? Conviértete.”
Y ante esto, nosotros ¿qué haremos? ¿Seguiremos como
siempre? ¡No! No podemos ignorar la palabra que Cristo nos dice hoy.
A través de estos
cuatro niveles hemos entrado en comunión con la persona de Jesucristo: hemos
visto las ideas que nos comunica, hemos contemplado como él mismo las vive,
hemos entrado en el corazón de Cristo para descubrir sus sentimientos y hemos dirigido estos
sentimientos hacia nosotros porque la Palabra de Dios se dirige personalmente a
cada uno.
En la segunda parte
del evangelio, hemos escuchado la parábola de la higuera que no da fruto. El
evangelista, al presentar estos dos textos uno detrás del otro, hace una firme
vinculación entre la conversión y el dar fruto.
Si te
conviertes, darás fruto… El propietario de la viña al no encontrar fruto la
quiere cortar, pero, el viñador le responde: “Señor, déjala todavía este
año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto”.
El viñador
es Jesucristo que en esta Cuaresma nos quiere “cavar” y “echar estiércol” para
que nosotros demos fruto abundante...
¿Le dejamos que nos trabaje? ¿Vamos viviendo las prácticas cuaresmales?
¿Las palabras “penitencia”, “ayuno”, “oración”, “limosna”, “mortificación”, son
presentes en nuestra vida cuaresmal?
Que el
encuentro con Jesús: con sus ideas, con su vida, con sus sentimientos nos llene
de deseos de convertirnos...