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II Domingo de Cuaresma

Sat, 16 Mar 2019 20:43:00
 

La Cuaresma es dura... No podemos decir que sea un camino fácil... La conversión no es fácil... Las mediaciones que la Iglesia nos propone para la conversión, ayuno, oración y limosna, no son fáciles... Cuando te lo tomas seriamente ves que no es fácil... Es muy fácil dejarse llevar por la rutina, por aquello que hacemos siempre... ¡¡Lo  que vale la pena, cuesta!!

 

Estos días la liturgia va llena de palabras como “ayuno”, “penitencia”, mortificación”, “abstinencia”, “privaciones voluntarias”. Nos interpelan porque no son palabras fáciles de vivir... ¡¡Lo que vale la pena, cuesta!!

 

Pero, por suerte, en el segundo domingo de Cuaresma se nos presenta la escena de la transfiguración, que nos recuerda con fuerza que el sentido de este camino cuaresmal es que nosotros quedemos también transfigurados, que seamos fuertemente divinizados, que participemos de una manera nueva de la pascua de Cristo, que Cristo gracias ““a nuestro trabajo”” pueda pasar por nuestras vidas transformándolas...

 

La cuaresma es tiempo de plantar, para después poder recoger. Para el payés, plantar es duro: remover la tierra, estercolarla, plantar, regar,… pero, esta dureza se ve suavizada por la esperanza de los frutos que se obtendrán…

 

Pues, también nosotros en la Cuaresma plantamos con el “ayuno”, la “penitencia”, la “mortificación”, “la abstinencia” y las “privaciones voluntarias”, para poder recoger frutos en la Pascua.

 

Tengamos esta perspectiva... ¡¡lo que vale la pena, cuesta!! Quedar transfigurados, transformados, que Cristo pase por nuestra vida haciendo cosas grandes , no es fácil... cuesta… es preciso ponerse… es necesario tomárselo seriamente.

 

Nos jugamos avanzar en el camino de la santidad, crecer como personas, parecernos más al Amado, vale mucho la pena... tenerlo a Él más presente en nuestra vida...

 

Este evangelio nos da la clave para que todo esto sea posible. “Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago, y subió a lo alto de la montaña, para orar”. El contexto de toda la escena es la oración. La transfiguración sucede en un contexto de oración. ¡¡Es en la oración donde recibimos la luz, la fuerza, la motivación necesaria para hacer este camino de la Cuaresma, camino de luz, camino de vida!!

Dice el Papa Benedicto, comentando esta escena en  su libro sobre Jesús de Nazaret: “El monte como lugar de la subida, no sólo externa, sino sobre todo interior; el monte como liberación del peso de la vida cotidiana, como un respirar el aire puro de la creación y su belleza; el monte que me da altura interior y me hace intuir al Creador”.

 

Cuando rezamos, entonces, pasa lo que dice Pedro... “Maestro, qué bien se está aquí”. ¡En el silencio, en la soledad, en la oración, estamos bien! En la oración  estamos bien. Nos relajamos, nos encontramos con nosotros, nos ponemos en su presencia, y sentimos  su paz, su amor, su presencia, su palabra… y recibimos  sus dones.

 

¡Es tan bonito rezar! ¡Tan regenerador! ¡Tan transformador! Y cuando rezamos no hacemos otra cosa que obedecer al Padre que hoy nos ha dicho: Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle”.

 

No podemos desobedecer al Padre en un mandamiento tan esencial: “Escuchadle”. Escucharlo porque ha hablado, y lo que ha dicho lo tenemos en los evangelios, y al leerlos, Jesús nos habla a nosotros, no lo olvidemos nunca. ¡Es un milagro! Su persona a través de su palabra nos habla. Por tanto, escucharlo porque ha hablado, y escucharlo porque continúa hablando.

 

Hagamos que la oración se convierta en escucha... pienso que hablamos demasiado y escuchamos poco... Dios nos ha dado dos orejas y una boca. Quiere decir que hemos de escuchar el doble de lo que hablamos...

 

Acabo con la oración colecta de hoy, que expresa estas gracias que el Señor nos quiere conceder... “Señor, Padre santo, tú que nos has mandado escuchar a tu Hijo, el predilecto, alimenta nuestro espíritu con tu palabra...”

 

Que esta eucaristía nos motive a rezar más, a estar más con Él, de manera que como Pedro, podamos decir:  “Maestro, qué bien se está aquí”.









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